Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 93 (2024), pp. 224-228

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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MBEMBE, A. (2022). Brutalismo. Traducción de Núria Petit. Barcelona: Paidós.

En su último libro, titulado Brutalismo, publicado en Francia en 2020 y traducido en 2022 al castellano, el filósofo camerunés Achille Mbembe describe unas estructuras heredadas de la economía colonialista comparables en durabilidad y fortaleza al mencionado estilo arquitectónico. Asimismo, examina la historia del colonialismo europeo en África y la diáspora africana provocada por la esclavitud, el presente de estas sociedades y las condiciones que deben darse para que en el futuro se apoyen en cimientos más respetuosos y prósperos.

Mbembe es un filósofo asentado en la teoría crítica del capitalismo, de modo que en sus análisis no cree necesario justificar el beneficio económico en todo momento para todas las partes: las causas justas no tienen la obligación de ser rentables. En una sociedad como la actual en la que predominan los argumentos económicos, ésta podría ser a simple vista una de las debilidades de este libro en particular y de la obra de Mbembe en general: la renuncia a supeditar la moralidad a propuestas concretas. En sus páginas no encontraremos un análisis de la inmigración africana en relación a poblaciones como la europea con problemas de crecimiento; ni se pregunta quién pagará las pensiones en un alegato a favor de unas poblaciones jóvenes inmigrantes que utilizan los recursos públicos en un porcentaje mucho menor que las envejecidas poblaciones locales (Banerjee y Duflo, 2019, 10-23). Este tipo de argumentos supondría una absolución parcial a un proceso que considera injusto en su totalidad.

En consecuencia, su intención es extender una línea temporal entre las democracias liberales y las sociedades colonialistas, enfrentándolas a un espejo que refleje la forma en la que regulan el flujo migratorio mediante perversas medidas fronterizas (Mbembe, 2022, p. 125). Debido a que algunas son demasiado reveladoras incluso para la acomodaticia hipocresía occidental, las externalizan como forma de exculpación frente a sus votantes. No resulta extraño, por tanto, que las tragedias más mediáticas tengan lugar en un medio natural— el mar—en el que esta externalización resulta más complicada.

En opinión de Mbembe, las democracias liberales deben enfrentarse a la contradicción de que mientras en otras épocas desplazaban poblaciones completas a la fuerza para poblar sus colonias «por temor a la despoblación, es decir, a las condiciones que hacen posible que la especie humana se extinga» (Mbembe, 2022, p. 111) o como método de producción preindustrial al promover la esclavitud, en la actualidad empleen ingentes cantidades de recursos en evitar su entrada.

Los antiguos poderes coloniales se defenderán mostrando orgullosos la socialdemocracia que intentan exportar al mundo. De nuevo la asimetría y la obsesión con exportar—da igual que sean conceptos, mercancías o ideas—mientras se frena la libre circulación de las personas, sin importar que el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 recoja el derecho a la libre circulación y a elegir el lugar de residencia dentro del propio estado.

Si bien Mbembe utiliza este artículo como prueba del incumplimiento de las promesas de las socialdemocracias, tal vez sería más apropiado verlo como un ladrillo brutalista debido a que deja en manos de los estados la regulación de la inmigración al no contemplar el derecho a emigrar entre fronteras. Resulta paradójico que una declaración universal sea tan respetuosa con las jerarquías estatales, de no ser porque el objetivo de los redactores del artículo 13 fue «evitar deportaciones masivas de población, como las ordenadas durante el estalinismo y el nazismo» (Arcos Ramírez, 2020, p. 4). En resumen, el objetivo de dicha declaración fue solucionar los numerosos y muy diversos problemas internos europeos derivados de las guerras y no tanto los relacionados con el colonialismo. El Brutalismo colonialista también se manifiesta en los problemas que no se consideran prioritarios.

¿Cómo funciona esta estructura? En primer lugar, ejerciendo «si es preciso por la fuerza» (Mbembe, 2022, p. 11), una dominación mediante unos sistemas e instituciones que demuelen estructuras nativas y construyen con ladrillos elementales (Mbembe, 2022, p. 11), creando «a escala planetaria reservas de oscuridad» (Mbembe, 2022, p. 11). En segundo, mediante una firmeza que contrastará con la vulnerabilidad y precariedad de poblaciones enteras que serán lanzadas contra unas fronteras que servirán a la vez de poderosa atracción y repulsión. Por consiguiente, la frontera será una promesa de vida al compararla con las condiciones que los inmigrantes dejan en sus países de origen, «cuyos medios de supervivencia se han destruido» (Mbembe, 2022, p. 58) pero, a la vez, los tratos vejatorios y dificultades del camino serán un poderoso anticipo de la exclusión que les espera en su destino (Mbembe, 2022, p. 11). Un destino que podría no ir más allá de la propia frontera y su inacabable área de influencia, pues «la fronterización ha transformado estos espacios en lugares infranqueables» (Mbembe, 2022, p. 58).

Cabe mencionar que Mbembe no limita a África su crítica al neoliberalismo, sino que también lo culpa de «la combustión del mundo…y el agotamiento vertiginoso de los recursos naturales…que sostienen la infraestructura material de nuestra existencia» (Mbembe, 2022, p. 11). La humanidad ha vivido sin poner límite a su existencia sobre el planeta, asumiendo que los recursos naturales eran algo a explotar a través de su ingenio, pero según Mbembe «estamos de lleno en la edad de combustión del mundo» (Mbembe, 2022, p. 21). Debemos cambiar y moldear nuestro consumo, tomando conciencia de que habitamos un planeta con recursos limitados. Mientras no aceptemos esta limitación, ninguna explotación será verdaderamente eficiente.

Esta toma de conciencia no está exenta de peligros, como los deseos excluyentes de naciones autóctonas—tan presentes en una extrema derecha en auge—y que provocan una «reactivación a escala planetaria del deseo de endogamia y de las prácticas de selección y triaje» (Mbembe, 2022, p. 22). En consecuencia, las fronteras serán “aparatos de captura, de inmovilización, de alejamiento de poblaciones consideradas indeseables” (Mbembe, 2022, p. 111).

Del mismo modo que el tráfico de esclavos cambió la fisonomía del mundo, Mbembe nos recuerda que la diáspora africana no ha dejado de producirse debido a las condiciones de vida de unos países de origen que sufren los efectos de primar el beneficio empresarial por encima de las vidas de las personas con una «desregulación de las transacciones financieras [y la] sumisión de los servicios públicos [a] las condiciones de rentabilidad del sector privado» (Mbembe, 2022, p. 111).

Paradójicamente, la misma obsesión productiva que creó las condiciones para la esclavitud, se enfrenta ahora a que esa mano de obra ya no es necesaria en unas sociedades mecanizadas, de modo que estas poblaciones son prescindibles, realizándose una «distinción entre personas humanas solventes e insolventes» (Mbembe, 2022, p. 111). Acusa al capitalismo de ni siquiera mantener rasgos de caridad de sistemas anteriores que asociaban estas figuras sobrantes con «figuras crística…objeto de cuidados caritativos» (Mbembe, 2022, p. 114). La creación de instituciones asistenciales y de cambios legales criminalizando el vagabundeo contribuyó a la penalización del derecho al libre movimiento. En las épocas imperiales la vocación universalista de la iglesia convertía a los mendigos errantes en un reflejo de la divinidad—de ahí la creación de caminos de peregrinación—dotando de una dimensión moral a la sociedad de la que el Brutalismo capitalista carece. En consecuencia, mientras la expansión fue una prioridad, bien de una religión o de una nación con afán colonialista, la libertad de movimiento e incluso los cuidados básicos fueron respetados, mientras que al perderse estas motivaciones «el tratamiento de los cuerpos migrantes asimilados a cuerpos virulentos o a desechos humanos irá adoptando progresivamente la apariencia de profilaxis social (Mbembe, 2022, p. 115)». En otras palabras, el racismo disfrazado de higiene, la discriminación encubierta por un supuesto avance social encubriendo que la sociedad receptora considera «fuentes de potenciales molestias» (Mbembe, 2022, p. 125), a quienes en otro tiempo categorizó como recursos aprovechables.

Para Mbembe el capitalismo y el colonialismo son dos cabezas del mismo monstruo. En unos capítulos con lenguaje sexual—con títulos como Virilismo o Phallos— (Mbembe, 2022, pp.87-106) en los que se sirve tanto del imaginario africano como el demoniaco que el colonialismo quiso asociar a las poblaciones autóctonas; en un intento de suspender en las colonias la moral tradicional y puritana de los países de origen—donde la iglesia regulaba la relación íntima entre las personas—convirtiéndolas en lugares en los que llevar a cabo todo tipo de perversiones. Describe un colonialismo patriarcal y violador, un sistema en el que el falo no sólo es «el emblema y la insignia del poder» (Mbembe 2022, p. 97), sino que es el poder en sí. Una falocracia cuyo volumen se dilatará y contraerá en el ejercicio de la opresión y que se sentirá amenazada por la virilidad de los esclavos. De este modo, la exaltación de dicha virilidad será en el régimen de la plantación y del gobierno colonial una forma de deshumanizar y desvirilizar, aplicando castigos en los que el hombre negro era separado de su miembro precisamente como forma de demostrar que era «ante todo un miembro» (Mbembe, 2022, p. 98).

En cuanto a la organización de estas falocracias, uno de sus pilares básicos era la deuda familiar; «la deuda de los hijos con respecto a los padres y la idea de complementariedad en la desigualdad entre hombres y mujeres» (Mbembe, 2022, p. 101); una deuda común contraída con las generaciones anteriores y que, para ser pagada de la mejor forma posible, tenía que ser distribuida según parámetros tradicionales. Para Mbembe estos conceptos ya no están vigentes y se ha producido una desmasculinización en las sociedades africanas la cual, paradójicamente, ha facilitado la masculinización de las clases dirigentes convirtiendo el dominio «en el privilegio de unos pocos» (Mbembe, 2022, p. 101). Esto explicaría que en unas sociedades con ideas cada vez más igualitarias, las esferas de poder sigan comportándose con violencia falocrática y ejerciendo, respecto a sus subordinados, de «padre dentro de la unidad familiar”. (Mbembe, 2022, p. 101).

Al respecto de futuras reparaciones de los bienes museísticos expoliados por las potencias coloniales, Mbembe recuerda que no se puede vivir con el resentimiento y que las sociedades africanas aprenderán «a vivir con esa pérdida» (Mbembe, 2022, p. 303), pero que las naciones europeas deben a su vez aprender a convivir con el reconocimiento de cómo fueron obtenidos estos objetos, erradicando cualquier condescendencia que agrave el insulto cuestionando la capacidad de los museos africanos de custodiar su propio arte. Al hacerlo, se está justificando el expolio, como si la ciencia museística occidental hubiera salvado estos objetos de la desaparición.

Éste es el tipo de expolio no sólo material, sino espiritual al que se refiere Mbembe, considerando fundamental tener capacidad de verdad, sin la cual no es posible la verdadera restitución (Mbembe, 2022, p. 189). Mientras esta verdadera intención de restitución no se produzca, dichas reparaciones serán superficiales y poco fiables e incluso pueden servir el propósito opuesto al deseado si Europa concluye que esta acción priva a las poblaciones africanas «del derecho a recordarle la verdad» (Mbembe, 2022, p. 190).

En conclusión, las democracias liberales suponen para Mbembe una conveniente e interesada absolución que permite olvidar los abusos del colonialismo europeo en África y de la esclavitud en Estados Unidos. Más allá de reparar este expolio devolviendo piezas de museo, es necesario ser conscientes de aquella realidad y de cómo aún hoy se está impidiendo el desarrollo del continente africano con los controles de los flujos migratorios que obligan a muchos de sus habitantes a vagar por las fronteras, atraídos por el ideal de una vida mejor, pero repelidos por la realidad egoísta de un continente que se niega a aceptar sus responsabilidades históricas. Sólo a partir de este reconocimiento, argumenta, se podrán derribar las estructuras brutalistas que permitieron y siguen permitiendo dicho expolio de recursos económicos, espirituales y naturales.

Referencias

Arcos Ramírez, Federico (٢٠٢٠). ¿Existe un derecho humano a inmigrar? Una crítica del argumento de continuidad lógica. Doxa, Cuadernos de Filosofía del Derecho, ٤٣, ٢٨٥-٣١٢. Recuperado de https://rua.ua.es/dspace/bitstream/١٠٠٤٥/١٠٦٩٢٤/١/Doxa_٢٠٢٠_٤٣_١١.pdf

Banerjee, Abhijit V. y Duflo, Esther (٢٠١٩). Good Economics for Hard Times. Nueva York: Public Affairs

Mbembe, Achille (2022). Brutalismo. Barcelona: Paidós.

David Alexis Ferrá Vallés
(Universidad de les Illes Balears)