Lo que hemos aprendido en 20 años de prácticas en empresas


Javier García Delgado
Cátedra UNESCO de Gestión y Política Universitaria
Universidad Politécnica de Madrid

 

Abstract

After the general reform of the Higher Education undertaken in Spain in 1987, the work placements join, in general, the studies plan. The results of this innovation are analyzed in this article: how the work placements have contributed to both: the student training and work insertion and what they have meant for the improvement of the university-industry relationships. In conclusion, possible lines of improvement for this activity are indicated, regarding the Spanish Universitary System.

Keywords: Work placements, industrial placements, internships, cooperative training programs, co-operative education university-industry.

 

Resumen

Tras la reforma general de los estudios universitarios emprendida en España en 1987, las estancias de prácticas en el medio profesional se incorporan de forma generalizada a los planes de estudios. En este artículo se analizan los resultados de esta innovación: qué han aportado las prácticas en el doble plano de la formación y de la inserción laboral y qué han supuesto para la mejora de las relaciones universidad-empresa. Como conclusión, se señalan posibles líneas de mejora de esta actividad pensando en el caso del sistema universitario español.

Palabras clave: Prácticas en empresas, prácticum, formación en alternancia, cooperación educativa universidad-empresa.

 

 

Se cumplen ahora veinte años de la implantación en España de las prácticas de los estudiantes universitarios en empresas. En 1981, tras varios años de estudios del tema por parte de la Fundación Universidad-Empresa –siendo el incansable Antonio Sáenz de Miera la figura clave de este proceso–, se promulga el decreto mediante el cual esta actividad cobra carta de naturaleza legal en nuestro país. Parece un tiempo idóneo y una efemérides lo suficientemente significativa como para plantearnos una reflexión específica sobre el tema, máxime cuando se abordan reformas legislativas de alto nivel en España, tras pasar revista a los frutos de la LRU después de sus casi dos décadas de andadura, y se debate sobre el rumbo que debe adoptar a partir de ahora la universidad española. ¿Qué hemos aprendido en estos veinte años de prácticas de los universitarios en las empresas?

 

Antes de tratar de contestar a esta pregunta convendría hacer algunas matizaciones. Las prácticas en el medio profesional no son, ni mucho menos, un invento con veinte años de antigüedad (ni, desde luego, un invento español). Antes al contrario, el aprendizaje es una modalidad formativa que hunde sus raíces históricas cuando menos en la Edad Media y que ha sido largamente practicada, tanto desde los esquemas de la educación informal como desde los sistemas de la educación formal. Tampoco se puede ignorar que el aprendizaje "sobre el terreno", bajo la tutela directa de profesionales, tiene una larga tradición en nuestro país en los estudios superiores, en casos como los de magisterio y medicina. No obstante, sí podríamos reconocer rasgos específicos y originales en la corriente que, siguiendo la terminología oficial, podríamos denominar como de Cooperación Educativa Universidad-Empresa, cuyo pistoletazo de salida se da con la promulgación del citado decreto del año 81:

Hechas estas aclaraciones, trataremos en los siguientes epígrafes de hacer un balance de estas dos décadas de recorrido de las prácticas en empresas.

 

Una actividad educativa con un crecimiento exponencial

Tras la puesta en marcha de la Reforma de las Titulaciones Universitarias, en la segunda mitad de los ochenta, empieza a fraguarse el crecimiento cuantitativo de las prácticas (Nota 2). Los objetivos de la reforma eran plenamente compatibles con la inclusión de las prácticas en los planes de estudios y, de hecho, se hacía una invitación, aunque tímida y no muy directa, a la inclusión de las prácticas en los currículos, al declararlas actividades susceptibles de pleno reconocimiento académico, es decir, merecedoras de la asignación de créditos. Así llegamos al momento actual, en el que vivimos una auténtica eclosión del fenómeno "prácticas", visible a través de los siguientes indicadores:

Cabe, pues, preguntarse cuáles son los motivos que subyacen a este espectacular aumento de las prácticas. Es la cuestión que abordaremos en los siguientes apartados.

 

Las prácticas, en la vertiente formativa: salir de las aulas para aprender

En el contexto general de las enseñanzas a través de las cuales se pretende formar profesionales, como es el caso de la universitaria, el uso de la alternancia a través de los periodos de prácticas ha de reconocerse como una estrategia formativa superior, en el sentido de más completa, a la enseñanza exclusivamente académica. La inmersión temporal de los estudiantes en los centros de trabajo representa un importante valor añadido para su formación, proporcionándoles múltiples y valiosas oportunidades (García Delgado, 1998):

Por estas razones parece claro que la exposición del estudiante a la experiencia de las prácticas –situación calificada por algunos autores de choque– produce un significativo incremento de sus competencias, superior, en todo caso, al esperable si la formación se produce exclusivamente en régimen de permanencia en el centro académico. La conclusión es que la empresa tiene un potencial formativo específico que la universidad debe reconocer e intentar aprovechar. El reconocimiento de este potencial implica que las estancias de prácticas se incorporen con suficiente categoría a los planes de estudios, dado que, sencillamente, no hay actividades alternativas que puedan proporcionar con resultados equiparables los aprendizajes que se derivan de la vivencia de la alternancia centro de enseñanza-centro de trabajo.

 

Por otro lado, la inclusión de las estancias de prácticas en el último tramo de las carreras actúa como un factor de corrección hacia unas enseñanzas todavía excesivamente sesgadas hacia los planteamientos teóricos, a juicio de los empleadores, los titulados y los estudiantes. Los primeros han venido apuntando repetidamente, desde que se realizaron los primeros trabajos para estudiar la adecuación entre la formación universitaria y las demandas de cualificación del mercado laboral (García de Cortázar, 1987), que la enseñanza universitaria no debería hacer tanto énfasis en la acumulación de conocimientos como en la capacidad para la resolución de problemas, y tal como éstos se presentan en la práctica profesional (Club de la Gestión de Calidad, 1998). Los segundos, los titulados, reclaman una formación de orientación y resultados más funcionales –ergo más atractiva para los empleadores–, que permita un tránsito menos traumático hacia el mercado laboral, habida cuenta de que las empresas –singularmente las pymes, ampliamente predominantes en España– plantean notables resistencias para asumir los costes de todo orden inherentes al imprescindible ajuste que debe realizar cualquier titulado sin experiencia hasta que alcanza un estadio de operatividad mínimamente satisfactorio. En cuanto a los estudiantes, las habituales encuestas de evaluación de la calidad de la enseñanza apuntan de forma reiterada hacia una percepción en el sentido de que las enseñanzas deberían tener un mayor componente práctico. Unas enseñanzas que en no pocos casos se siguen ajustando al patrón "enciclopedista", caracterizado por la agregación de los siguientes factores: excesivo volumen de contenidos –cabezas bien llenas y no bien hechas–, enfoques marcadamente descriptivos, abuso de la lección magistral, actitud pasiva y meramente receptiva de los alumnos y evaluación con un alto componente memorístico. El resultado de este planteamiento didáctico tan tradicional suele ser que solamente se alcancen los objetivos situados en los niveles más bajos de las taxonomías, junto con una desmotivación de los estudiantes hacia unos contenidos que perciben como de escasa utilidad futura (siendo bien conocida la relación entre desmotivación y rendimiento académico).

 

Una pasarela hacia el primer empleo

Las prácticas no deben ser vistas exclusivamente –aunque sí principalmente– desde la perspectiva de sus capacidades formativas. Las múltiples experiencias evaluadas (García Delgado, 1998), tanto en nuestro país como en el extranjero, ponen de manifiesto claramente que las prácticas actúan como una auténtica pasarela entre los estudios y el primer empleo.

Las prácticas, si están correctamente planteadas y tienen una duración suficiente, permiten romper el círculo vicioso que atrapa al joven titulado que no puede acceder a un primer empleo por carecer de experiencia y no puede adquirir experiencia porque no accede a un primer empleo.

Un alto porcentaje de las prácticas acaban desembocando directamente en un primer contrato laboral, lo que no es extraño si tenemos en cuenta que a través de muchos de los programas de prácticas ofrecidos por las empresas los estudiantes acceden a engranajes montados explícita o implícitamente con fines de selección de personal.

Las prácticas en empresas actúan como un mecanismo facilitador de la inserción laboral y como un eficaz dispositivo de orientación profesional, por los siguientes motivos:

 

Los beneficios recíprocos universidad-empresa

La colaboración con las universidades recibiendo estudiantes en prácticas puede ser considerada por algunos, de entrada, como una nueva carga para las empresas. De hecho, cuando las prácticas se implantan a principio de los ochenta, una de las primeras tareas que se acomete es la mentalización de los representantes de las empresas para que sean favorables a esta nueva forma de colaboración con la universidad. Transcurrido este lapso de tiempo, la visión de las empresas sobre las prácticas ha cambiado notablemente, derivando desde las posiciones iniciales, en las que predominaban las políticas paternalistas y altruistas sobre esta cuestión, al momento actual, caracterizado por una visión mucho más utilitarista de las prácticas.

La colaboración con las universidades recibiendo estudiantes en prácticas es ahora vista por la empresas que han apostado por los programas de prácticas como una fuente de potenciales beneficios. Como primero y más importante, el de poder disponer de unos recursos humanos mejor cualificados y más adaptados a sus necesidades. Este hecho por sí solo justificaría sobradamente que las empresas aceptaran estudiantes en prácticas, pero es que además la práctica de esta actividad puede ser provechosa para las mismas desde otros puntos de vista:

 

La colaboración con las empresas en esta materia, representa una notable ayuda para las universidades en cuanto al cumplimiento de uno de los objetivos de esta institución, cual es la formación de profesionales aptos para un tránsito fácil y no traumático desde las aulas universitarias hacia el mercado laboral. Aunque es sabido que la universidad es una institución plurifinalista, no debe perderse de vista que, como señalan los profesores Michavila y Calvo (Nota 4), se trata de la demanda que con mayor fuerza plantea en estos momentos la sociedad a la universidad.

 

… y lo que nos queda por aprender

Hasta aquí se ha hecho un repaso de las potencialidades y logros manifestados por las prácticas tras veinte años de andadura en nuestro país. Pero, naturalmente, no todo son parabienes en este tema. El informe de resultados de la primera convocatoria del Plan Nacional de Evaluación de la Calidad de las Universidades denunciaba la "falta de diseños coherentes" en las prácticas, enmarcándolas además en un contexto de "carencias y debilidad de las relaciones universidad-empresa" (CONSEJO DE UNIVERSIDADES, 1997). El informe de la segunda convocatoria se pronuncia de la siguiente manera sobre esta cuestión:

"La operativización de la dimensión práctica del currículum es otra cuestión central en los análisis y reflexiones de los Comités de Evaluación participantes. Se puede observar una valoración equilibrada de esta cuestión detectándose una cierta satisfacción por los logros alcanzados pero planteando importantes áreas de mejora. Estas mejoras se centran fundamentalmente en el desarrollo del denominado Prácticum. La reciente incorporación en los títulos de esta modalidad de enseñanza ha supuesto un importante desafío para nuestras universidades. Este hecho puede explicar las deficiencias detectadas en algunos casos. Entre otras propuestas de mejora formuladas pueden destacarse las que hacen referencia a un mejor tutelaje y seguimiento de los alumnos así como a una mejora tanto cuantitativa como cualitativa de las relaciones con las empresas e instituciones que acogen a los alumnos para la realización de una parte de su aprendizaje." (CONSEJO DE UNIVERSIDADES, 1997)

Los principales aspectos hoy por hoy deficitarios en esta actividad, son los siguientes:

Hay que señalar como una amenaza el riesgo de que en el imaginario social arraiguen definitivamente los estereotipos –que, como todos los estereotipos, tienen cierto fundamento real– del becario al que sólo se encarga hacer fotocopias, rellenar bases de datos, preparar café… y que, en definitiva, es utilizado, en el peor sentido de la palabra, como mano de obra barata para tareas rutinarias y poco formativas. Otros clichés, afortunadamente menos extendidos, podrían tener un efecto mucho más dañino, como el que advierte que el tutor está formando a la persona que más pronto o más tarde le desplazará de su trabajo.

El crecimiento ordenado de las prácticas implicaría incidir a corto y medio plazo en los siguientes aspectos:

Los veinte años transcurridos desde la introducción de las prácticas en empresas en España han demostrado que éstas son una herramienta de enorme potencial para la formación y la inserción laboral de los universitarios. Pero no hemos de caer en triunfalismos. No hay que olvidar que las prácticas son una actividad susceptible de fácil adulteración en su praxis. Por ello, para evitar el riesgo de desnaturalización de las prácticas relacionado con su rápido crecimiento en España, hay que diseñar e implementar sistemas que sirvan para asegurar la calidad de las mismas y para promover la mejora continua de esta actividad. El reto para los próximos veinte años es la calidad.

 

Nota 1: La formación en alternancia fue genéricamente definida por el Consejo de Europa, en su resolución de 22 de noviembre de 1979, como "la asociación de la formación práctica obtenida a través del ejercicio de una actividad profesional en un puesto de trabajo, con la formación teórica adquirida en un servicio, organismo o establecimiento dedicado a la formación." (Bulletin des Communautés Européennes, 1979).

Nota 2: En el estudio "Impacto de políticas activas de empleo en los universitarios"(Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2000), realizado desde la Red de Fundaciones Universidad-Empresa, se estimaba en alrededor de sesenta mil el número de estudiantes universitarios de pregrado que, en 1999, realizaban prácticas en las empresas españolas.

Nota 3: Cabe destacar la exitosa implantación, con la ayuda de las Cámaras de Comercio, de los módulos FCT, o de Formación en Centros de Trabajo, que tienen carácter obligatorio en los ciclos superiores de Formación Profesional.

Nota 4: "La segunda demanda permanente a la universidad, entendida por una gran mayoría de estudiantes como la más importante, es la preparación para el ejercicio de actividades profesionales [...] Sin duda es en este punto en el que surgen mayores exigencias y reclamaciones de la sociedad [...] El tema puede enunciarse diciendo que la sociedad exige a la universidad una preparación profesional suficiente para que los titulados consigan empleo." (Michavila, F. y Calvo, B., 1998)

 

 

Referencias

CLUB DE LA GESTIÓN DE LA CALIDAD (1998) Mejora en la formación universitaria: sugerencias desde la empresa.
CONSEJO DE EUROPA (1979) Bulletin des Communautés Européennes, nº 11, p. 50.
CONSEJO DE UNIVERSIDADES (1997) Informe sobre los resultados de la primera convocatoria del Plan Nacional de Evaluación de la Calidad de las Universidades. Madrid, pp. 34-36.
García De Cortázar, M.L. (1987) Educación superior y empleo en España. Madrid: MINISTERIO DE TRABAJO Y SEGURIDAD SOCIAL.
García Delgado, J. (1998) Las prácticas de los estudiantes universitarios en empresas (1ª parte): Estado de la cuestión, en AEDIPE-Revista de la Asociación Española de Dirección de Personal. Madrid, nº 5 (junio), pp. 3-12.
Michavila, F. y Calvo, B. (1998) La universidad española hoy. Madrid: Síntesis, p. 44.
MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES (2000) Impacto de políticas activas de empleo en los universitarios.
Real Decreto 1497/1981, de 19 de junio, sobre Programas de Cooperación Educativa. B.O.E. nº 175, de 23 de julio de 1981, pp. 16.734-16.735.
WORLD ASSOCIATION FOR COOPERATION ON EDUCATION (WACE) 8th World Conference on Co-Operative Education. Conference Proceedings. Dublin, 1993.