POR SU POBREZA RECIBIRÍAN GRAN FATIGA. EL CLERO PARROQUIAL AURIENSE A FINES DE LA EDAD MEDIA

Resumen

La reforma eclesiástica que ponen en marcha el pontífice Inocencio VIII y los Reyes Católicos, se proyecta también en Galicia y, más concretamente, en la diócesis auriense donde se conserva un memorial-tumbo de 1489 que recoge diversa información sobre su clero secular y el estado y valor de sus beneficios parroquiales. Dicha información debía canalizarse hacia Santiago de Compostela donde se hallaba instalado el reformador don Alonso Carrillo de Albornoz. A partir de tres territorios administrativos de la diócesis –la Tierra del Cabildo, la Chantría y el Arcedianato de Celanova– en estas páginas han sido objeto de atención: los rectores o clérigos diversos que están al frente de las parroquias, el número de feligreses que pagan sus diezmos dentro de ellas, la renta global anual de cada parroquia, su composición y procedencia –diezmos, bienes de los dextros, bienes aforados– y los tributos o “cargos” que tiene que pagar ese clero parroquial, particularmente procuraciones y patronatos. La gran abundancia de parroquias –123, más 22 anexas– y su pequeño número de feligreses –de seis a diez familias en su mayoría–, se traduce en unos bajos niveles de renta, aunque existen amplias variaciones. Los pagos de las procuraciones resultan más gravosos que los realizados por patronatos, aunque este último proporciona a los laicos una cobertura para realizar usurpaciones y violencias que ahora –con los nuevos monarcas– parecen haber disminuido, o al menos eso declaran los clérigos de la diócesis. En el balance
entre ingresos y gastos, muchos de estos clérigos no debían salir muy bien parados: sus quejas sobre la pobreza de sus
parroquias parecen tener una base real. Por eso se explica que no por la distancia del camino, sino por los gastos que conllevaba el viaje, Carrillo de Albornoz acabase excusándolos de personarse en Santiago con los títulos de sus beneficios
como había ordenado en un primer momento.