EL ESPÍRITU DE LA CIUDADANÍA AMERICANA

Autores/as

  • Javier Alcoriza

Resumen

Entre las medidas destinadas a llevar a cabo la «americanización» de los inmigrantes llegados a los Estados Unidos, es sabido que figuraba el aprendizaje de la lengua inglesa, de la propia historia americana y de los principios básicos del gobierno republicano. El sentido de esta asimilación no podía ser otro que el de ampliar y afianzar los límites de la ciudadanía americana. Con el tiempo, los grandes conflictos bélicos del siglo XX provocaron un cambio en este proceso de naturalización y, por otra parte, llegó a considerarse que la homogeneidad que implicaba, o el celo en el impulso dado, como diría Tocqueville, a la «igualdad de condiciones», ponía en entredicho la pluralidad de las culturas de origen a las que los inmigrantes o sus descendientes podían mantenerse fieles. Un filósofo alemán en el exilio advirtió que la sociedad americana revivía el antiguo dilema entre el politeísmo por la conservación de los diversos valores culturales y el monoteísmo implícito en la aspiración al respeto universal de los derechos humanos. Este no es sino uno de los dilemas que podemos encontrar al revisar un episodio de la historia de la ciudadanía americana1. En contraste con los acontecimientos y la doctrina política en Europa, el mundo americano parece ofrecer la oportunidad de comenzar una nueva «educación». El estudioso de la historia política de los Estados Unidos, aunque pretenda sólo señalar un camino en la investigación del modelo de la ciudadanía americana, empieza y acaba con el deseo de suscribir las palabras del observador francés: «Confieso que en América he visto más que América».

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