Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 93 (2024), pp. 157-159

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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Review of FROST-ARNOLD, K. (2023) Who Should We
Be Online? A Social Epistemology for the Internet
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New York: Oxford University Press (2023)

Las posibilidades que internet ofrece para aprender sobre realidades ajenas a la propia son amplias y están al alcance de cualquiera. Actualmente, un usuario poco familiarizado con el activismo antirracista o la lucha por los derechos LGBT+ puede conocer los entresijos de estos movimientos sociales a través de usuarios implicados en ellos, aunque estos no publiquen necesariamente con fines pedagógicos. Sin duda, y tal y como plantea Karen Frost-Arnold en su libro Who Should We Be Online? A Social Epistemology for the Internet, internet constituye un medio poderoso para desaprender la ignorancia construida por un determinado entorno social. Sin embargo, este mismo medio también puede llegar a menoscabar las buenas intenciones de los usuarios y perpetuar la ignorancia epistemológica de las personas.

En este libro publicado en 2023 por la editorial Oxford University Press, Karen Frost-Arnold, profesora en Hobart and William Smith Colleges, ofrece un relato interdisciplinar de los potenciales y los desafíos de internet basado en un marco de referencia feminista interseccional. La autora aglutina reflexiones teóricas de distintas disciplinas que abordan el estudio de internet, casos de estudio concretos y claves de aprendizaje no intrusivo que poner en práctica. En conjunto, se proporciona al lector una visión panorámica de los debates actuales sobre la epistemología social de internet y las dinámicas de raza, clase, género u orientación sexual que la moldean. El libro comienza con un capítulo introductorio que sienta las bases del marco que se utiliza a lo largo de la narración: el enfoque FOVIVI, que significa relatos Feministas sobre la Objetividad, el Veritismo, la Ignorancia, las Virtudes y la Injusticia. Los siguientes capítulos se articulan alrededor de cuatro personajes del entorno digital: los moderadores de contenido, los impostores, los creadores de noticias falsas y, por último, los lurkers. Con los tres primeros, la autora expone las amenazas y sesgos del mundo online, y con los lurkers, arroja luz sobre los beneficios epistémicos y limitaciones de una práctica, la de observar sin participar activamente, con la que aprender y viajar a “los mundos” de otras personas menos privilegiadas (Lugones, 2003).

A través de los moderadores, el primer personaje, la autora evidencia el primer filtro de sesgo por el que pasan las publicaciones que consumen los usuarios de las redes sociales. A pesar de la creencia popular, estas plataformas no son espacios sin normas en los que actuar con total impunidad, sino espacios altamente regulados por moderadores, que adoptan el papel de gatekeepers. Estos trabajadores dan forma al flujo de información y, al mismo tiempo, los valores y las normas de la comunidad online que vigilan. Sin embargo, suelen tomar sus decisiones de sanción en cuestión de segundos, lo que termina por favorecer a grupos dominantes y perjudicar a comunidades marginadas. Los moderadores se ven sujetos a condiciones laborales injustas, lo que redunda en más ignorancia epistemológica para los usuarios, que no pueden evitar exponerse a contenido sesgado.

Con los impostores y los creadores de noticias falsas, la autora analiza a los usuarios infiltrados en comunidades y los perjuicios que conlleva su comportamiento. Sus engaños, por un lado, vulneran el conocimiento de la verdad, y por otro, diezman la confianza de la audiencia en las personas pertenecientes a grupos minoritarios. Los impostores, concretamente, traicionan las expectativas de autenticidad que se espera en este tipo de entornos. Antes de ser descubiertos, tienden a alimentar estereotipos equivocados sobre las comunidades a las que dicen pertenecer, si bien este daño no es manifiesto. Después de que su engaño salga a la luz, envenenan la comunidad epistémica a la que han fingido pertenecer con desconfianza. El público dudará de la honradez del resto de miembros y se mostrará reticente a escuchar lo que tienen que decir, lo que silenciará sus voces del discurso dominante aún más. Esta problemática va de la mano de las noticias falsas y la “ignorancia blanca” que promueven, fruto de una objetividad malentendida por parte de las compañías de redes sociales. La autora enfatiza cómo estas falsedades prolongan narrativas racistas, que pueden llegar a saturar la memoria colectiva durante muchos años.

El último capítulo se antepone a los anteriores con una visión optimista, pero realista, de las oportunidades que ofrece internet para aprender sobre epistemología social. La autora expone su argumento a través de la figura de los lurkers. Estos usuarios han quedado apartados del imaginario colectivo debido a la narrativa de “la cultura participativa de internet” y las numerosas investigaciones centradas en los usuarios que publican y diseminan contenido. Sin embargo, la evidencia empírica es clara: la gran mayoría de usuarios de internet prefiere observar lo que los otros publican sin participar en el flujo de información activamente (Nielsen, 2006). La figura del lurker ha arrastrado tradicionalmente una connotación negativa, quizás por las expectativas participativas que se tenía de internet al inicio, y frecuentemente se les ha tratado como miembros de segunda clase de las comunidades online, que contribuyen poco o muy poco al valor de estas. También ha habido algunos académicos que han reflexionado sobre el uso pasivo de internet como una forma legítima de participación. Pues, si bien los lurkers son pasivos, aprenden activamente sobre la comunidad que observan y su complejidad y dinámicas.

Así bien, el lurking es relevante porque permite al usuario aprender de otras comunidades y encontrar respuestas a sus preguntas sin involucrarse directamente en ellas y, lo que es igual de importante, sin cargar a las personas de dichas comunidades con el peso de tener que enseñarles. Al mismo tiempo, este comportamiento también evita que las personas recién llegadas dañen desde su desconocimiento a los miembros de una comunidad. Sin embargo, como señala la autora, ni siquiera esta figura está exenta de limitaciones epistémicas y éticas. Antes de llevar a cabo el lurking, el usuario deberá cerciorarse de si el espacio digital en cuestión es apto para la observación. Es decir, comprobará si es una esfera privada donde las personas prefieren no ser observadas. Además, el proceso de aprendizaje probablemente requiera la implicación del observador en algún momento para que el viaje a estos mundos desconocidos implique un cambio real en la persona.

En definitiva, Who Should We Be Online? A Social Epistemology for the Internet, ayuda a comprender, a través de cuatro figuras relevantes del espacio digital, los vicios y virtudes de este espacio, cada vez más presente en el día a día de los ciudadanos. En internet, los usuarios pueden elegir aislarse en una cámara de eco que refuerce su visión sobre el mundo. Si el usuario toma este camino, está eligiendo voluntariamente cerrar los ojos a las oportunidades que el mundo online ofrece para aprender sobre los privilegios epistémicos de ciertas realidades y los prejuicios de su conocimiento. El camino alternativo, el del aprendizaje, conduce a resultados más positivos y queda trazado efectivamente por Karen Frost-Arnold a lo largo de su libro. Las investigaciones futuras disponen ahora de una recopilación interdisciplinar de los estudios de internet sobre la producción de conocimiento online, que facilitará enormemente los debates interdisciplinares que requieren la complejidad de los desafíos de internet. Los lectores, por su parte, cuentan con un mapa que refleja el entramado de sesgos, riesgos y beneficios con los que se encontrarán en las comunidades de internet mientras aprenden.

Beatriz Jordá

(Universidad Carlos III de Madrid y Saint Louis University - Madrid Campus)

jordabeatriz@gmail.com

Referencias

Lugones, M. (2003). Pilgrimages/peregrinajes: Theorizing coalition against multiple oppressions. New York: Rowman & Littlefield Publishers.

Nielsen, J. (2006). The 90-9-1 rule for participation inequality in social media and online communities. Recuperado de https://www.nngroup.com/articles/participation-inequality/