Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 95 (2025), pp. 226-230
ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)
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AMENGUAL COLL, G. (2021). La solidaridad. Historia, concepto, propuesta. Madrid: Comillas.
El libro de Gabriel Amengual Coll, catedrático de la Universidad de las Islas Baleares, es una obra sin afán de exhaustividad, como marca el autor en varios lugares del libro, pero muy completa y que, además, permite cierta apertura a nuevas propuestas. Creo que cabe considerar este libro como uno de los cúlmenes en el pensamiento y la investigación de Amengual. Anteriormente, Amengual (1993) ya había escrito acerca de la solidaridad como concepto, y en unos años más tarde (Amengual 1998) trató un libro sobre ello. Es más, desde hace algunos años ha tratado la solidaridad en otros filósofos (véase: Amengual, 2017). Que ahora publique una obra sobre la solidaridad es entonces fruto de un largo camino, recorrido lentamente y madurado con paciencia. Pasemos sin más dilación al libro.
En el prólogo Amengual deja claro que la intención de su libro es reflexionar acerca del concepto de «solidaridad». Ese concepto es a veces oscuro, abandonado, e incluso ha llegado a ser visto socialmente como un sinsentido. No obstante, el catedrático plantea reenfocar el concepto de solidaridad para traerlo a la actualidad, tarea que para él es acuciante y un nuevo desafío. Para ello hay que verlo en su decurso histórico.
Primero los fundamentos.
El primer capítulo se dedica a Hippolyte Renaud especialmente, de quien proviene el surgimiento del concepto desde la Revolución francesa, con la fraternité. No obstante, es a partir de 1840 que la solidaridad comienza a tener sus elaboraciones teóricas más minuciosas. Su esplendor surge precisamente porque la solidaridad «ya no es un sentimiento, ni una idea, sino una necesidad vital, la de la ayuda mutua en la adversidad» (p. 51).
El segundo capítulo es sobre Pierre Leroux. El francés sustrae su concepto de solidaridad de una base antropológica. Al ser el ser humano sociable entonces deviene en reciprocidad. En algunas circunstancias concretas, el ser humano pasa de la reciprocidad a la solidaridad. Pero es una solidaridad muy especial porque no tiene como grupo a los amenazados o a los desvalidos, sino que la solidaridad es para Leroux referente a la sociedad en su conjunto. También hay en Leroux cierto tinte religioso en su concepto. De hecho, reconocimiento el francés que el sentido de la fraternidad aparece ya en Aristóteles, lo cierto es que afirma que es con el Cristianismo donde irrumpe con mayor vigor por ser una superación de las limitaciones asumiendo valores concretos.
El tercer capítulo remite a Constantin Pecqueur. Para él la solidaridad es una dependencia natural y necesaria que ayuda a implementar la felicidad, el perfeccionamiento, el bienestar y la libertad de las personas. No obstante, también hay una solidaridad de carácter moral que es voluntaria. Pecqueur utiliza su concepto principalmente desde la economía, siendo que la solidaridad nos descubre a unos siendo dependientes de otros, pero a su vez la solidaridad moral debe crear unidad donde la economía causa división.
Con el cuarto capítulo se analiza a Ferdinand Lasalle. Con él, la solidaridad alcanza estatuto político porque es inmanente al Estado. Esto es, una institucionalización política de la solidaridad. Si bien en el Estado siempre está presente el riesgo de devenir en totalitarismo, también Amengual muestra que esto vienen cuando se tergiversa la solidaridad y se la refiere solo dentro de un parámetro nacionalista.
El quinto capítulo es sobre John Stuart Mill. Amengual aquí podría parecer arriesgado: ¿la solidaridad dentro de uno de los padres del utilitarismo? Sin embargo, para Amengual la ética utilitarista de Mill requiere del concepto de solidaridad. Es cierto que el inglés no trata directamente el tema, pero «la solidaridad se hace presente en el sentimiento de simpatía y en el interés por el bienestar por los demás y la mejora de la sociedad o humanidad» (p. 119). El incremento de la felicidad proviene por un interés hacia la humanidad en su conjunto, dando lugar a acciones supererogatorias.
Ahora Amengual pasa a vislumbrar la propuesta posterior francesa. Comienza en el sexto capítulo con Charles Gide. Este autor se sale de lo común. La solidaridad es para él biológica, con fundamentación científica, nutriéndose del evolucionismo de Darwin. Que haya interdependencia, además, produce que también en economía haya asociación y cooperación. Es más, en la sociedad se van generando cooperativas como medio de transformación del tejido social. Para Gide, la solidaridad es una especie de juego del seguro: si uno gana, todos ganamos.
El capítulo séptimo trata sobre León Bourgeois. Este autor reivindica la vertiente biológica de la solidaridad. Pero él lo extiende a su propuesta: el solidarismo. Esta no es solo una propuesta sobre la solidaridad, sino toda una concepción también sobre la sociedad.
En el octavo capítulo Amengual esboza las principales teorías sobre la solidaridad de Henri Marion y Alfred Fouillée. Como tal, es un capítulo breve que introduce las pinceladas precisas. El noveno capítulo está dedicado a Émile Durkheim. El sociólogo tiene una visión de la solidaridad desde la objetividad. Lo que quiere es observar los hechos sociales y establecer las leyes que lo rigen. La solidaridad es aquí un hecho social que proviene de una conciencia común y de una necesidad mutua. Aunque también aparece aquí una dimensión moral que, aunque imperceptible a simple vista, es una especie de deber. La dimensión moral aparece en relación de los hechos sociales que son normativos, y de ahí esta vertiente de la solidaridad. Dicho de otro modo: la solidaridad es para Durkheim algo sociológico, pues está en el centro del comportamiento de una sociedad.
A continuación, Amengual pasa al solidarismo alemán. El primero es Pesch, economista y teólogo. Amengual procede con un estudio de su antropología y de sus propuestas morales para terminar por exponer su solidarismo. Pesch afirma que hay un valor absoluto del individuo, pero que el individuo es eminentemente un ser social. La solidaridad anida aquí: tiene un carácter moral, al igual que todas las relaciones sociales y toda la actividad económica. La solidaridad pone de relieve al ser humana como fin de la economía, siendo que la solidaridad es la realización de nuestra esencia tanto individual como social. Además, plantea la atención a los más desfavorecidos y lleva a la caridad a principio estatal.
El capítulo once está dedicado a Gustav Gundlach. Este autor es cercano a la propuesta de Pesch. Gundlach se mueve en términos neoescoláticos, por sorprendente que parezca. Con Gundlach el solidarismo se sitúa con vigor teóricamente. Él es quien hace más patente los presupuestos teóricos del solidarismo. Por otro lado, Gundlach tiene un planteamiento muy personalista también, pues la persona es el centro de toda la teoría solidarista por su condición de irrepetible. Así, Gundlach al final es también uno de los pensadores que acercan el cristianismo a nociones marxistas, como la clase social, la lucha de clases, y a otros más liberales como los derechos liberales y la democracia parlamentaria.
El doceavo capítulo trata sobre Oswald von Nell-Breuning. Este autor es muy interesante por su concepción social. Para Nell-Breuning, la sociedad es eminentemente solidaria, pues es la solidaridad la que pone de manifiesto la comunidad. También es subsidiaria, pues la sociedad tiene por objeto la ayuda mutua entre los miembros de la sociedad. El individuo, además, tiene que tener conciencia de la sociedad en la vive y viceversa, de tal modo que al final se coimplican. Por ello, hay que vivir la sociedad responsablemente, lo que Amengual ha visto como un paso ontológico a deontológico.
El capítulo trece está dedicado a Max Scheler. El ser humano es un ser social, pero cada uno es dueño de sí mismo y debe ser el responsable de sus actos. Esto es, poner el centro de atención en sus acciones. Con Scheler ya no es solo la solidaridad como ejercicio mutuo en la que los individuos se implican entre ellos. No. Hay un cambio de paradigma: es el que pierde en favor del otro para que el otro gane. Como señala Amengual, al final la propuesta de Scheler es posible porque está de trasfondo el amor cristiano para pautar a la solidaridad propiamente dicha.
Con esto se llega al siglo XX. Aquí inaugura John Rawls. Y esto es extraño porque Rawls no tiene propiamente una teoría de la solidaridad. Pero la prioridad de la libertad y de la igualdad, hacen que la solidaridad plantee como objetivo que la sociedad se mantenga a través de ella, es decir, es dotadora de cohesión social. Por otro lado, también es cierto que subraya Rawls que solo se puede ser libre en sociedades libres. De resultas, es un concepto de solidaridad que tiene como objetivo la cohesión social en último término.
El capítulo quince está dedicado a Van Parijs. Este autor se centra en la renta básica. Esto provoca que la solidaridad en Van Parijs alcance niveles políticos, estatales, gubernamentales, y de todo el nivel institucional. En Van Parijs, sin embargo, no se presenta la solidaridad como relación mutua, sino que la ignora. Así pues, Amengual creo que en este capítulo se torna algo crítico con el autor al que trata, pues es cierto que Van Parijs trata la equidad, pero la equidad, como bien señala también Amengual, es una paradoja: es afín a la solidaridad como cohesión social, pero también es una ayuda desinteresada hacia el necesitado. Eso hace creer que todo el mundo está atendido, lo cual es manifiestamente falso.
El capítulo dieciséis aborda a Jürgen Habermas. Aquí Amengual, tras considerar la teoría de Habermas sobre el tema se percata de que la solidaridad habermasiana es solidaridad a nivel universal, quedando el particular aislado, solo como un caso dentro de lo social porque prefiere la prevalencia del conjunto social. Eso deja al particular aislado, manteniendo al indefenso vulnerable. Al observar a los individuos como elementos atómicos de las redes sociales, la solidaridad habermasiana viene a ser un bien entre compañeros compartido intersubjetivamente. Pero nada más. Esa concepción tiene el peligro de ser considerada como protección solamente. La solidaridad, sin embargo, no es solo cooperación social o protección, sino que va más allá. Además, otra crítica es que es difícil que haya una implicación real entre bienestar particular y bienestar social porque «no siempre se puede dar por un hecho que ambas se impliquen sin ninguna tensión o conflicto» (p. 292). Toda relación social lleva a un conflicto antes o después. Por eso, en este punto a la teoría de Habermas es interesante, aunque cuestionable en su práctica.
En el capítulo siguiente, el autor recorre la teoría de Johann Baptist Metz. Su teoría tiene una fuerte inspiración bíblica. Él caracteriza a la memoria como la verdadera dimensión de la solidaridad. Es el recuerdo del pasado de opresión lo que produce el impulso de atendes a los olvidados contemporáneos. Por eso la reciprocidad, o sea, corresponder al otro que está a mi mismo nivel, no es suficiente. La solidaridad precisa de querer ayudar al que está en una situación más desfavorecida. Pero no por paternalismo, sino porque sufrimos con esa persona, nos ponemos en su lugar. Así pues, «la solidaridad no se guía por lo que pueda recibir, sino por lo que necesita el otro, a quien afirma incondicionalmente en su singularidad» (p. 303).
El último capítulo es posiblemente el más jugoso de todo el libro. En él Amengual realiza una propuesta. Amengual recorre ahora a algunos autores, pero por temáticas que se han abordado. Reordena así todo el contenido del libro. Si el autor de la reseña no comprende mal la propuesta de Amengual, él aboga por una solidaridad que no excluye al otro, ni al desfavorecido, sino que los auxilia y ayuda. Pero no por un criterio moral, ni por uno cultural, sino porque la comunidad actual exige el respeto a la diversidad produciendo la integración de todos con todos. La solidaridad con el otro, para empezar, no puede ser interesada. Si es interesada, ya no es solidaridad. Por eso es importante ser solidarios por ejemplo con el tercer mundo, y no solo ser aparentemente solidarios mientras al mismo tiempo se les explota. El solidario no tiene por qué ganar nada con su acción solidaria, sino que incluso renuncia. Hay que recuperar la solidaridad en un sentido fuerte, incluso si eso conlleva a perder en parte, como el ser solidarios frente a la pobreza. También hay que ser solidarios globalmente, entendiéndonos a todos como personas que habitan en el mundo, esto es, ser solidarios con los migrantes. Aquí, ser solidario no es ser tolerantes, sino integradores de las nuevas formas de vivir que se instauran. También debe haber una solidaridad feminista más allá de la sororidad. A fin de cuentas, ¿qué es la solidaridad? Fraternidad entre todas las personas de este planeta. ¿Cuál debe ser el fin de la solidaridad? Preservar y respetar la dignidad de las personas y de los pueblos a través de la ayuda para que, mediante el perder para que gane otro, al final se instaure una igualdad.
En general, el libro de Amengual es un buen libro sobre la solidaridad por tres motivos. El primero es que el recorrido es bastante amplio. Si bien el autor afirma no ser exhaustivo, lo cierto es que es muy completo. El segundo es que se agradece que el autor siempre cite las obras de referencia de los autores a los que aborda, dando así un rasgo de fiabilidad bastante notable en su exposición. Por ende, la rigurosidad es algo muy apreciable en este libro. Por último, creo que una parte valiente del libro es el último capítulo. Que el autor sostenga un diálogo con los otros pensadores que ha abordado y se atreva a hacer su propuesta sobre la solidaridad es un final que no deja indiferente y que prueba que al autor no solo le interesa el tema historiográficamente, sino también a nivel vital. Y las cosas que se hacen con corazón siempre marcan una diferencia. Así pues, este libro afirmo que es un libro con corazón. De ahí su mayor fortaleza.
Referencias bibliográficas
Amengual, G. (1993), «La solidaridad como alternativa. Notas sobre el concepto de solidaridad», Dimensiones críticas de la Filosofía política, 1, pp. 135-151.
Amengual, G. (1998), Modernidad y crisis del sujeto: hacia la construcción del sujeto solidario, Madrid: Caparrós.
Amengual, G. (2017), «Reconocimiento y solidaridad», Studia Hegeliana, 3, pp. 7-27. DOI: https://doi.org/10.24310/Studiahegelianastheg.v3i.11421
Amengual, G. (2021), La solidaridad. Historia, concepto, propuesta, Madrid: Comillas.
Andrés Ortigosa
(Universidad de Sevilla)