La competición en el deporte de base: ¿educación o perversión?

Autores/as

  • J. Ticó

Resumen

La competición en el deporte de base es un tema controvertido que tiene defensores y detractores. En realidad la estructura y organización actual de la competición deportiva en las primeras edades, muy similar a la utilizada por el deporte adulto más competitivo no ayuda a conseguir los objetivos educativos que se espera del deporte en esta primera etapa de iniciación. Pero, ¿es correcta la estructura competitiva existente actualmente en el deporte de base? Hay partidarios y detractores de la competición en el deporte de base (y a menudo los detractores lo acaban siendo del deporte en general). Para los primeros, es un elemento más de formación (al igual que los entrenamientos) para desarrollar las competencias y por lo tanto inseparable del proceso de aprendizaje, siempre y cuando esté correctamente orientada (Piñar & Cárdenas, 2009). Por ejemplo Giménez y Sáenz-López (1996) destacan su importancia por la motivación que genera y la posibilidad de practicar aquello que se entrena en situaciones reales. Para los detractores supone una serie de riesgos tales como el estrés que genera la importancia sobredimensionada de la victoria y la presión para conseguir el éxito, cómo objetivo principal, acompañado de una especialización precoz, la falta de iniciativa personal, la aparición de conductas violentas o antisociales en el campo. La presión ejercida por padres y entrenadores sobre el joven deportista es uno de los principales motivos de abandono de la práctica deportiva. No hay duda que es un elemento importante en la socialización de los escolares, contribuye al desarrollo de la personalidad, pone en juego la afectividad y emotividad, estimula la búsqueda de la excelencia, libera energías pero todos estos efectos lo pueden ser en positivo o en negativo. El reglamento de minibásquet desde su nacimiento recoge algunos principios y normas relacionadas con la conducta de los jugadores y esta preocupación por la competición diferenciada respecto a la de los adultos: árbitro como amigo y educador, todos los jugadores deben jugar y estar en el banquillo, tolerancia de determinadas reglas para favorecer la continuidad del juego, mayor importancia a la progresión que a la victoria, fórmulas para minimizar el impacto del resultado (marcador a cero en cada periodo), levantar la mano para reconocer las faltas, saludar al equipo contrario al iniciar y finalizar el encuentro, etc.

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Cómo citar
Ticó, J. (2009). La competición en el deporte de base: ¿educación o perversión?. Cuadernos de Psicología del Deporte, 9, 86. Recuperado a partir de https://revistas.um.es/cpd/article/view/86161
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