Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 96 (2025), pp. 195-199
ISSN: 1989-4651 (electrónico)
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MÉRIDA, L. G. (2023). Campos de forma. La Axiomatización de la ontogénesis en Gilbert Simondon. Granada: Editorial Universidad de Granada.
El interés en la filosofía de Gilbert Simondon no ha cesado de crecer en las últimas tres décadas. Su fallecimiento en 1989, y la publicación de la última parte inédita de su tesis doctoral principal en el mismo año, marca el inicio de un proceso de redescubrimiento y renacimiento de su pensamiento que, en la actualidad, mantiene toda su vigencia. No pocas cosas han pasado desde entonces. Entre 2004 y 2018, el corpus simondoniano se ha incrementado notablemente con la publicación de cursos, conferencias y textos inéditos, poniendo en circulación nueve volúmenes que se añaden a sus dos principales obras: La individuación a la luz de las nociones de forma y de información (ILFI) y El modo de existencia de los objetos técnicos (MEOT). Paralelamente, se han multiplicado los estudios, libros y artículos que tienen por objeto el análisis y la interpretación de su filosofía, así como trabajos que recurren a su pensamiento para repensar problemáticas conceptuales y tecnológicas actuales. Esto ha configurado un conjunto de debates, una serie de lecturas dominantes y la acumulación de una literatura especializada que crece día a día. La investigación de Luis Mérida se hace cargo de esta pesada herencia, absorbe la totalidad de las fuentes primarias hoy disponibles y, estableciendo un diálogo crítico con los estudios existentes, construye una interpretación original que se interna en zonas medulares de la ontogénesis simondoniana y, a partir de una serie de nociones clave, presenta una lectura sistemática.
El autor subraya que su pretensión no es ofrecer un nuevo estudio monográfico de Simondon, distinguir etapas de su pensamiento o reconstruir en términos sencillos lo que se presenta como complejo y abigarrado. Por el contrario, su voluntad es capturar la unidad temática y programática que subyace a la pluralidad de textos, extraer y purificar el módulo teórico-metodológico que los atraviesa, y dejarlo listo para nuevas recursiones reflexivas. En este sentido, su centro de atención está en la metafísica y la epistemología simondonianas, y no en los interrogantes que plantea para la filosofía política o en los aportes que efectúa al campo de la filosofía de la técnica. Mérida subraya que el recurrente problema que abordan los intérpretes, relativo a la compatibilidad teórica entre sus dos principales obras (ILFI y MEOT), debe abordarse sobre la base de la comprensión de que se trata de un proyecto filosófico inacabado. Y es a partir de esta incompletitud de la teoría de la individuación simondoniana que Mérida, siguiendo una serie de pistas y atando cabos sueltos, propone la noción de campos morfogenéticos como clave para axiomatizar la ontogénesis y dar carnadura a una allagmática universal. Esta última aparece como una suerte de embriología generalizada (de la cual la vital sería solo un caso particular) y encuentra su dinamismo estructurador no en los organizadores biológicos, tampoco en la transducción, sino en el esquema tecnológico del modulador. El otro hilo conductor que el autor evoca para pensar la unidad temática de la obra es el postulado según el cual “únicamente la individuación del pensamiento puede, consumándose, acompañar la individuación de los seres distintos del pensamiento (…) La individuación de lo real exterior al sujeto es captada por el sujeto gracias a la individuación analógica del conocimiento en el sujeto” (Simondon, 2015, p. 26). Este principio de la ontogénesis, subraya Mérida frente a Jean-Hugues Barthélémy, solo puede entenderse clarificando el fundamento del método analógico simondoniano y su asociación con la modulación, lo cual constituye a nuestro juicio uno de los principales aportes de su interpretación.
El libro se estructura en cuatro capítulos. El primero y el segundo abordan la cuestión ontológica y epistemológica, respectivamente, desde el horizonte de la teoría de la individuación. El tercero recupera dichos desarrollos y los concreta en una nueva disciplina, la allagmática, pensada como teoría de los campos morfogenéticos. El cuarto capítulo pone a prueba esta teoría a partir de tres peliagudos fragmentos de ILFI, en los cuales Simondon habla de la insuficiente noción de campo que maneja la teoría de los organizadores biológicos, de la posibilidad de una dimensionalidad cronotopológica previa al desdoblamiento entre espacialidad y temporalidad, y de enigmáticas modalidades preindividuales del ser que permitirían definir “categorías de potenciales”. Esos tres fragmentos, que fueran disparadores reflexivos de la interpretación de Mérida y que cierran el círculo de su argumentación, ilustran la incompletitud de la teoría de la individuación y constituyen el problema al cual busca dar respuesta la noción de campo morfogenético. Tras esbozar el diagrama general del recorrido y alguna de sus ideas-fuerza, cabe destacar algunos elementos significativos de los primeros tres capítulos.
En el primero de ellos, titulado “Las dos unidades del ser y el verdadero sentido de la noción de fase”, Mérida aborda la teoría del ser a partir de la ontogénesis simondoniana y defiende la hipótesis según la cual la noción de fase debe ser pensada necesariamente en términos informacionales, es decir, conforme una teoría intensiva, no probabilística y no energética de la información, y en función de una teoría no dialéctica sino paradigmática de la comunicación. A cada una de estas condiciones les dedica un apartado, destacando que de no tenerlas en cuenta se eclipsa la unidad de sistema y la unidad de banda que cabe reconocer en la teoría simondoniana del devenir del ser. Hay dos señalamientos de su argumentación que resultan sumamente interesantes. Por un lado, Mérida denuncia en un conjunto de lecturas (particularmente, en la de Isabelle Stengers) una recaída en una interpretación termodinámica y energética de la noción de fase en general y de la de metaestabilidad en particular. En este punto, y mediante una cuidadosa argumentación, Mérida plantea una tesis fuerte y afirma que la cristalización está sobrevalorada y que, si se amplía el foco más allá de algunas proposiciones de ILFI, resalta que el verdadero paradigma elemental de la individuación no anida en ella sino en el esquema del modulador. Para el autor, aquella aporta solamente “el modelo operatorio de una propagación” y el “error de Simondon” en su tesis doctoral principal anida en establecer una identidad “entre la cristalización, la transducción y la operación de individuación” (Mérida, 2023, p. 42, 52), lo cual conduciría a un conjunto de dificultades. Por ejemplo, llevaría a comprometerse con la hipótesis de la neotenia y perder de vista que, en consonancia con las estructuras disipativas, “la individuación no se acerca al equilibrio, se aleja de él” (Mérida, 2023, p. 52). En esta tematización de las termodinámicas alejadas del equilibrio, el autor dialoga críticamente con las tesis de Esra Atamer y Miguel Penas, y, como queda claro por lo dicho, no se priva de rectificar a Simondon en función de su hipótesis de lectura. Desde este horizonte, Mérida subraya que la individuación no es una transformación energética sino un proceso modulador que se efectúa en una situación de información, en un sistema metaestable que abriga un potencial real y que no puede confundirse con una situación energética. De allí la noción informacional de fase, que opera como preámbulo a la imagen de campo morfogenético.
Por otro lado, y en torno de dicha noción de fase, el autor desarrolla la crítica simondoniana a la dialéctica hegeliana desde el horizonte de una teoría de la comunicación. Señala que por comunicación cabe entender “el acoplamiento entre dos órdenes de magnitud que están en situación de información” (Mérida, 2023, p. 72) y el inicio de un proceso de individuación. Para él, comunicación e individuación son indisociables, y por fase no cabe entender una etapa o momento transitorio jalonado por diferencias negativas, sino una noción informacional que conciliaría lo sucesivo y lo simultáneo abriendo a la consideración de una zona cronotopológica, de un tiempo-movimiento previo al desfasamiento espacial y temporal. Dicho de otro modo, la noción informacional de fase expresaría el realismo de la relación que distingue al campo de forma, y permitiría pensar un devenir no dialéctico ni sucesivo a partir de procesos de in-formación (individuación, modulación). Estos últimos proporcionan un sostén ontogenético para el proyecto epistemológico, y abren un horizonte para pensar la transposición analógica de esquemas operatorios entre distintos dominios
El segundo capítulo, titulado “Las raíces epistemológicas de una teoría paradigmática de la comunicación”, se adentra en la relación entre ontogénesis y teoría del conocimiento. El punto de partida es el postulado según el cual la individuación del conocimiento es paralela a la individuación del ser que se conoce y, entre ambas, se entabla una relación analógica, una forma de comunicación paradigmática entre dos procesos (el que tiene sede en el sujeto y aquel que se despliega en el objeto). En este sentido, subraya Mérida (2023, pp. 85-86), “el conocimiento no proviene más de una elaboración abstracta, sino que es la participación en un sistema de, y en, individuación”, y, si el conocimiento puede ser universal, “es porque el fundamento de la relación entre el sujeto y el objeto, la individuación, es universal”. Desde este horizonte se plantea la posibilidad de una “filosofía real” que se distingue de las “filosofías de”. Estas últimas aplican un método a priori y, recayendo en una práctica teórica hilemórfica, niegan el realismo de la relación como fundamento del conocimiento, se sitúan después de la individuación y, con ello, sancionan una separación tajante entre lo ontológico y lo metodológico. Simondon, sostiene Mérida, cuestiona dicha división de tareas, las reúne en su teoría ontogenética y propone una filosofía real, una práctica de reflexión radical, a partir de una nueva concepción de la analogía (la cual deviene “la razón filosófica” por excelencia) y de la “comunicación paradigmática” (la cual constituiría el “corazón de la teoría del conocimiento” simondoniana).
Mérida dedica buena parte del segundo capítulo a clarificar este entrelazamiento entre método e individuación, y desarrolla un análisis lúcido y original que, retomando manuscritos y textos poco frecuentados, echa nueva luz sobre un tema complejo. El autor avanza en el análisis del rol y la validez de la analogía en Simondon, la cual no apunta a un isomorfismo sino a un isodinamismo, es decir, busca pensar una identidad de relaciones operatorias (su efectuación transversal en estructuras heterogéneas) y no una relación de semejanza entre estructuras individuadas (lo cual supone recaer en un pensamiento por géneros y especies). Mérida sostiene que el debate suscitado entre los intérpretes a propósito de la analogía es en buena medida un falso problema, y que se disuelve si se clarifica el fundamento ontogenético de la misma, su carácter prelógico y su relación con los paradigmas. Estos últimos son los que permiten una articulación entre la individuación del sujeto y la del objeto, una comunicación de esquemas operatorios, “una comunicación intrasistémica, paradigmática y de paradigmas, que va de la mano de la individuación” (Mérida, 2023, p. 88) y que, por otra parte, apunta a la existencia de un lenguaje de gestos prediscursivo que aleja a Simondon de toda variante del giro lingüístico (cuestión analizada con solidez en el tercer apartado del capítulo). El paradigma elemental, subraya reiteradamente el autor, no es la cristalización sino el esquema del modulador. Este encuentra su modelo en el triodo de Lee De Forest y constituye una operación técnica que, articulando lo objetivo y lo subjetivo, nos abre a la consideración de una “cogénesis del pensamiento con el mundo”, permite realizar el razonamiento analógico sin recaer en formalismos abstractos y revela su potencia de transposición. La elección del esquema tecnológico del modulador como paradigma se justifica en multitud de textos simondonianos, donde su operatoria se efectúa en dominios técnicos, vitales, reflexivos y psicosociales, y, por otra parte, encuentra un antecedente en las técnicas de proyección de sombras de la Antigüedad, tan caras al pensamiento de Platón. En este punto, Mérida despliega un interesantísimo análisis sobre la reforma que Simondon despliega sobre el filósofo griego y, depurando el paradigmatismo platónico del ejemplarismo metafísico y de la pseudoanalogía, plantea un nuevo sentido para la noción de participación y avanza en una caracterización de la individuación como teoría de la comunicación paradigmática. Este conjunto de reflexiones lo conduce a pensar el paradigma como universal concreto y a postular la individuación como una antiaristotélica “ciencia de lo particular” que, sobre la base del concepto de campo morfogenético, conjuga lo singular y lo común sin ceder a enfoques taxonómicos.
El tercer capítulo, titulado “La allagmática como una teoría de los campos morfogenéticos”, tematiza la “axiomatización de la ontogénesis” como realización del paradigmatismo simondoniano. Mérida se adentra en el análisis de la epistemología allagmática, postulada por el filósofo francés como una “ciencia de las operaciones” que sería complementaria de la “ciencia de las estructuras” (propia del pensamiento científico) y que, por otra parte, permitiría pensar una instancia de mutua convertibilidad entre estructura y operación. El autor problematiza la propuesta simondoniana y, en línea con esta segunda acepción, subraya que, más que ciencia de las operaciones, la allagmática designa una teoría de las conversiones que no puede reducirse al primado que Simondon otorga a las operaciones por sobre las estructuras. Para justificar esto, por un lado, Mérida se interna en una interesante reflexión sobre la teoría del acto, el cual, según Simondon (2015, p. 470), “contiene a la vez la operación y la estructura” y se ejemplifica con el cogito cartesiano, acto reflexivo que “se aprehende objetivamente como una estructura y subjetivamente como una operación”. El autor desarrolla el sentido ontogenético, epistemológico y ético de esta teoría del acto allagmático, destacando su asociación con la modulación y con el razonamiento analógico. Por otro lado, analiza la reforma que Simondon opera sobre la cibernética, a la cual considera un nuevo Discurso del método carente aún de sus correspondientes Meditaciones metafísicas. Mérida explora esta indicación clarificando por qué la allagmática sería la concreción de una “cibernética universal”, esto es, la realización de una nueva teoría que vendría a completar a la ciencia de las equivalencias operatorias posibilitada por aquella. En este marco, afirma que definir “la axiomática de la ontogénesis, será retomar el acto que comienza con el nacimiento de la cibernética y consumar la fundamentación de la analogía, elaborando una nueva disciplina, la ciencia de las conversiones, o la allagmática universal” (Mérida, 2023, p. 142). Esta tarea de axiomatización, sostiene, se hace posible con la noción de campos morfogenéticos y “constituye la peculiar unidad, temática y transductiva, de la obra de Simondon (Mérida, 2023, p. 142).
A modo de conclusión, consideramos que el libro de Luis Mérida constituye un valioso aporte para los estudios simondonianos en general, y para los desarrollados en castellano en particular. La originalidad de sus tesis, las temáticas poco frecuentadas que aborda y el análisis crítico que despliega lo posicionan como una referencia ineludible en lo que respecta a la discusión de la epistemología y la metafísica del filósofo francés.
Referencias
Simondon, G. (2015), La individuación a la luz de las nociones de forma y de información (2ª ed.), Buenos Aires: Cactus.
Juan Manuel Heredia (CONICET-Universidad Pedagógica Nacional; Universidad de Buenos Aires)