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HACIA UNA CARTOGRAFÍA DE LA PSIQUIATRÍA EN AMÉRICA LATINA. APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LA PSIQUIATRÍA DE AMÉRICA LATINA

 

Mariana del Milagro Rodríguez

Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

mariana.rodriguez@unc.edu.ar

https://orcid.org/0009-0005-5011-4465

 

Silvia Alejandra Loyola[1]
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina
silvia.loyola@unc.edu.ar
https://orcid.org/0000-0003-4271-8590 

 

 

Resumen: Como parte de una investigación más amplia que analiza la participación de Gregorio Bermann en la construcción de la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL), el presente estudio se enfoca en las tramas, proyectos e intereses disciplinares que intervinieron en los momentos fundacionales de esta institución. Desde una perspectiva historiográfica crítica que se nutre de los conceptos de la Historia Intelectual y la Historia de la Psiquiatría, buceamos sobre diferentes trayectorias y enfoques disciplinares que se cuestionaron sobre el papel y la función de la psiquiatría en Latinoamérica. A partir del análisis hermenéutico de documentación primaria, reconstruimos una cartografía de profesionales en la que es posible reconocer distintos proyectos que promueven una Psiquiatría para América Latina: Psiquiatría Folclórica, Psiquiatría Transcultural y Sociopsiquiatría.

 

Palabras clave: Historia de la Psiquiatría, América Latina, Asociación Psiquiátrica de América Latina, Psiquiatría Folclórica, Psiquiatría Transcultural, Sociopsiquiatría.

 

Title: TOWARDS A MAPPING OF PSYCHIATRY IN LATIN AMERICA. NOTES FOR A HISTORY OF PSYCHIATRY IN LATIN AMERICA 

 

Abstract: As part of a broader investigation that analyzes Gregorio Bermann's participation in the construction of the Latin American Psychiatric Association (APAL), this study focuses on the narratives, projects, and disciplinary interests that intervened in the founding moments of this institution. From a critical historiographic perspective that draws on the concepts of Intellectual History and the History of Psychiatry, we explore different trajectories and disciplinary approaches that questioned the role and function of psychiatry in Latin America. Through the hermeneutic analysis of primary documentation, we reconstruct a mapping of professionals in which it is possible to recognize different projects aimed at promoting a Psychiatry for Latin America: Folkloric Psychiatry, Transcultural Psychiatry, and Sociopsychiatry. 

 

Keywords: History of Psychiatry, Latin America, Latin American Psychiatric Association, Folkloric Psychiatry, Transcultural Psychiatry, Sociopsychiatry.

 

 

 

1. Introducción

 

Como parte de una investigación más amplia, que analiza la participación de Gregorio Bermann en los momentos fundacionales de la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL), el presente estudio explora las tramas históricas y los intereses disciplinares que intervinieron en los momentos fundacionales de esta institución.

 

Aunque escasamente investigada en su constitución inicial esta asociación presenta en sus narrativas históricas un discurso complejo y difuso que alude a distintas fechas fundacionales como razón de su origen. Mientras para algunos su nacimiento fue en el Primer Congreso Mundial de Psiquiatría realizado en París en 1950 –continuándose un año después en el congreso de Jalapa (México) –, para la historiografía oficial la creación se llevó a cabo diez años después en la ciudad de La Habana. Estas referencias a momentos fundacionales diferentes nos impulsaron a profundizar en el análisis de la genealogía de ese tejido de relaciones, intereses y visiones que dieron forma a la novel institución. Interpelados por estos procesos, surgieron algunas preguntas que impulsaron la indagación: ¿Cuáles fueron los objetivos y debates que dieron origen a APAL? ¿Qué trayectorias y propuestas conceptuales interactuaron en ese contexto latinoamericano?

 

Estos interrogantes, nos llevaron a explorar en las redes intelectuales que configuraron una cartografía de profesionales del ámbito “psi”, un entramado de figuras claves del espacio psiquiátrico que a lo largo de una década se reunieron, compartieron y polemizaron en torno a los fundamentos de lo que consideraban debía constituir una Asociación Psiquiátrica de América Latina.

 

La comprensión de tales procesos fue realizada a partir de herramientas conceptuales propias de la Historia intelectual y la Historia de la psiquiatría, como perspectivas analíticas que permiten explicar la trama de relaciones que impulsaron distintas propuestas de una Psiquiatría para América Latina.

 

En este horizonte, trabajamos con fuentes documentales primarias (actas, boletines, epistolarios, libros y revistas), que se encuentran preservadas en el archivo personal de Gregorio Bermann del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba (CEA/UNC) y las tensionamos con aquella documentación hallada en algunas de las sociedades psiquiátricas de América Latina (APAL, Sociedad Uruguaya de Psiquiatría, Sociedad Hondureña de Psiquiatría, etc.)

 

 

2. Perspectiva Analítica

 

Como parte de la labor científica, la reconstrucción de los derroteros históricos de la psiquiatría demanda la interpelación de distintas perspectivas de análisis que configuran su objeto de estudio. En este horizonte, nuestro enfoque impulsó una mirada historiográfica crítica que buscó producir un desplazamiento del análisis de las ideas como entelequias abstractas a la vinculación de estas con los intereses sociales, las instituciones y la red de prácticas con las que se articulan. Una historiografía, cuya función apuntó a interrogar certezas y seguridades propias del espacio disciplinar en contextos de recepción más amplios capaces de dar lugar a nuevas reflexiones. Desde esta línea, reconocemos nuestra afinidad tanto con los estudios de recepción realizados en el marco de historia intelectual[2] como con aquellos estudios producidos en la historia de la psiquiatría[3], la psicología[4] y el psicoanálisis[5]. Si bien cada uno de estos espacios posee características y dinámicas propias, su vínculo con las problemáticas más generales de la historiografía permite la construcción de un relato más amplio capaz de visibilizar los puntos de tensión y diálogo entre estos distintos saberes.

 

En este horizonte, conversamos especialmente con los estudios de la Historia de la Psiquiatría cuyo campo fue enriqueciéndose paulatinamente a partir de las distintas corrientes que han abordado los procesos de salud y enfermedad de manera diferencial. Sin pretender hacer un análisis concluyente de este espacio, Rafael Huertas[6] destaca la emergencia y desarrollo de una serie de tradiciones y formas en los que se ha escrito la historia de la psiquiatría. Caracterizada en sus inicios, por un tipo de narrativa celebracionista, centrada en relatos de “grandes hombres” y avances científicos, estas primeras publicaciones –propias de los siglos XIX y XX–, respondían a una racionalidad positivista basada en la progresión y la esencialidad de las ideas, desplegando una lógica evolutiva de los acontecimientos tal como sucedían cronológicamente. Haciendo foco en una interpretación anacrónica de la historia que juzga el pasado con los criterios del presente, estas perspectivas tendieron a pasar por alto las complejas interacciones sociales, políticas y culturales que condicionaban las prácticas psiquiátricas y las conceptualizaciones sobre la locura. En esta trama, la historia de la enfermedad mental quedaba reducida a una serie de logros individuales y avances lineales que esquematizaban una realidad más rica, dinámica y compleja. 

 

En contraste con esta perspectiva, la historiografía crítica –de fuerte presencia en las décadas de 1960 y 1970–, se presentó como una respuesta a las limitaciones del enfoque tradicional. Influida por autores como Michel Foucault (1924 – 1986) y Erving Goffman (1922 - 1982), esta corriente desplazó el foco de atención hacia los factores externos destacando la locura como construcción social y cultural. Esta tradición implicó un cambio significativo en el discurso historiográfico, que puso en cuestión el papel de las instituciones psiquiátricas como mecanismos de control social y coerción. Sin embargo, a pesar de algunos excesos interpretativos que han llevado a pensar la psiquiatría como herramienta de opresión social, esta lectura ha sido una potente herramienta hermenéutica para analizar las prácticas psiquiátricas a través del tiempo.

 

Con intensas críticas a las lecturas seriales de la historia, Michel Foucault propuso una metodología capaz de trascender la labor del historiador como un cronista del pasado convirtiéndolo en un arqueólogo, que desentierra y examina los estratos de saber constituyentes de una época; ya no para explicar una progresión lineal, sino para comprender las discontinuidades y las transformaciones que definen la historia[7]. De esta manera, lo que es posible reconocer en la emergencia del discurso son, más que el orden y la armonía, las contradicciones, las rupturas y discontinuidades en las que se juega la historia. En esta dirección, frente a una historia de las ideas lineal que apela a la continuidad lógica, lo que Foucault postula es una historia basada en una noción de discontinuidad de un entramado de relaciones diferentes en pugna por alcanzar la hegemonía. Como sostiene Pierre Bourdieu[8], Foucault sabía “mejor que cualquiera” que los juegos de verdad son juegos de poder y que en el “explorar lo impensado que es hacer historia de las categorías de pensamiento y del conocimiento que permiten y que prohíben al mismo tiempo (…) Foucault exige develar lo impensado de la ciencia, lo inconsciente de las ciencias del pensamiento” (p. 177-178)[9]

 

En este horizonte, la teoría del campo de Bourdieu resulta oportuna para reconocer las distintas posiciones, habitus, capitales e intereses propios del ámbito psiquiátrico. Esta posibilidad de analizar los espacios sociales y disciplinares como entornos dotados de una estructura y una lógica propia, un capital específico (económico, cultural, social, científico), instancias de consagración (instituciones que lo legitiman) y relativa autonomía, nos permite pensar un escenario disciplinar en tanto espacio de juego, de lucha y de competencia entre actores, que ocupando posiciones más o menos “hegemónicas” o “marginales” configuran un entramado social distintivo. En este tejido, el habitus como un conjunto de disposiciones sociales interiorizadas, impulsa acciones y configura percepciones que construyen subjetividad. Esta doble existencia de la realidad como propiedades objetivas externas independientes de la voluntad de los individuos y como propiedades objetivas incorporadas en esquemas generadores de prácticas y representaciones, permite demarcar nuestro objeto de estudio en plena connivencia con la propuesta bourdiana[10].

 

En nuestro estudio acerca de la psiquiatría en América Latina, la posibilidad de examinar el conjunto de actores sociales que se debaten y relacionan desde posiciones más o menos “hegemónicas” o “marginales” en continua lucha por la conquista de un capital simbólico específico, fue clave para explicar la trama de relaciones que configuraron saberes y discursos sobre la psiquiatría.  En este sentido, la posibilidad de incorporar un enfoque que articule tanto los aspectos subjetivos (experiencias, saberes incorporados), como objetivos (clase social, trayectoria), permitió una comprensión más amplia de la interrelación entre lo individual y lo social en la construcción de los saberes y las prácticas psiquiátricas.

 

A partir de este ideario, abordar la historia de la psiquiatría desde una alianza analítica entre las teorías de Foucault y Bourdieu, constituyó, más que un acto de herejía, la posibilidad de entender al campo disciplinar como un entramado de relaciones de poder y estrategias de lucha por el capital simbólico, en el que los actores pugnan por alcanzar el dominio de la racionalidad científica. En este tejido, la tríada verdad, poder y ciencia actúa como red en la que el actor y sus instituciones configuran habitus, relaciones y discursos en permanente disputa y negociación.

 

En este sentido, frente a una historia concebida como una crónica de eventos sociales, relatos canónicos previamente establecidos y cristalizados en leyendas de vitrina, nuestra indagación se propuso la construcción una posición diferente para la historia de la psiquiatría, que se distanciara tanto de la función celebratoria como de la confirmación de las verdades establecidas. Una posición capaz de interrogar las versiones oficiales y construir conocimiento desde las contradicciones, la duda, los orígenes diversos y los eventos naturalizados en la historia disciplinar. Una historia que al interpelar olvidos y contradicciones nos permitiera aportar críticamente a la disciplina del presente.

 

Sobre este suelo en continuo movimiento, examinamos los núcleos teóricos y dispositivos tecnológicos, en coordenadas plurales a las que inevitablemente responde y que exceden el campo de los conocimientos meramente disciplinares. En este sentido, buscamos aportar a la constitución de un campo de trabajo transdisciplinar capaz de superar intereses específicos y convocar a públicos más amplios constituidos por aquellos interesados en las humanidades, las ciencias sociales, o los estudios literarios y culturales de América Latina.

 

 

3. Una interrogación sobre el estado del arte. Los relatos historiográficos de la Psquiatría en América Latina

 

En las últimas décadas las investigaciones en historia de la psicología de la psiquiatría y del psicoanálisis han sido enriquecidas por diversos estudios de recepción que han ampliado y potenciado el campo de trabajo. Pesquisas como las de Vezzetti[11], Plotkin[12], Celentano[13], entre otros, han interrogado sus objetos en contextos de lecturas más amplios que desbordaron el marco disciplinar y abrevaron en la historia intelectual[14]. En este horizonte, si bien es posible hacer una distinción entre las investigaciones vinculadas a cada una de estas especificidades, su configuración y reconocimiento en el tiempo como espacio de debate y reflexión[15], permitió una mirada más abarcadora de la historia de las disciplinas psi[16] en la que reconocemos una herencia.

 

No obstante, este prolífico escenario no encontró un correlato de igual intensidad en el ámbito de la Psiquiatría de América Latina. Tal como lo advierte Stagnaro (2006), con excepción de países como España, Brasil, o México, la historia de la psiquiatría en Latinoamérica, no ha sido muy indagada. Dada a la tarea, siempre en construcción, de revisión y sistematización bibliográfica, lo que observamos fue un corpus de investigación que a pesar de su heterogeneidad permitió distinguir dos líneas de abordaje. Una, respondía a una historiografía de tipo académica ligada a centros de investigación de historia de la psicología como los de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), la Universidad Nacional de Rosario (UNR), el Centro de Ciencia, Educación y Sociedad (CECIES) y el Instituto de Estudios Histórico-Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro, etc.

 

La otra vertiente, se acercaba a las aproximaciones que Butterfield designaba como Whig; esto es, perspectivas de tipo anticuaristas, presentistas y celebratorias que son generalmente consumadas por actores sociales del propio campo disciplinar y cuyo objetivo es sentar el ejemplo, construir un modelo, una mirada capaz de forjar una identidad colectiva[17]. En este universo, se encuentra la historiografía vinculada a la trama de relaciones que intervinieron en los momentos fundacionales de la Asociación de Psiquiatría de América Latina (APAL).

 

Si bien la historiografía oficial[18], atestigua una fundación en 1960 en la Habana Cuba, todos los escritos inician sus memorias con un suceso que mira hacia el Primer Congreso Mundial de Psiquiatría realizado en París en 1950. A partir de la exploración del relato sostenido por la institución[19], lo que se encontró es una cronología ordenada de fechas, eventos y celebraciones que probablemente digan más por lo que callan que por lo que expresan[20].  En este marco, la bibliografía revela la emergencia de narraciones prolijas, destinadas a los integrantes de la comunidad profesional, que son llevadas adelante por un núcleo común de autores que se enuncian reiteradamente en la reproducción de la historia oficial.

 

En estas apreciaciones históricas se construyen crónicas que a pesar de sus diferencias mantienen un punto de acuerdo, un foco capaz de iniciar una tradición: un mítico momento inicial situado en el congreso parisino de 1950. De este origen común, se derivan dos momentos fundacionales: uno propuesto por aquellos autores que han construido la memoria histórica del ámbito disciplinar, para quienes la APAL fue fundada en La Habana en el marco del convulsionado clima generado por la revolución cubana[21]. Y el otro, enunciado por aquellos psiquiatras centroamericanos que no han pertenecido al elenco de figuras clásicas de la historiografía de la psiquiatría, quienes consideran después del encuentro en el viejo continente la asociación se continuó en  México en 1951[22].

 

En ambas líneas, la referencia a la información presenta una excesiva dependencia a las fuentes secundarias –cuando no la total ausencia de documentos primarios– lo que limita la solidez de las afirmaciones.  En este sentido, el encuentro de alusiones como “próceres”, “maestros”, “iluminadores del presente” y “amigos” para referirse a los actores sociales intervinientes, o las sutiles operaciones discursivas destinadas a dar sentido a un acontecimiento, resultan al menos, llamativas. En estos relatos de carácter Whig o celebratorio la incorporación de mitos de origen no es parte de una práctica nueva, sino que se encuentra presente en las distintas narrativas destinadas a legitimar posiciones contemporáneas recurriendo a la historia. En efecto, tal como sostiene Klappenbach[23], para estos relatos el conocimiento histórico no es importante persé sino en la medida en que sirve para la socialización de los integrantes de un campo profesional y/o académico, y está destinado a fortalecer una determinada identidad de grupo. En este marco, el posicionamiento en torno a un momento fundacional (ya sea en París o en La Habana) permite reconocer algunas operaciones historiográficas destinadas a sostener un mito de origen que a la vez que otorga una identidad unifica un espacio disciplinar en reciente estructuración como lo fue la psiquiatría latinoamericana de mediados de siglo XX.

 

Más allá de los cuestionamientos que pueden establecerse a los sesgos de tales investigaciones identitarias, es innegable que las mismas aportan datos y referencias fundamentales para el/la historiador/a. No solo por las fuentes, los testimonios, las pistas que lanza, sino también y especialmente, porque se encuentra junto con otras tradiciones teóricas[24], en el corazón de lo que Romero[25] nombra como “conciencia histórica”, es decir, cierta creación de sentido en la que interviene la memoria colectiva como factor cardinal, un momento clave que,

 

“[…] que fija los rumbos de su meditación polarizando el acervo de conocimientos ya adquiridos y puntualizando lo que parece inexcusable saber, es pues, ese en el que la conciencia histórica, aun a riesgo de erigir sobre bases precarias un sistema interpretativo, despierta aguzada por las urgencias inmediatas y se conmueve ante las dudas que oscurecen la visión del propio destino. En ese momento la conciencia histórica apela a lo que sabe ya y no vacila en completar provisionalmente su panorama con datos apenas verosímiles, porque está segura de que su intuición le señala en el pasado lo valioso y lo significativo”[26]

 

En este horizonte, adquieren mayor significación la serie de omisiones, valoraciones y reiteraciones encontradas en los relatos históricos vinculados al surgimiento de la APAL. En efecto, en el corpus definido especialmente por la bibliografía primaria, fue posible identificar un núcleo de actores claves que se reiteraban, se citaban, se difundían, pero también se omitían y excluían construyendo una verdadera “tradición historiográfica”. Es decir “reconstrucciones históricas de la disciplina fuertemente sesgada por un conjunto de operaciones intelectuales destinadas a justificar y legitimar posiciones contemporáneas recurriendo a la historia”[27]

 

De este modo, las omisiones y discordancias en las narrativas oficiales de la APAL llevaban a interrogar tanto la homogeneidad de los relatos como las tensiones y contradicciones que subyacían en las redes vinculadas a la psiquiatría en América Latina. A partir de estas inquietudes, elaboramos un mapa, una cartografía de psiquiatras referentes del espacio profesional que mostraban sus coincidencias y acuerdos, pero también sus diferentes proyectos para una psiquiatría latinoamericana.

 

 

4. Hacia una cartografía de la psiquiatría Latinoamericana

 

La historia de la psiquiatría en América Latina fue producto del entrecruzamiento activo y dinámico de distintos factores culturales, epistemológicos y geopolíticos que la han configurado como un mosaico de realidades disímiles. Al ser receptor de múltiples influencias europeas, esta región se caracterizó por su heterogeneidad, diversidad y el continuo proceso de hibridación cultural sobre el que se construyeron las concepciones de salud y enfermedad.

 

En el caso de las problemáticas de origen mental, este atravesamiento es aún más evidente debido a la influencia de las creencias y prácticas culturales en la conceptualización, expresión y tratamiento del malestar psíquico. En este sentido, mientras en el viejo continente, la locura era asociada a los poderes oscuros del demonio, en América Latina las cosmovisiones animistas y las prácticas curativas basadas en plantas medicinales y rituales, se destacaban como elementos activos en los tratamientos de las distintas dolencias.  Concebida inicialmente como un fenómeno sobrenatural y mágico, la enfermedad mental se asoció a la intervención divina de eventos naturales como terremotos, tormentas, cambios climáticos, eclipses y cambios estacionales. Estas manifestaciones naturales se interpretaban como castigos, advertencias o mensajes que permearon en la medicina occidental promoviendo la coexistencia e incorporación de elementos simbólicos y rituales en las prácticas occidentales[28].

 

En este contexto, a pesar de los procesos de exterminio de las creencias originarias producidas en la conquista de América, la medicina nativa continuó bajo el influjo de la leyenda, lo sobrenatural y los nuevos fenómenos colectivos que dieron cuenta de la fuerza de la sugestión y el curandero como figura de importante impacto sociocultural e histórico. En este escenario, el chamán entrañaba una combinación de poderes y capacidades que antecedió a las potencialidades y herramientas (autoridad moral e intelectual, escucha, capacidad persuasiva, etc.) del actual psicoterapeuta[29].

 

En efecto, junto con los procesos de colonización y la llegada de boticarios a América se implementaron diferentes prácticas alejadas de las realidades y creencias nativas. Tal separación, reforzada por el carácter doctrinal de una religión lista para ser impuesta, fue el preludio de una colisión inevitable que buscó instalar el pensamiento occidental de la cultura dominante. Como prisma de lectura de los fenómenos patológicos, estas concepciones etiológicas incorporaron nociones como el castigo divino, las “malas noticias”, el “mal del corazón” o la “piedra dentro del cráneo” como causas de los padecimientos que eran tratados a partir de un amplio espectro de recomendaciones que iban desde el uso de hierbas medicinales hasta la aplicación de alambiques en las sienes.

 

En Centro y Sudamérica, la influencia de la inquisición se expresó en un escenario en el que la iglesia tenía un papel político relevante y –ya sea a través de la catequización o la imposición de castigos– buscaba eliminar lo que consideraba herejía y paganismo entre los indígenas. En esta línea, en 1570 se construyó el primer Tribunal eclesiástico en el continente, erigiéndose la Inquisición como el máximo exponente de la autoridad eclesiástica en la región. Dentro de este contexto, la práctica de la tortura y el exorcismo, instrumentalizadas como métodos de "purificación", eran legitimadas mediante la participación de galenos que, en calidad de peritos, evaluaban el "estado mental" de los individuos sometidos a este proceso[30].

Más allá de la heterogeneidad propia de los distintos países latinoamericanos, junto al debilitamiento del poder colonial y la proliferación de las luchas independentistas, la consideración sobre la enfermedad mental se fue alejando de las perspectivas religiosas y se fueron adoptando enfoques provenientes de la transición al positivismo. En estas prácticas, los dominios vinculados a la etiología física y fisiológica impulsaron nuevos tratamientos que promovían el uso de pomadas, bálsamos, fomentaciones, cataplasmas, imanes, oxígeno y baños termales.

 

Junto con el desarrollo de los procesos de colonización, las temáticas vinculadas a la psiquiatría ingresaron a las Cátedras de las Facultades de las principales capitales latinoamericanas como las de la Universidad de San Marcos, Antioquia o la de Buenos Aires[31] y se difundieron a partir de diversas indicaciones sobre “calidad de vida”, reglas de higiene, organización del descanso y la actividad, etc. Esta expansión impactó en la creación de los primeros asilos y manicomios como el Hospital San Juan de Dios en México, el Manicomio de Río de Janeiro y la Casa de Orates de Santiago de Chile en 1852, el Hospicio de Lima en 1859, la “Casa de Locos” de Buenos Aires en 1863, el Manicomio Nacional de Uruguay en Montevideo en 1880 y el Asilo de Quito en 1887[32].

 

En efecto, las primeras instituciones de asistencia al enfermo mental de la América hispana se crearon dentro de una concepción cristiana que apelaba más a los sentimientos de compasión, búsqueda de redención eterna y beneficencia que a una orientación de tipo médico o naturalista. Esta extensión del pensamiento occidental promovió una mayor recepción de corrientes y teorías europeas que, grabadas por las lógicas del positivismo, atraían a una psiquiatría latinoamericana deslumbrada por el ideal científico propuesto por el primer mundo. En esta senda, los viajes como modalidad de consagración adquirieron un rol principal en el camino de formación y difusión de la nueva ciencia que se desarrollaba bajo la clara influencia de las escuelas francesas e italiana y cuyos textos eran examinados en sus idiomas originales.

 

Avanzado el siglo XX la recepción de nuevas teorías que iban desde el psicoanálisis, a las corrientes fenomenológico-existenciales, la psiquiatría biológica y la psicofarmacología configuraron un panorama múltiple en el que confluyeron las propuestas más o menos eclécticas de la psiquiatría contemporánea. En este tejido, la creación de publicaciones psiquiátricas de la región (como lo fueron los Archivos de Psiquiatría y Criminología creada por Ingenieros en 1902, los Archivos Brasileros de Psiquiatría, Neurología y Ciencias Afines dirigida por Juliano Mereira en 1905,  la Revista de Psiquiatría y Disciplinas Conexas en Lima en 1918  y la Revista Uruguaya de Psiquiatría en 1931), dialogaban con la creación de programas de formación más o menos sistemáticos para los primeros especialistas en psiquiatría, muchos de los cuales se incorporaron a los servicios de asistencia y atención de enfermos.

 

Esta diversidad de propuestas y líneas de recepción teórica se articulaban con una realidad social y económica multiétnica y multiforme que reproducía las desigualdades del centro a la periferia y hacia los interiores del país y del continente. Grandes metrópolis como Buenos Aires o México ocupaban lugares de acceso al conocimiento de mayor circulación de actores y conceptos que otros como Colombia o Bolivia. Por su parte, en el ingreso a los servicios de salud también reproducían desigualdades similares; la presencia de sectores étnicos y socioeconómicamente diferentes, así como la migración masiva del campo a la metrópoli –con los múltiples problemas de desocupación, urbanización vertiginosa y salubridad insuficiente– produjeron cinturones de miseria en torno a las grandes urbes y generaron condiciones de asistencia dispares[33].

 

Esta heterogeneidad construyó un escenario dinámico donde las polémicas epistémicas se entrelazaron con diferentes posiciones sobre lo que constituía una psiquiatría de y para América Latina. Con el desarrollo de estudios locales que desde el movimiento de higiene mental habían permitido la visibilización de los elementos sociales en la contracción del padecimiento mental y su asistencia, se impulsaron una serie de perspectivas que buscaron diferenciarse de las corrientes occidentales y construir un pensamiento más acorde a la realidad latinoamericana. Esto fue lo que, en palabras de Bustamante, constituyó el eje de los debates en el Congreso de París,

 

[…] Aquel congreso sirvió para que la psiquiatría mundial hiciera un recuento de sus aportaciones. Los psiquiatras presentes allí se dieron cuenta que no pintaban nada de eso, que no les decía nada, ni resolvía nada. Entonces se produjo una reunión de latinoamericanos en la que se dijo que en el congreso se están discutiendo cosas que no responden a nuestro entorno. Aquí no se discute el estado atrasado de nuestras comunidades y otras cuestiones. Entonces decidimos reunirnos en México, ofrecido por Raúl Gonzales Enríquez, y allí es que surge la idea de crear una organización[34].

 

 

5. La formación de la Asociación Mundial de Psiquiatría. Nuevos escenarios de encuentro.

 

Como parte de los procesos de reorganización que sucedieron a la posguerra, el I Congreso de Psiquiatría constituyó un espacio de convergencia de profesionales específicamente vinculados a la psicopatología y la medicina mental que en la trama de recuperación de los tejidos vinculares, promovieron la formación de instancias internacionales para la puesta común y organización de saberes científicos[35].

 

No obstante, a diferencia del encuentro previo realizado en Londres de 1948[36], el Congreso de París no se ocupó de la salud mental como campo capaz de ser abonado por distintas disciplinas, sino como un ámbito de reflexiones más clásicamente asociadas a las perspectivas conservadoras y biologicistas de la psiquiatría. De hecho, el congreso que estuvo organizado en torno a siete sesiones plenarias solo tuvo una de ellas dedicada a problemáticas sociales que incluía trabajos de eugenesia y psiquiatría genética. Teniendo como escenario el Anfiteatro de la Sorbona, este congreso reunió a representantes de cuarenta y siete países, incluidos Argentina, Bélgica, Brasil, Canadá, Colombia, Dinamarca, Egipto, España, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Grecia, entre otros pero–al igual que el encuentro de 1948–  tuvo como gran ausencia a los psiquiatras del bloque soviético. Presidido por el Dr. Jean Delay, impulsor del uso de la clorpromazina, y con Henry Ey como secretario general, el congreso reunió a más de mil quinientos especialistas, desde figuras tradicionales como Sakel, López Ibor y Cerletti, hasta jóvenes psicoanalistas como Lacan, Freud y Klein, e innovadores como Mira y López y Delgado.

 

En este marco, otro de los acontecimientos claves que dieron cuenta de las nuevas transformaciones de la psiquiatría, estuvo vinculada a la confluencia, en el mismo congreso internacional de psiquiatría de profesionales de toda Latinoamérica. En este evento, bajo el estrado del peruano Honorio Delgado, se reunieron especialistas de distintos países del continente a los fines de  considerar básicamente dos mociones: 1) la del grupo mexicano, liderado por el Dr. González Enríquez (quien propuso la idea sobre la creación de una sociedad científica que integrara a todos los países de la América Latina) y 2) la presentada por Ramón Sarró Burbano, que convocaba a la inclusión de España y Portugal en esa misma congregación y por ende a la unión iberoamericana.[37]

La realización de reuniones paralelas durante el congreso, también, fueron confirmadas por otros autores de la historiografía general quienes aludieron a la presencia del franquista Vallejo Nájera en la propuesta de constituir una psiquiatría iberoamericana. Aunque con diferencias en torno a los autores de la moción de creación de una asociación iberoamericana (que, para algunos, era Vallejo Nájera y para otros, Sarró Burbano), los escritos destacan que la idea de inclusión de España en el espacio latinoamericano fue descartada por amplia mayoría.

 

Concluida la votación, el Dr. Honorio Delgado solicitó a González Enríquez la exposición de su proyecto que incluyó una serie de finalidades y problemas a resolver –como la necesidad de una enseñanza psiquiátrica escolar y extra-cátedra, los requisitos y reglamentación para el ejercicio profesional, la unificación de los criterios científicos entre diferentes países, el establecimiento de mecanismos de enlace entre las diversas sociedades y la  división del territorio en zonas geográficas con el objetivo de optimizar la gestión de las sedes. De las múltiples respuestas generadas –en su mayoría a favor de las sugerencias iniciales– la intervención del psiquiatra Argentino Gregorio Bermann apoyó la propuesta de una asociación, pero sugiriendo la necesidad de un cuarto intermedio que en una nueva reunión permitiera el cambio de impresiones y la mayor meditación acerca de la forma y organización que debía dársele. En consonancia con su alegato, sugirió la creación de una comisión de tres a cinco personas para la presentación de un proyecto más organizado, lo cual fue respondido de manera inmediata por el doctor Honorio Delgado. Psiquiatra Peruano –con quien Bermann sostendrá una fuerte polémica poco tiempo después– Delgado le respondió que ese era justamente el sentido del encuentro y –en vista a la premura de que se constituya una comisión– propuso a los doctores Raúl González Enríquez de México, el Dr. Delafurich de Chile, el Dr. Botello de Brasil y el Dr. Krapf de la Argentina.

 

Con esta intervención, Bermann quedó por fuera de la organización de la asociación, siendo el Dr. Krapf, un médico de origen alemán residente en Argentina con una formación en psicoanálisis y existencialismo, quien asumió la dirección de la delegación. Posteriormente –casi a modo de devolución de una atención–, el Dr. Krapf pidió que la presidencia de la comisión se encomiende al Dr. Honorio Delgado, moción que fue aceptada por mayoría[38]

 

     Cinco días después del inicio del congreso, el 27 de septiembre se presentó la comisión nombrada y se dio lectura a los puntos trabajados que fueron discutidos y aprobados en el mismo orden de su lectura. De acuerdo con lo consignado en actas, en la discusión intervinieron los doctores Delgado, Eduardo Krapf, Seguín, González Enríquez, Bustamante, Nin, Martí Ibáñez y Delafurich. En este marco se decide por votación mayoritaria la creación la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL) como un organismo ínterlatinoamericano dedicado a:

a)    Establecer y vigorizar las relaciones de los Psiquiatras Latinoamericanos (por medio de correspondencia, becas, congresos, intercambio de profesores, etc.).

b)    Instituir bases técnicas comunes de las agrupaciones psiquiátricas, a fin de que llenen las cualidades mínimas indispensables a este tipo de asociaciones.

c)    Procurar el impulso de la enseñanza psiquiátrica escolar y de post-graduados.

d)    Estudiar y poner a consideración de sus miembros para su colaboración, los programas requeridos a dicha enseñanza.

e)    Recomendar a las autoridades respectivas lo necesario y adecuado para que los servicios psiquiátricos, de investigación y de enseñanza, se ajusten a una posición científica actual y a las necesidades de cada país.

f)     Disponer de un órgano de expresión de carácter científico y de boletines informativos si se considera necesario para la organización.

g)    Procurará la redacción de un código general legislativo y proyector del enfermo psiquiátrico.

h)    Procurará obtener los subsidios necesarios para sus fines.

i)     Pugnará por la reglamentación del ejercicio profesional psiquiátrico.

j)     A solicitud de sus miembros intervendrá condicionalmente, en aspectos no especificados en los presentes puntos generales[39].

 

La reunión propuso organizar el trabajo en tres ejes: México-Caribe (conformado por México, Centroamérica, Venezuela y las Antillas), Sur del Atlántico (incluyendo Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Argentina) y Sur del Pacífico (comprendiendo Colombia, Ecuador, Perú y Chile). Cada región estaba liderada por un país que quedaba designado como responsable y era acompañado por delegados encargados de llevar a cabo las tareas necesarias. Además, se estableció una secretaría general y de coordinación temporal, cuyo mandato se extendía hasta que la próxima convención estableciera un reglamento definitivo y se designará un presidente que asumiera la secretaría general durante un periodo de dos años. Asimismo, se instaba a la conformación de las asociaciones regionales, en las que podían votar todos los miembros, incluso aquellos que no habían asistido a la convención general. Asimismo, se acordó que el sostenimiento económico de la Asociación sea garantizado tanto por aportaciones personales de los miembros, como por aportaciones privadas o donaciones gubernamentales o de instituciones, con la limitación o amplitud que les otorgaba la normativa vigente[40].

 

De esta manera, aprobado por unanimidad el reglamento y nombrado  González Enríquez como Secretario General y de Coordinación del I Congreso Latinoamericano a realizarse en diciembre de 1951 en México, se conformaba una comisión de representantes zonales constituidos por  los doctores Raúl González Enríquez y Ángel Bustamante (como titulares) y Alfonso Millán y Ángel Nin (como suplentes) para México y Caribe; para el área Sur Atlántico el Dr. Adauto Botelho y Eduardo Krapf (suplentes: Mario Yahn y Luis Martínez Dalke) y para la zona Sur Pacífico los doctores Honorio Delgado y Luis Acevedo Castillo (suplentes: Alberto Seguín y Alberto Gallinato). Asimismo cabe destacar otro de los datos que no pudo ser confirmado en actas,  pero que fue expresado en el escrito del psiquiatra mexicano Campos Farfán (2016) que consigna que en esa ocasión se designaron otras comisiones destinadas tanto a la creación de la Revista Latinoamericana de Psiquiatría encomendada a Bermann, como a la organización del programa preliminar del I Congreso, que tendría un comité encargado de la logística, la promoción y la invitación de los delegados en las dos sedes propuestas  la ciudad de México y la de Jalapa[41]

 

El 14 de marzo de 1951, el Dr. Bustamante, viajó a Venezuela como representante de Cuba en las Jornadas Panamericanas e informó sobre lo que a su decir había sido una reunión “preparatoria” realizada en el marco del congreso de París para la constitución de una Asociación Latinoamericana de Psiquiatría. Con ese objetivo –y como delegado de la región –, el psiquiatra cubano notificó sobre las gestiones realizadas y sugirió que la Sociedad Venezolana de Psiquiatría tome parte en las deliberaciones para la creación de una asociación que tendría existencia autónoma abarcando a toda la Psiquiatría Latinoamericana[42].

 

Tal como lo detalla el informe realizado por el Dr. Ramón Alcerro Castro[43], el encuentro contó con la participación de importantes funcionarios de gobierno, autoridades académicas y colegas que acompañaron las distintas propuestas sociales y de protocolo. En este marco, la Segunda Reunión de la Asociación Psiquiátrica de América Latina y del IV Congreso mundial de Salud Mental[44], se inició el 7 de diciembre con una recepción personal en la casa de González Enríquez y continuó al día siguiente a las diez de la mañana, en el Auditórium del Instituto Mexicano del Seguro Social, donde el Rector de la Universidad Nacional Autónoma inauguró las sesiones. Teniendo como integrantes de honor al representante del Instituto Mexicano del Seguro Social (Dr. Mario Quiñónez), al representante de Acción Cultural de la O.E.A. (Dr. José Luis Patiño) y al representante de la Federación Mundial de la Salud Mental, el argentino Dr. Eduardo Krapf, así como a los delegados de Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá, Perú, República Dominicana, Venezuela y México. En esta reunión, la Secretaría General de la A.P.A.L. presentó un informe detallando las actividades realizadas y la delegación de Cuba –encargada de presentar una ponencia en dicha sesión–, expuso su estudio titulado "Puntos y Términos Generales de la Educación Psiquiátrica en la Escuela de Medicina y Enseñanza Graduada"[45].

 

La segunda cita se llevó a cabo en el Aula de Observación de Hombres del Manicomio General de la ciudad de México y contó con la presencia del director general de la Asistencia Psiquiátrica el Dr. Velasco Suárez. En este encuentro, bajo la dirección del representante de Chile, el Dr. Nassar, se debatieron y acordaron las modificaciones propuestas al estatuto de la A.P.A.L. Tras intensos debates –que según Campos Farfán (2007) tuvieron a José Bustamante como figura principal[46]–, se consensuó un reglamento provisional, asignando a cada país la tarea de estudiarlo detenidamente para su aprobación final en una reunión futura. Durante el evento, se nombraron las autoridades de la APAL, que quedó conformada por Raúl González Enríquez (México) como secretario general y Merman Vergara (Colombia), Carlos Alberto Seguín (Perú), José Ángel Bustamante (Cuba) y Carlos Nashar (Chile) como consejeros. En esta reunión, la delegación de Honduras propuso la creación de  una Asociación Psiquiátrica de Centroamérica y Panamá (APCP), como un espacio de colaboración complementario no reñido con la asociación latinoamericana y se acordó  la realización del Primer Congreso de Psiquiatría en Chile para diciembre de 1952 (con posterioridad al Congreso de Psiquiatría de dicho país y como homenaje al primer centenario del manicomio de dicho país).

 

Un día después, la delegación se trasladó a la ciudad de Jalapa donde fueron declarados huéspedes de honor en el acto celebrado por el Gobernador del Estado de Veracruz, el Lic. Marco Antonio Muñoz. Luego de visitar al Rector de la Universidad Veracruzana, el 10 de diciembre se realizó la tercera sesión de la A. P. A. L. que contó con la presidencia de Panamá, la Secretaría de Santo Domingo y la presentación de Perú sobre los "Puntos Fundamentales Para Una Psiquiatría Social en América Latina". Finalmente, el 11 de diciembre se llevó adelante la última sesión presidida esta vez, por Cuba y por Guatemala a cargo de la Secretaría General. Más allá de ciertas inconsistencias en las fechas de tales eventos, la historiografía coincide que en ese primer encuentro se consensuó una comisión organizadora encabezada por Gonzáles Enríquez (México), Seguín (Perú) y Bustamante (Cuba), que tenía por misión organizar el espacio de psiquiatras latinoamericanos.  No obstante, pocos meses después, el dinámico y carismático Raúl Gonzáles Enríquez sufre un accidente y muere trágicamente.

 

La impensada muerte de Enríquez, quien había actuado como motor principal de la asociación, desarticuló la promoción de encuentros anuales que –aunque fueron discontinuados– permitieron la incorporación de otros actores que, paulatinamente, pasaron a formar parte de las comisiones organizativas como es el caso de Guillermo Dávila (México), Pacheco Silva (Brasil) e incluso Gregorio Bermann (Argentina). En 1954, el Dr. Bustamante hace llegar a la asociación venezolana una carta promoviendo la organización de los comités locales de la APAL y propone la realización de una reunión dentro del marco del V Congreso Internacional de Salud Mental, que se iniciaba el 14 de Agosto de 1954 en Toronto[47].

 

Tres años después, en el II Congreso Internacional de Psiquiatría que se celebró en Zúrich (Suiza), se concretó una nueva reunión en la que se rechazó nuevamente el ofrecimiento español de una Asociación Ibero  Americana y se constituyó una nueva comisión directiva conformada por los por los doctores Bustamante (Cuba); Seguín (Perú); Pacheco e Silva (Brasil); Guillermo Dávila (México); Gregorio Bermann (Argentina) y Jesús Mata De Gregorio (Venezuela), en la que se ratificó el criterio de impulsar  la construcción de la APAL” (Bustamante, 1988). En Octubre de 1958, con motivo del III Congreso Latinoamericano de Salud Mental llevado adelante en Lima (Perú), la comisión volvió a reunirse y  se organizaron los  comités que pondrían en marcha a la agrupación que ya contaba con el apoyo de casi todas las Sociedades Psiquiátricas del Continente. De esta manera, de acuerdo con la historiografía tradicional, con un desarrollo lento mediado básicamente por la correspondencia mantenida con asociaciones de cada país, en 1960, en la ciudad de la Habana la comisión se reúne y decide,

 

 […] dar por fin el cumplimiento del mandato de Jalapa. Durante el desarrollo de la conferencia en el hotel La Habana Libre nos reunimos el 10 de septiembre 1960, Seguín, Dávila, Bermann,  Pacheco Silva, Mata de Gregorio y yo y después de analizar lo hecho y las perspectivas ofrecidas acordamos crear la APAL y encomendar a Mata de Gregorio la organización de su primer congreso[48]

 

En este punto se destaca una clara discrepancia en torno a las fechas fundacionales en la medida en que, mientras para esta serie de actores vinculados a APAL, el encuentro de 1951 era solo un antecedente necesario para la formación del Grupo Latinoamericano de Estudios Transculturales (GLADET), para otros significaba tanto la segunda reunión de APAL (cuya creación habría sido en el congreso de París), como la génesis de la asociación caribeña[49]. Tales contrariedades en los relatos encontrados promovieron la profundización de fuentes primarias y la construcción de una cartografía de autores, psiquiatras latinoamericanos en los que era posible reconocer distintos proyectos disciplinares para América Latina.

 

En esta senda, fue posible localizar informes y actas fundacionales de la APAL en publicaciones especializadas de la época, como la Revista de Psiquiatría del Uruguay y la Revista Latinoamericana de Psiquiatría dirigida por Gregorio Bermann. No obstante, a pesar de una búsqueda exhaustiva en el Archivo Nacional de Cuba realizada en el mes de mayo de 2017, no se hallaron documentos sobre la reunión constitutiva de La Habana en 1960, más allá de los testimonios encontrados de figuras destacadas de la institución. A pesar de que la historiografía oficial continúa presentando la reunión de La Habana como el momento fundacional de la APAL, la exposición de otros momentos fundacionales nos llevó a interrogar la trama de debates y tensiones surgidos en torno a los orígenes de la APAL.

 

Si bien tales problemáticas admiten múltiples abordajes, las reflexiones en torno a la función del mito en las construcciones históricas emergen con una particular intensidad. Es ya un lugar común afirmar que las culturas viven gracias a las leyendas sobre su pasado, en ellas el mito no solo brinda una descripción, una explicación, sino que también marca una línea genealógica, una identidad colectiva que permite la construcción de unidad[50]. En efecto, sea cual fuere el posicionamiento tomado ante la función del mito para el/la historiador/ra, es claro que estas reconstrucciones aportan datos y referencias fundamentales, no sólo por los testimonios y la serie de relaciones que ilumina, sino también y especialmente, por aquello que nos dice, sobre el presente disciplinar.

 

En esta trama de relaciones, los orígenes disímiles en la creación de la APAL – ya sea París, México o Cuba– expresan operaciones discursivas capaces de invisibilizar o minimizar, fechas, acciones, publicaciones, informes y actas de creación capaces de producir un relato que retoma un linaje, una genealogía desde la cual reconocerse. Cabe destacar que las reflexiones en torno a estas narraciones identitarias no buscaron cuestionar la parcialidad histórica presente en las construcciones institucionales, sino más bien, interpelar la imposibilidad que esa parcialidad generaba para revisar críticamente el proceso de producción historiográfica. Desde esta mirada, el análisis de las tramas y trayectorias que en 1950 intervenían en la construcción de una psiquiatría para América Latina, permitió no solo explicar sus inicios, sino también identificar similitudes y diferencias presentes en este colectivo que pugnaba por proyectar un destino común.

 

En este movimiento, se formaron redes intelectuales que, si bien compartieron un interés común por los aspectos socioculturales de la salud mental, también presentaron diferencias y matices en sus enfoques. Junto con la realización de congresos, la publicación de revistas más o menos específicas y la construcción de centros de asistencia con formación académica para residentes se fue estructurando un escenario cuya cartografía reconocía actores, perfiles y biografías que se cruzaban en la búsqueda por construir un pensamiento psiquiátrico en la región.

 

Pasada la mitad del siglo XX, en el campo psiquiátrico se iniciaron una serie de reflexiones sobre la influencia de la cultura en el análisis, el diagnóstico y el tratamiento de los trastornos mentales. En este horizonte, la confluencia de la psiquiatría con la antropología y la sociología generaron un abanico de miradas que fueron desde los estudios introducidos por el psicoanálisis culturalista (Fromm, Sullivan, Horney, de mucho impacto en México) al análisis de la cultura y la personalidad (influencia del psicoanálisis en la antropología norteamericana de los años treinta); la Antropología médica (bajo el enfoque de los antropólogos sociales dedicados a realizar investigaciones en el campo sanitario, de los años sesenta), la Psiquiatría primitiva y Etnopsiquiatría (denominaciones propuestas por Devereux y otros autores franceses, que destacaron el estudio intercultural de la conducta), la Psiquiatría Transcultural, la Psiquiatría Comparada y la Psiquiatría cultural, entre otras.

 

De estas múltiples propuestas disciplinares para pensar América Latina distinguimos tres perspectivas que se destacaron en congresos y publicaciones específicas vinculadas a la construcción de la APAL: la Psiquiatría Folclórica  (llevada adelante especialmente en Perú y representada por el psiquiatra Carlos Alberto Seguín); la Psiquiatría Transcultural (de mayor desarrollo en Cuba con José Bustamante) y, la Sociopsiquiatría (propuesta por el psiquiatra argentino Gregorio Bermann).

 

Si bien en términos conceptuales la diferencia entre estas apreciaciones teóricas, es parte de un análisis que excede las posibilidades de este trabajo es interesante destacar algunos aspectos de los distintos enfoques sostenidos en torno a la relación de la salud y la enfermedad mental en las realidades latinoamericanas. Sobre estos cimientos, la psiquiatría folclórica promovida por Carlos Alberto Seguín, destacó la recuperación y legitimación de los saberes populares sobre la salud mental. A diferencia de las miradas que consideran estas prácticas como supersticiones o formas primitivas de conocimiento, esta mirada buscó revalorizar el entramado cultural en el que se construye el individuo no se limitándose a la mera observación de las prácticas curativas tradicionales, sino a su incorporación en un modelo integrado a la psiquiatría científica. Desde esta perspectiva se distinguía de la etnopsiquiatría porque no pretendía justificar prejuicios raciales o culturales, sino destacar la persistencia de cosmovisiones prehispánicas en la comprensión de la enfermedad mental en América Latina. En este contexto, el curandero, el chamán o el sanador comunitario no eran interpretados como meros vestigios de un pasado arcaico, sino como actores significativos en el dispositivo  de sus comunidades[51].

 

Haciendo énfasis ya no solo en el rescate de saberes tradicionales, sino más bien en la comprensión de los efectos de la hibridación cultural sobre la salud mental, la psiquiatría transcultural, propuesta de Bustamante, se centró en el impacto de la transculturación en las manifestaciones clínicas de los trastornos mentales. En este sentido, no solo reconoció la variabilidad de los síntomas según los contextos socioculturales, sino que buscó una nosología psiquiátrica que tuviera en cuenta estas diferencias. En la medida en que la migración, la colonización y la hibridación cultural habían generado un entramado de influencias que afectaban la vida de los individuos, consideraba fundamental construir un conocimiento psiquiátrico que no partiera de una perspectiva universalista, sino que fuera capaz de adaptarse a la diversidad de experiencias culturales[52].

 

En el marco de un siglo XX convulsionado e impulsada por  su participación en la escena política,  la sociopsiquiatría, representada por Gregorio Bermann, ofreció un enfoque que trascendió la relación entre psiquiatría y cultura para incorporar un análisis de las estructuras socioeconómicas en la producción del sufrimiento psíquico. Desde este ideario, el psiquiatra argentino consideró que las enfermedades mentales no podían ser comprendidas al margen de las condiciones materiales de existencia, y que la desigualdad económica desempeñaba un papel fundamental en su génesis. En esta perspectiva, la psiquiatría no sólo debía apuntar a estudiar los síntomas y su posible tratamiento, sino también abordar las causas estructurales que desde su origen generaban sufrimiento psíquico[53]. De esta manera, mientras la psiquiatría folclórica y la transcultural se enfocaban en el papel de la cultura y la tradición en la contracción de la enfermedad mental, la sociopsiquiatría se orientaba hacia el análisis de las condiciones económicas y políticas que subyacían a los trastornos psiquiátricos.

 

 

6. Reflexiones finales

 

En el presente estudio, indagamos la trama de relaciones, conceptos y eventos que intervinieron en los momentos fundacionales de la Asociación Psiquiátrica de América Latina. Desde una mirada crítica capaz de traspasar los límites estancos de las disciplinas científicas y examinar sus producciones a partir del análisis de contextos de preocupaciones intelectuales más amplias, nos adentramos en los primeros desarrollos de la psiquiatría en la región reconociendo allí distintos referentes y líneas teóricas que examinaron la incidencia de factores culturales en la contracción y representación de la locura.

 

Desde este  horizonte historiográfico, visibilizamos un tejido de relaciones donde los actores se desplazaban, se encontraban y polemizaban siempre atravesados por los acontecimientos de un siglo marcado por profundas transformaciones sociales, políticas y culturales. En este derrotero, la circulación de personas, textos, revistas y conceptos, promovió la constitución de un campo simbólico donde la psiquiatría del subcontinente –que inicialmente había adoptado los paradigmas europeos–, buscó construir enfoques propios en función de las características de la región. Sobre esta base, se gestó una red de relaciones en la que intervinieron distintos proyectos de y para una Psiquiatría en América Latina que tuvieron como algunos de sus catalizadores a la Psiquiatría Folclórica, la Psiquiatría Transcultural y la Sociopsiquiatría.

 

Estas iniciativas, lejos de ser excluyentes, aportaron nuevos elementos para pensar las problemáticas del padecimiento y la salud mental en contextos particulares. En esta trama, mientras la psiquiatría folclórica se centraba en la sabiduría ancestral, la psiquiatría transcultural examinaba los efectos del contacto entre culturas en la configuración del sufrimiento psíquico y la sociopsiquiatría introducía una mirada estructural que llevaba a considerar el papel de las desigualdades sociales en la producción de enfermedades mentales. 

 

Sin embargo, a pesar de que algunos autores y centros de investigación han recuperado algunas de estas reflexiones e ideas, su difusión y reconocimiento no ha logrado permear de manera sustantiva la formación de los profesionales quedando excluida de una memoria disciplinar que consideramos importante recuperar.

 

 

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[1] Los criterios empleados para la organización de la firma estuvieron vinculados a la especificidad de las tareas de investigación.

[2] ALTAMIRANO, Carlos Historia de los intelectuales en América Latina II. Los avatares de la “ciudad letrada en el siglo XX. Bs As.: Katzs Editores. 2010; TERÁN,Oscar Nuestros años sesenta, Buenos Aires: Punto Sur, 1991; SIGAL, Silvia. Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires: Punto Sur, 1991; TARCUS, Horacio Marx en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007; VEZZETTI, Hugo. Psiquiatría Psicoanálisis y Cultura comunista. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2016; PLOTKIN, Mariano. Freud en las pampas: Orígenes y desarrollo de una cultura psicoanalítica en la Argentina (1910-1983). Buenos Aires: Sudamericana. 2003; entre otros.)

[3] HUERTAS, Rafael. Historia de la Psiquiatría, ¿Por qué?, ¿Para qué? Tradiciones historiográficas y nuevas tendencias. Frenia [En línea] Vol. I-1-2001 Disponible en:https://www.revistaaen.es/index.php/frenia/article/view/16354/16200, Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025; HUERTAS, Rafael. Historia cultural de la psiquiatría: (re)pensar la locura. Madrid: Libros de la Catarata. 2012; STAGNARO, Juan Carlos. Evolución y situación actual de la historiografía de la psiquiatría en la Argentina. Revista Frenia [En línea] Vol. VI-2006 Disponible en: https://www.revistaaen.es/index.php/frenia/article/view/16431 Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025.

[4] DANZIGER, Kurt. Hacia un marco conceptual para una Historización crítica de la psicología, York University, Toronto, Canadá. Traducción del seminario 1996; KLAPPENBACH, Hugo Construcciones historiográficas. Psicología y Psicoanálisis Psicología em Estudo [En línea] Maringá, v. 11, n. 1, p. 3-17, jan./abr. 2006 Disponible en:https://www.scielo.br/j/pe/i/2006.v11n1/ Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025; VEZZETTI, Hugo.Aventuras de Freud en el país de los argentinos. Buenos Aires: Paidós. 1996; ETC.)

[5]  ROUDINESCO,Elizabeth. La batalla por los cien años: Historia del Psicoanálisis en Francia 1885-1939. Buenos Aires: Editorial Fundamentos, 2000; PLOTKIN, Mariano. Freud en las pampas: Orígenes y desarrollo de una cultura             psicoanalítica en la Argentina (1910-1983). Buenos Aires: Sudamericana. 2003, entre otros.

[6] HUERTAS, Rafael. Ibídem

[7] BRITOS, María del Pilar. Michel Foucault: Del orden del discurso a una pragmática de lo múltiple. Tópicos [En línea] (11), 63-82. Disponible en: https://www.redalyc.org/pdf/288/28801104.pdf consultado: 15 de febrero de 2025.

[8] BOURDIE, Pierre. Intervenciones, 1961-1995. Ciencia Social y Acción Política. Córdoba: Ferreira Editor, 2005

[9] En el texto realizado en homenaje a Michel Foucault publicado en el periódico Le Monde el 27 de junio de 1984 Pierre Bourdieu, afirmaba “Hubiera querido expresar mejor este pensamiento encarnizado en conquistar el dominio de sí es decir El dominio de su historia, historia de las categorías de pensamiento, historias del querer y de los deseos. Es también, bien esa fuente de rigor, ese rechazo al oportunismo en la conciencia como en la práctica, en la técnica de vida como en las elecciones políticas que hacen de Foucault una figura irremplazable” (BOURDIEU, Pierre. Intervenciones. Op. Cit.  p. 179).

[10] Ver especialmente BOURDIEU, Pierre Intelectuales Política y Poder. Buenos Aires: Eudeba, 1999.

[11] VEZZETTI, Hugo. Aventuras de Freud en el país de los argentinos. Buenos Aires: Paidós. 1996.

[12] PLOTKIN, Mariano y RUPERTHUZ Honorato M. Estimado Doctor Freud. Una historia cultural del psicoanálisis en América Latina. Buenos Aires: Edhasa, 2017.

[13]CELENTANO, Adrián Ideas e intelectuales en la formación de una red sudamericana antifascista. Literatura y lingüística, (17), 195-218. [En línea] Disponible en: https://dx.doi.org/10.4067/S0716-58112006000100013  Fecha de consulta: 15 de febrero de 2025

[14] ALTAMIRANO, Carlos Intelectuales. Notas de investigación sobre una tribu inquieta. Buenos Aires: Siglo XXI Argentina, 2013.

[15] Tal como lo mencionan DAFGAL, Alejandro. Entre París y Buenos Aires. Buenos Aires, Argentina: Paidós, 2009 y STAGNARO, Juan Carlos. Evolución… Op. Cit., los Encuentros de Historia de la Psiquiatría la Psicología y el Psicoanálisis constituyen un espacio que permite delinear un ámbito de trabajo que se va enriqueciendo de manera ininterrumpida desde 1999 hasta la actualidad. 

[16] Entendido en sentido amplio, este término ha sido abordado por PLOTKIN, Mariano (Op. Cit.) con el objetivo de poder abarcar no solamente las ideas específicamente vinculadas a las disciplinas de este campo, sino también a un conjunto más amplio de prácticas culturales y sociales que se insertan en un universo definido por la psiquiatría, la psicología, el psicoanálisis.

[17] KLAPPENBACH, Hugo. Construcciones historiográficas en Psicología y Psicoanálisis, Psicología em Estudo, Maringá [En línea] v. 11, n. 1, p. 3-17, jan./abr. 2006

[18] Entendiendo a ésta como aquella bibliografía directamente vinculada con la institución.

[19] Disponible en:  https://www.webapal.org/

[20]RODRÍGUEZ, Mariana; LALLANA, Nicolá.Gregorio Bermann y la Asociación De Psiquiatras De América Latina. VIII Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología, las XX Jornadas de Investigación y el XXI Encuentro de Investigadores del MERCOSUR, 2017 ISSN 1667-6750.

[21] ROJAS MALPICA, Carlos. y PORTILLA GEADA, Nestor de la y VILLASEÑOR BAYARDO, Sergio Javier. Historiografía de la psiquiatría latinoamericana. Investigación en Salud vol. IV, núm. 3, diciembre, 2002, p. 0 Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=14240305 Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025; VILLASEÑOR BAYARDO, Sergio. (s/d) Clásicos de la Psiquiatría Antología de textos clásicos de la psiquiatría latinoamericana. Ed. Grupo Latino Americano de Estudios Transculturales, México. ALARCÓN, Renato. (1990). Identidad de la Psiquiatría Latinoamericana. México: Siglo XXI. BUSTAMANTE, José. (1988) “Historia de la asociación psiquiátrica de América latina” Revista de psiquiatría del Uruguay.  N° LIII. Año, 1988.

[22]Especialmente CAMPOS FARFAN, Cesar. Ponciano tenorio montes (1912- 1963): pionero de la psiquiatría en Michoacán y fundador del hospital psiquiátrico de Morelia Revista de Estudios Históricos, núm. 46, julio-diciembre, 2007, pp. 89-128 México: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Morelia. CAMPOS FARFÁN, Cesar. El Dr. Raúl González Enríquez y la fundación de la Asociación Psiquiátrica de América Latina. Gaceta Médica México 2017.  Disponible en: http://new.medigraphic.com/cgi-bin/resumen.cgi?IDARTICULO=74787. Consultado: 15 de febrero de 2025; y, REYES TICAS, Américo. Historia de la psiquiatría en Honduras, Rev. Médica hondureña [En línea] Vol. 65 (2): 89-95, 1997 Disponible en: https://revistamedicahondurena.hn/assets/Uploads/Vol65-2-1997-12.pdf Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025

[23] KLAPPENBACH, Hugo, Ibidem.

[24] Para un estudio detallado sobre la construcción de tradiciones identitarias en Psicología y Psicoanálisis ver KLAPPENBACH, Hugo, Op. Cit.

[25] ROMERO, José Luis. El despertar de la conciencia histórica. La Nación, Buenos Aires, junio de 1945. Archivo digital de obras completas de José Luis Romero [En línea.] https://jlromero.com.ar/textos/el-despertar-de-la-conciencia-historica-1945/?print-posts=pdf

[26] ROMERO, Juan Carlos. El despertar de la conciencia… Op. Cit.. p.3

[27] KLAPPENBACH, Hugo. Construcciones… Op. Cit. p.3.

[28] ALTAMIRANO, Carlos Historia de los intelectuales en América Latina II. Los avatares de la Ciudad letrada" en el siglo XX. Bs As.: Katzs Editores. 2010

[29] FERRARI, Fernando Jose De la locura a la enfermedad mental. Córdoba 1758-1930. Una historia cultural de los discursos y prácticas médicas sobre la locura. Córdoba: Fernando José Ferrari, 2016.

[30] Tal como consigna el clásico historiador de la psiquiatría, Gregory Zilboorg, “no todos los acusados de ser brujas o hechiceros eran enfermos mentales, pero casi todos los enfermos mentales eran sindicados como brujas, hechiceros o hechizados” (p. 301). De esta manera, la jerarquía de la Iglesia Católica representaba casi de manera directa a la enfermedad mental en figuras como las “brujas” y los “hechiceros”. En la carta al Vaticano escrita por el arzobispo de Santa Fe, solicitando la creación de un Tribunal del Santo Oficio en Cartagena, Virreinato de Gran Colombia expresaba: “Se trata de gente entregada a todo género de vicios… hombres alterados y belicosos… hay pocas o ninguna mujer que no haya incurrido en hechizos” ZILBOORG, Gregory. Historia de la psicología médica. New York: WW Norton & Co., Inc., 1941, p.515.

[31] Si bien la psiquiatría y disciplinas conexas no eran un tópico específico en los programas de estudio de las facultades, si se mencionaba en áreas tales como Fisiología (en el Programa de la Escuela de Antioquia, por ejemplo) temas con títulos sugerentes tales como “Funciones encefálicas: Inteligencia, sensibilidad, memoria, juicio, voluntad, pasiones” o “Higiene: Influencia moral y sensitiva, pasiones”. El Programa de Terapéutica incluía capítulos dedicados a “Medicaciones debilitantes aplicadas al Sistema Nervioso”, “Irritaciones Crónicas del Sistema Cerebroespinal”, “Medicaciones Estimulantes dirigidas sobre el sistema nervioso” ALTAMIRANO, Renato. Contexto histórico y cultural en el estudio de la enfermedad mental: perspectivas latinoamericanas. Revista Médico Clínica, Condes.  23 (5) pp. 511-518

[32] ROSSELLI, Humberto. Historia de la Psiquiatría en Colombia. Bogotá: Editorial Horizontes, 1968.

[33] ROJAS MALPICA, Carlos, PORTILLA GEADA, Néstor y VILLASEÑOR BAYARDO, S. “Psiquiatría y Medicina… Op. Cit. p.

[34] ALARCÓN, Renato (1990). Identidad de la Psiquiatría Latinoamericana. México: Siglo XXI. P. 171

[35] SAPIRO, Giséle (2017) Los intelectuales: profesionalización, politización, internacionalización. Córdoba: Eduvin. Universidad Nacional de Villa María.

[36] Este III Congreso Internacional de Salud Mental se planteaba como la continuidad de los encuentros previos realizados sobre higiene mental en Washington (1930) y París (1937) y había estado previsto para 1942 en Brasil. No obstante, debió postergarse por el estallido de la Segunda Guerra Mundial y se trasladó a Londres con el doble propósito de recuperar los lazos entre colegas naciones enemigas e incluir la cuestión de la salud mental en un proyecto básicamente europeo de reparación y edificación de la paz. Conf. VEZZETTI, Hugo. Psiquiatría, psicoanálisis y cultura comunista. Batallas ideológicas en la Guerra Fría, Buenos Aires: Siglo XXI, 2016

[37] Cfr. Actas de creación de la APAL, Revista de Psiquiatría de Uruguay 1951. Archivos de la Sociedad de Psiquiatría de Uruguay

[38] PICCININI, W. Historia Da Associacao Psquiatrica Da America latina. Psyquiatry on line Brasil [En Línea] 15 (5). Disponible en: http://www.polbr.med.br/ano10/wal0510.php Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025.

[39] PICCININI, W. Historia Da Associacao Psquiatrica Da America latina… Op. Cit

[40] Ibidem

[41] PICCININI, W. Historia Da Associacao Psquiatrica Da America latina Op. Cit.

[42]IBANEZ DOMINGUEZ, J. Historia de la Asociación de Psiquiatría de América Latina.  Archivos Venezolanos De Psiquiatría y Neurología, Vol. 62, N° 127, 2016

[43] Destacado profesor y médico hondureño Ramón Alcerro Castro nació en septiembre de 1918 en Comayagua ciudad de Honduras y egreso de su Universidad Central. Luego de haberse especializado en Washington D. C. y en Madrid, de 1942 a 1945, fue considerado el primer psiquiatra y director de la cátedra de psiquiatría contemporánea de ese país.

[44] Fue publicado en el número 159 de la Revista Médica Hondureña en el volumen de Marzo/ Abril de 1952. Conf. https://revistamedicahondurena.hn/assets/Uploads/Vol20-2-1952.pdf

 

[45] En la misma se propuso no descuidar por más tiempo la importancia de la vertiente psíquica de la persona, desterrando el prejuicio dominante acerca de que la psiquiatría debe de estudiarse sólo de pasada en uno de los cursos de la carrera. Sin embargo, la recomendación formal sobre la enseñanza antes y después de graduados los médicos, se dejó para la próxima reunión de la A. P. A. L. Conf. ALCERRO CASTRO, Informe de las actividades de la Segunda de la Asociación de Psiquiatría de América Latina y el IV Congreso Mundial de Salud Mental. Revista Médica Hondureña [En línea] Año XXII Tegucigalpa, D. O, Honduras, C. A. Marzo y Abril, 1952 Disponible en: https://revistamedicahondurena.hn/assets/Uploads/Vol20-2-1952.pdf Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025.

[46] De acuerdo con Campos Farfán, Bustamante se convirtió en la manzana de la discordia, se mantuvo inconforme durante toda la sesión y refutó todos los puntos, tratando de generar el mismo ánimo entre los asistentes. De hecho, según el autor mexicano el nombramiento de Enríquez como presidente electo de APAL “generó un malestar mayor en Bustamante cuya finalidad, según se cree, era quedar al frente de la naciente asociación”. CAMPOS FARFAN, César. Ponciano tenorio montes (1912- 1963) ... Op. Cit. p. 409. Disponible en: www.redalyc.org/pdf/898/89804603.pdf Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025.

 

[47]IBAÑEZ, DOMINGUEZ. Historia de la Asociación de Psiquiatría de América Latina. Op. Cit.

[48] BUSTAMANTE, José Ángel. Historia de la asociación psiquiátrica de América latina Revista de psiquiatría del Uruguay.  N° LIII. Año, 1988. P. 11 Disponible en: https://revistavertex.com.ar/ojs/index.php/vertex/issue/download/104/119 Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025.

[49] REYES TICAS, Historia de la psiquiatría en Honduras, Rev. Med Hondur [En línea] Vol. 65 (2): 89-95, 19971997 Disponible en:https://www.revistamedicahondurena.hn/assets/Uploads/Vol65-2-1997-12.pdf Fecha de consulta: 24 de febrero de 2025; CAMPOS FARFÁN, César. Ponciano tenorio montes (1912- 1963) ... Op. Cit.

[50] Al respecto es importante profundizar el estudio sobre la construcción de las tradiciones historiográficas en psicología y psicoanálisis realizado por KLAPPENBACH, Hugo. Construcciones… Op. Cit.

[51] SEGUIN, Carlos Psiquiatría Folklórica. En: VIDAL, G., BLEICHMAR, H., USANDIVARAS, R.J. (Eds.) Enciclopedia de Psiquiatría, pp. 580-584. Buenos Aires: Editorial El Ateneo, 1977.

[52] BUSTAMANTE, Jose y  SANTA CRUZ Antonio. Psiquiatría Trasncultural. La Habana: Editorial Científico Técnico. Instituto Cubano del Libro, 1975

[53] BERMANN, Gregorio Nuestra Psiquiatría. Paidós. (1960)