Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 96 (2025), pp. 199-204

ISSN: 1989-4651 (electrónico)

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ROHBECK, J. (2023). Moderne Aufklärung. Erkenntnisse für die Krisen der Gegenwart. Berlín: Springer.

Moderne Aufklärung. Erkenntnisse für die Krisen der Gegenwart (Ilustración moderna. Conocimientos para las crisis del presente) es el último libro de Johannes Rohbeck, filósofo alemán especialista en la Ilustración, pero no solo: también lo es en la obra de Marx y en ámbitos más específicos estrechamente relacionados con el siglo XVIII francés, como la filosofía de la historia y la filosofía de la técnica. Durante más de veinte años ocupó la cátedra de Filosofía práctica y Didáctica de la Filosofía en la Universidad Técnica de Dresde. Para el público de habla hispana su nombre no será desconocido. Su presencia como conferenciante en universidades españolas y latinoamericanas ha sido frecuente. Llegó incluso a ser titular de la Cátedra de Excelencia en la Universidad Carlos III de Madrid en el curso académico 2018-19. Además, disponemos en lengua española de dos de sus libros de divulgación filosófica que tuvieron mayor éxito en Alemania Filosofía de la historia: Historicismo-Posthistoria. Una Introducción a la razón Histórica (2015) y Marx (2016), así como como numerosos artículos publicados en ambos lados del Atlántico tanto en revistas como libros académicos. Su dedicación a la filosofía ilustrada se remonta a la década de ١٩٦٠, una dedicación con la que ha ido dando forma a un proyecto de actualización de la Ilustración, abordando temas como la secularización, la globalización, el papel actual del conocimiento científico, la democracia y sus fundamentos, la política de género y problemas actuales como el cambio climático y la reciente pandemia de la COVID-19.

Rohbeck ya mostró con solvencia la sistematicidad y profundidad de su conocimiento de la Ilustración editando tres volúmenes de la serie Grundriss der Geschichte der Philosophie correspondientes al siglo XVIII que tiene en catálogo la prestigiosa editorial suiza Schwabe. Uno de ellos, por cierto, está dedicado a los países de Iberoamérica. El libro que ahora nos presenta se centra en la Ilustración europea, donde, desde luego, España también ocupa un lugar, si bien no es el más prominente, como suele ser habitual. El momento de publicación del libro que aquí nos ocupa no es casual. Su autor llevaba años macerando y dando forma a sus conocimientos para afinar los planteamientos que ahí desarrolla, y aprovecha ahora la coyuntura de un repunte de la relevancia de la ideas y autores ilustrados en la filosofía académica, así como en la sociología y la ciencia política. Rohbeck es consciente de que esta coyuntura favorable viene auspiciada por los desafíos del presente causados por crisis cuyos ciclos parecen ser cada vez más cortos. De ahí que él mismo plantee la pregunta de si una nueva Ilustración podría ser útil para abordar las crisis actuales destacando la importancia de los principios ilustrados de verdad, libertad y derechos humanos (p. VII), especialmente en el contexto de desafíos globales como la escasez de recursos, las guerras y el cambio climático. Situados en la más rabiosa actualidad, no deja de llamar la atención esta reivindicación de las ideas ilustradas, momento este en el que parece que, incluso en la propia Francia, los ideales de la Revolución francesa de libertad, igualdad y fraternidad cotizan a la baja, y que ya parecen no decir mucho del país que les dio a luz. Aunque tales ideales, ya se sabe, no están anclados a ninguna patria específica, sino que han adquirido el carácter de universales. Así queda reflejado ejemplarmente en las entradas “Libertad” y “Fraternidad” del recientemente publicado Atlas político de emociones (2024).

La pregunta por los ideales de la Ilustración y su actualidad es aquella que procuró responder Kant es su célebre ensayo de 1784. El filósofo de Königsberg supo exponer de modo claro y distinto el aspecto sistemático de la Ilustración, pero, al ser hijo de su tiempo, no pudo abordar el aspecto histórico. En este sentido, Rohbeck acepta que, por un lado, como ya vislumbrase Kant, la Ilustración es un principio rector atemporal que va asociado con la razón y la crítica; pero, por otro lado, la Ilustración se refiere también a una época histórica concreta que, como sabemos, pertenece al siglo XVIII. El concepto de Ilustración oscilaría así entre lo histórico y lo sistemático. Ahora bien, esta separación no está exenta de problemas. Para evitar caer en un análisis que quede enredado entre esos dos aspectos Rohbeck intenta vincular ambas dimensiones a través del concepto de transformación. Formulado en pocas palabras, transformación significa aquí tender un puente del siglo XVIII al XXI. Precisamente es el concepto de transformación el que nos ayuda a entender el título del libro, a pesar de que no es hasta el último capítulo donde se despliega con todo su alcance. Y es que Ilustración moderna significa, entre otras cosas, trasladar ya modificados o transformados los conocimientos de la Ilustración a la modernidad del presente. “A pesar de los diversos periodos de restauración y agitación cultural, es imposible pasar por alto el hecho de que la vida de muchas personas hoy en día, al menos en los países occidentales, se caracteriza de manera significativa por los logros de la Ilustración. Entre ellos pueden contarse el progreso médico, la seguridad jurídica y la participación política” (p. 3). Rohbeck precisa aún más el significado del título, cuya relación con la tesis nuclear del libro es de lo más estrecha. Y lo hace un modo lacónico, que se va repitiendo a lo largo del libro. Su tesis al respecto es que dentro de la Ilustración surgieron fenómenos que más tarde se atribuyeron a la modernidad (p. 3, 15). El autor favorece el movimiento ilustrado de la segunda mitad del siglo XVIII, porque ofrecería los puntos de referencia para una transformación en el siglo XXI. A lo largo del libro puede advertirse que no se limita a un único principio abstracto como pudiera ser la razón, de ahí que el amplio espectro de los diversos temas mencionados los vaya tratando de modo concreto, tomando como tema central “el problema de experimentar y superar las contingencias cognitivas, técnicas y sociales” (p. 16). Además del concepto de transformación, el de contingencia se articula dando forma a otra tesis general de la obra, según la cual en el seno de la Ilustración habría surgido una modernidad caracterizada por la experiencia de la contingencia.

Dado que el hilo conductor de este libro es el interés sistemático por transformar ciertos teoremas de la Ilustración para aplicarlos a los tiempos actuales sobre la base de la experiencia de la contingencia, la organización temática de los capítulos queda estructurada siguiendo un enfoque sistemático, y no histórico. Esta estructura no corresponde ni a un orden cronológico ni a un orden filológico en la historia de la Ilustración europea, sino que los capítulos, siguiendo un esquema común, están dedicados única y exclusivamente a áreas temáticas de actualidad. Esta división de los capítulos ofrece un formato original que está puesta al servicio de la intención última del autor, a saber: perseverar en la idea de transformación como puente entre el siglo XVIII y la modernidad tardía buscando sintetizar la crítica de la Ilustración, la investigación de la Ilustración y la actualización de la Ilustración.

El libro está dividido en diez capítulos. El primero de ellos es una introducción en la que se presenta el estado de la cuestión y donde el autor da cuenta de su periplo profesional, sin dejar de ajustar algunas cuentas pendientes, relacionándolo con la investigación ya madura que ofrece en este libro. El segundo capítulo comienza haciendo un repaso por los Estados nacionales de la Europa del siglo XVIII. A la sazón, solo Inglaterra y Francia eran naciones plenamente desarrolladas. Italia y Alemania, por su parte, estaban formadas por pequeños Estados y reinos fragmentados, mientras que España se encontraba sumida en una lucha por su identidad nacional. Con el siglo XIX llegaría el desarrollo de estos Estados nacionales para, posteriormente, a partir de mediados del siglo XX, perder relevancia debido a la influencia de grandes corporaciones y organizaciones transnacionales. Precisamente en esta pérdida de influencia de los gobiernos estatales Rohbeck ve una oportunidad para avanzar en la integración política de Europa, con un nuevo modelo de soberanía europea, sobre todo en un momento en el que algunos cuestionan la propia existencia de la Unión Europea buscando reactivar lo nacional.

El capítulo tercero está dedicado a las variaciones en los diferentes países europeos de crítica a la religión. El autor enfatiza el hecho de que la Ilustración introdujese nuevas disciplinas científicas y teorías innovadoras, transformando la crítica religiosa al proporcionar nuevos instrumentos teóricos, los cuales permitieron una crítica más profunda de la religión y establecieron bases para una perspectiva secular independiente. Entre ellos destacan la física de Newton, la biología de enfoque evolutivo, la filosofía del lenguaje y la antropología. La sociología y la filosofía del siglo XX continúan esta tradición ilustrada al describir la secularización como parte de la modernización y el desencantamiento del mundo (p. 56). Rohbeck apuesta aquí por fortalecer la Ilustración como un proceso crítico y reflexivo de secularización, en lugar de abrazar una rehabilitación postsecular de la religión de corte habermasiano.

En el capítulo cuarto Rohbeck se adentra en la relación entre ser humano y naturaleza. Para ello se sirve como punto de partida de una de las disciplinas mencionadas anteriormente: la antropología. Esta disciplina, ciencia directriz de la Ilustración, trata temas como la naturaleza humana, la relación del hombre con la naturaleza externa, la cognición y el lenguaje, así como las dimensiones sociales e históricas del modo de vida moderno. De ahí salen a la luz las condiciones contingentes de la acción humana. Eso sí, ya no se trata de la dependencia a un plan divino de salvación, sino de la determinación externa a través de condiciones creadas por uno mismo. Y aquí Rohbeck da un paso más e introduce dos ciencias que, si bien su existencia data de la Antigüedad, sufren una profunda transformación al albur de la física, la biología y la propia antropología. Se refiere el autor a la historia natural del siglo XVIII, la cual coloca al hombre en un contexto evolutivo más amplio, llevando a discusiones sobre la relación entre el hombre y los animales, y a la medicina de la época, que cambió la comprensión del cuerpo humano y cuestionó profundamente el dualismo cartesiano entre mente y cuerpo. Además, la nueva medicina también puso de relieve el cuerpo femenino. A pesar de la igualdad proclamada desde la época de Descartes, las mujeres eran a menudo relegadas a roles familiares, mostrando así la tensión entre la igualdad de género y la limitación de las mujeres en la sociedad.

El quinto capítulo sigue centrándose en el ser humano, pero no ya en su relación con la naturaleza, sino con su propia civilización. Rohbeck busca una vez más establecer un vínculo entre la Ilustración del siglo XVIII y las crisis contemporáneas. En esta ocasión, se centra en las actuales crisis de la pandemia de la COVID-19 y el cambio climático. Compara las respuestas de la Ilustración al terremoto de Lisboa en 1755 con los desafíos actuales, destacando las reflexiones de filósofos como Voltaire, Rousseau y Kant, que abogaron por explicaciones científicas en lugar de interpretaciones religiosas. En efecto, la Ilustración implica resistirse a mitos religiosos y teorías de la conspiración, defendiendo el papel de la ciencia y la verdad objetiva. Resulta también relevante el análisis que hace Rohbeck de cómo las crisis ambientales y de salud actuales deben ser consideradas como crisis de las sociedades modernas, destacando la importancia de evitar falsas abstracciones y comprender las crisis en su contexto cultural. En este sentido, a pesar de que ambas crisis afectan globalmente, su impacto es muy desigual en las diferentes regiones y estratos sociales. Su propuesta es la de una “nueva Ilustración” que da respuesta a estas contingencias (p. 118).

“El horizonte de la modernidad se desplaza”. Con este título que dio Jürgen Habermas al primer apartado del primer capítulo de su célebre Pensamiento postmetafísico comienza Rohbeck el sexto capítulo de libro. Da la razón a Habermas en el diagnóstico de los cuatro motivos de ese desplazamiento. En primer lugar, el giro de la especulación metafísica a la ciencia empírica; en segundo lugar, la transición de la filosofía de la conciencia a la filosofía del lenguaje; en tercer lugar, la primacía del mundo humano de la vida humano; y, por último, la inversión de la relación entre teoría y práctica (p. 133). Pero Rohbeck introduce un inciso que desarrolla a la lo largo del capítulo, a saber, que los motivos de pensamiento que parecieran ser distintivos de la modernidad procederían todos de la segunda mitad del siglo XVIII. Continúa desplegando aquí, por tanto, la tesis rectora del libro según la cual la propia Ilustración desarrolló y reflejó ciertos aspectos de la modernidad. La plétora de autores que van apareciendo en este capítulo no es menor que en los anteriores, si bien en estas páginas buena parte de ellos pueden enmarcarse en lo que se ha venido a llamar la filosofía posmoderna (Rorty, Foucault, entre otros). La discusión que mantiene Rohbeck con estos autores no es baladí, ya que, al hilo de la tesis de Habermas, se plantean cuestiones en torno a las conexiones entre lenguaje, conocimiento y verdad.

El capítulo séptimo está dedicado a la relación tan polémica como fundamental entre dos conceptos que atraviesan el pensamiento occidental al menos desde el siglo XVIII: la relación entre política y moral. Esta relación la aborda mediante el análisis, como no podría ser de otro modo, de autores ilustrados. Pero su propósito no es sencillo. Rohbeck intenta demostrar que en el seno de la Ilustración europea se dieron ya reflexiones propias de las ciencias sociales de los siglos XIX y XX. Y es que, de forma análoga a la economía liberal, se reconoce por primera vez que en el ámbito de la interacción social y la comunicación también se producen resultados que no parten de la intención directa de ningún individuo, sino que surgirían, más bien, de forma natural y espontánea. También aquí juegan un papel decisivo los procesos contingentes, que cercenan gravemente la noción racionalista de un supuesto sujeto autónomo. En este contexto, Rohbeck llega incluso a afirmar que “no fue Freud quien descubrió el inconsciente, sino la filosofía social ilustrada y, por ende, también moderna” (p. 160), donde se aprecia de nuevo la tesis general del libro según la cual en la Ilustración surgió una modernidad caracterizada por la experiencia de la contingencia.

El capítulo octavo es una muestra de que este libro es una apuesta por poner en relación lo histórico y lo sistemático de la Ilustración. En efecto, el capítulo se centra en la crítica al capitalismo; y, en nuestro contexto, se plantea ahora la cuestión particular de cómo tal crítica puede relacionarse con el Siglo de las Luces. La respuesta está en el nacimiento de una disciplina completamente nueva que surgió en el curso de la industrialización. Se trata de la economía política, una ciencia que descubrió por primera vez la contingencia de los sistemas económicos. De este modo, Rohbeck puede ampliar su tesis de que la modernidad ya estaba germinando en el seno de la Ilustración.

Trazando una conexión directa con la economía política, en el capítulo noveno se analiza la noción de contingencia, esta vez en el marco de la filosofía de la historia, una disciplina cara a Rohbeck. En la filosofía de la historia de la Ilustración, la experiencia de la contingencia culminó en la paradoja de que las personas hacen historia(s) con sus acciones, pero al mismo tiempo esa(s) historia(s) no está(n) disponible(s) al ser humano en cuanto tal. “El autoempoderamiento del ser humano ya experimentó una peculiar ruptura en los inicios de la modernidad. Para Bossuet, Dios era el director de la historia. En el curso de la Ilustración, el hombre ocupó el lugar de Dios. Sin embargo, al mismo tiempo tuvo que aprender que no podía controlar toda la historia” (p. 211). La contingencia se convierte, pues, en otra humillación al narcisismo humano que hay que añadir a las que nos pusieran en el centro de la conciencia Copérnico, Darwin y Freud. Ahora bien, Rohbeck no se recrea en la cuestión de la disponibilidad o indisponibilidad de la historia, sino que avanza en terreno para abordar problemas como los de la (des)globalización y la justicia trasnacional y transgeneracional.

En décimo y último capítulo el autor desarrolla su concepto de transformación para describir la Ilustración como un proceso que trasciende épocas en tanto en cuanto se van produciendo transferencias y remodelaciones de ciertas teorías científicas y filosóficas de la Ilustración en otros contextos. Con “transformación” hace referencia “a la transferencia y remodelación de ciertos teoremas de la ciencia y la filosofía de la Ilustración a otros contextos, en los que generalmente se pueden observar ciertos cambios” (p. 2). Considerando la Ilustración como un desarrollo global, el autor da cuenta de tres transformaciones. Una transformación de calado que tuvo lugar en el siglo XVIII; otra transformación entendida como un proceso histórico-cultural que conduce desde el siglo XVIII hasta el siglo XXI; y, una última transformación cuyo proceso el autor considera necesario continuar también desde nuestra época hacia el futuro. “Lo transferido funciona como un potencial que se realiza en nuevos contextos y, como resultado, se modifica más o menos significativamente” (p. 243). De esta forma, Rohbeck concibe la ciencia y filosofía ilustradas como un horizonte de posibilidades, huyendo de petrificar la Ilustración como un principio atemporal o como una época puramente histórica.

Vale la pena acercarse a esta obra en un momento en el que parece que los denominados valores occidentales están en peligro. Con la referencia a los valores occidentales ya se está recociendo implícitamente la importancia de la Ilustración europea. Si bien como constelación histórica no ha sido permanente, sus efectos aún pueden rastrearse en nuestro presente, tal como nos muestra Rohbeck en este libro. Tiene sentido, por tanto, tomar conciencia de esta larga tradición y reconocerla como una herencia cultural decisiva para entender nuestro presente y construir un mejor futuro.

Manuel Orozco Pérez
(
Universidad de Málaga)