Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 90 (2023), pp. 177-209

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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PRO VELASCO, M. L. (2021). Introducción a la ética de Robert Spaemann. Granada: Editorial Comares.

La Profesora María Luisa Pro tiene entre sus principales intereses filosóficos el estudio de la filosofía de Robert Spaemann (1927-2018) sobre quien escribió su tesis doctoral en la Universidad de Salamanca (Presupuestos e implicaciones de la ética de Robert Spaemann). Desde su primer libro (2017, Relación entre persona y felicidad en la obra de Robert Spaemann. Ávila) no ha dejado de investigar y publicar sobre problemas abordados por el eminente pensador: educación, ética, ecología, bioética, persona y razonabilidad de la existencia de Dios, entre otros. Unas 10 publicaciones, incluida la presente, número significativo, dada su corta carrera docente.

En este caso nos ocupamos de su último libro, publicación que se ha beneficiado del intercambio epistolar mantenido con el filósofo alemán mientras redactaba su investigación (p. 4). Esta publicación es la segunda monografía que aparece en nuestra lengua, después de la de Ana Marta González. (1996). Naturaleza y dignidad. Un estudio desde Robert Spaemann. Pamplona: EUNSA. Desgraciadamente, en nuestro idioma no abundan las publicaciones sobre Spaemann, así que nos felicitamos por esta iniciativa, dada la talla filosófica de Spaemann.

El objetivo es claro: elaborar un perfil de su concepción filosófica [ética] (p. 1). El lector debe esperar, pues, que se le informe de los problemas éticos que abordó, de su posición filosófica ante ellos y de las dificultades que pueden encontrarse. Y en este objetivo el libro no defrauda porque el lector asiste a una exposición sistemática de problemas, soluciones y alternativas.

Esta Introducción consta de cuatro partes. En la primera se nos presenta el contexto histórico y filosófico del autor. Estas páginas se pueden leer como una biografía intelectual y son imprescindibles para comprender las preocupaciones de Spaemann. Encontraremos también las razones que pudieron llevarle a la filosofía y, en especial, a la ética, aunque pareciera que sus intereses vitales apuntaban en otras direcciones. Con sobriedad y con amenidad asistimos al desfile de personas y acontecimientos que marcaron el camino filosófico que se nos relata en los siguientes tres capítulos.

Establecido el marco histórico, la autora, con acierto, nos propone los presupuestos fundamentales de la ética de R. Spaemann. Hay que agradecer de veras el esfuerzo sistemático que aquí se realiza, pues, cualquiera que se haya acercado a los textos de este filósofo compartirá, como el mismo Spaemann reconoció, que “sus pensamientos solían ser algo desordenados y que solo por medio de la escritura llegaban a ordenarse como si de un puzle se tratara” (p. 4; p. 53). La autora, queriendo completar la tarea iniciada por Nissing y Buchheim (p. 31) propone cinco presupuestos: teología racional, redescubrimiento de la teleología racional, antropología, problemática de la persona en la actualidad y presupuestos metafísicos. Podría malinterpretarse el término “presupuesto” en el sentido de “prejuicio” (véase p. 32, segundo párrafo). Pero no es el caso. Spaemann es consciente de que, en filosofía, hasta los mismos presupuestos exigen justificación y, en especial, el presupuesto “teología racional”, decisivo para comprender tanto al filósofo como a su filosofía (p. 44). Por eso la autora se encarga de presentar algunos argumentos decisivos para sostener la pertinencia, más que plausible, de que Dios, no solo es una constante antropológica, sino también la verdad y el sentido del hombre en tanto que persona. Quien niegue este “presupuesto” ha de aceptar la carga de la prueba para dar razón de lo real.

Si el presupuesto de la teología natural es el principal, la rehabilitación del pensamiento teleológico es una de las aportaciones de mayor interés para la discusión filosófica actual (p. 45). Esta aportación cobra todo su relieve en “la filosofía de la persona, la herencia más destacable que nos legó este pensador” (p. 49; 59).

Esta segunda parte del libro está muy bien pensada, pues la autora nos hace pasar de un presupuesto a otro con naturalidad, mostrando de qué modo el siguiente nace y está entrelazado con el anterior.

Respondiendo al título del libro, el capítulo central está dedicado a la ética. Para nosotros es el más interesante (tal vez por “formación profesional”). También aquí la autora ha hecho un esfuerzo de síntesis que hay que agradecer y en el que trata de aunar la perspectiva histórica (secuencia seguida por el autor) y la teórica (temas relevantes que han ido apareciendo en su reflexión filosófica). De estos cuatro temas, dos se formulan en forma de crítica y dos al modo de propuestas (la parte más extensa): crítica al relativismo ético, en qué consiste la vida lograda, crítica al consecuencialismo y la propuesta positiva de una ética de la benevolencia como categoría ética fundamental (p. 73; p. 93. 96-97). En esta parte se nota el interés de la autora por la educación, que en sentido estricto no puede ser más que educación ética. En muchas páginas la Profesora María Luisa resalta consecuencias educativas de la ética de Spaemann de las que se ha ocupado en otras publicaciones.

Este capítulo ayuda a situar las tesis del autor en la perspectiva histórica del debate con otras corrientes y filósofos. Por su claridad, subrayo el apartado dedicado a la crítica del consecuencialismo (p. 91-93). Por su importancia, señalo las páginas dedicadas a una categoría decisiva, aunque de difícil tratamiento filosófico: el amor como benevolencia (p. 93-99). Sería de interés estudiar los débitos y las aportaciones de Spaemann (p. 95) en relación con otros dos grandes filósofos que hicieron del amor una categoría central: San Agustín y Max Scheler (p. 95, tal vez sin olvidar la intuición de Leibniz, p. 94). Y por su actualidad, se apreciarán especialmente las páginas dedicadas a las consecuencias que esta concepción del amor tiene para los fundamentos filosóficos del cuidado del mundo natural (99-100).

Esta actualidad de la obra que reseñamos se hace más patente en su última parte que se centra en el debate de Spaemann con diversos filósofos, siempre en el ámbito de la ética. El mero elenco de nombres da idea del tamaño intelectual de Spaemann. En efecto, este capítulo comienza señalando los autores con los que se midió Spaemann, y cuyo debate solo se esboza, remitiendo al lector a los textos correspondientes de Spaemann. Se trata de Peter Sloterdijk a quien criticó por negar límites en la manipulación genética; Richard Dawkins, frente al que reivindicó la no reducción del hombre a lo que las ciencias nos dicen de él; Derek Parfit, ante quien subrayó la identidad humana, más allá de la autoconciencia actual; y, por último, Norbert Hoerster, quien ha llevado al ámbito jurídico la noción de persona de cuño lockeano, con resultados paradójicos: el cuerpo de la madre se ha convertido en el lugar más inseguro del mundo (p. 105).

Pero este capítulo se centra en la respuesta explícita y crítica que Spaemann dio a dos influyentes pensadores coetáneos: Singer y Dennet. Debido a esta confrontación, declara la autora, este capítulo “es el más rico gracias a los diálogos y confrontaciones con estos autores contemporáneos” (p. 105).

La primera parte se dedica a la confrontación con P. Singer. Son de agradecer por el estudioso de Spaemann las concordancias entre las páginas de Singer y las posiciones de Spaemann.

En apariencia, las posiciones de ambos son muy dispares, pero ¿podrían encontrarse puntos de encuentro? Esta perspectiva de investigación y los resultados a que llega son, a nuestro juicio, un punto de vista de gran interés por la actitud filosófica que la autora manifiesta (p. 108-114).

Es claro que la fundamentación consecuencialista de la ética de Singer le aleja esencialmente del planteamiento de Spaemann (p. 106-108). Pero esta constatación no hace imposibles ciertos paralelismos entre ambas éticas: En primer lugar, ambos abogan por una ética práctica en el sentido griego del término, es decir, una ética que sea guía para la vida (p. 108). Además, ambos argumentan a favor del cuidado de la naturaleza en su conjunto (p. 109-112). Tal vez la coincidencia más importante y clara de todas está en el acuerdo sobre “la paradoja del hedonismo”: “quien busca ser feliz a toda costa, no lo consigue” (p. 113). Hasta aquí los puntos de encuentro.

Las discrepancias son, sin duda, más profundas que las semejanzas. La diferente noción de “persona”, junto con el consecuencialismo, son los quicios en torno a los cuales giran las divergencias (pp. 106 y 119): en Singer, siguiendo a Locke, definición empirista de persona (son personas aquellos miembros de cualquier especie biológica que muestren ciertas propiedades). En Spaemann, en cambio, la persona no consiste en sus propiedades constatables, sino que es la portadora de tales propiedades. De estas diferencias se sigue, como escolio, que aborto y eutanasia serán legítimos para Singer, no para Spaemann. La autora nos ofrece en estas páginas los argumentos de Singer y los contraargumentos de Spaemann en una panorámica que nos permite orientarnos en el debate.

Al final de estas páginas (p. 126-127) la autora señala otra raíz de las discrepancias: creer o no en la existencia de Dios. ¿Es la existencia de Dios el presupuesto que hace comprensibles las discrepancias y que abre cosmovisiones irreconciliables entre sí? Es esta una afirmación que va más allá de la descripción de semejanzas y diferencias, argumentos y contraargumentos. Hablar de cosmovisiones irreconciliables, ¿no puede llevar a hablar de “filosofías” irreconciliables, lo que implicaría la imposibilidad de todo diálogo verdaderamente filosófico?

El apartado dedicado al diálogo con Dennet, trabajado por la autora desde su época de estudiante (p. 127, nota 52), se centra en la noción de persona. En Conditions of Personhood, Dennet sostiene que calificamos de personas a aquellos seres humanos o no humanos que exhiben seis características. Enumeradas dichas propiedades, el análisis se centra en aquellas que fueron blanco de Spaemann: Las personas dependen de nuestra actitud hacia ellas (condición tercera), por lo que algo llegaría a ser alguien, si así lo decidiésemos; las personas deben ser capaces de reciprocidad (condición cuarta), algo que ni Spaemann, ni siquiera Singer acepta; las personas morales deben poder hablar (condición quinta) y deben ser autoconscientes (condición sexta). Expuestas las seis condiciones para ser considerado o considerada como persona y mostrado el orden de su interdependencia, Dennet trata de explicar “por qué nos resulta tan difícil aceptar que estas seis tesis son condición necesaria y suficiente para la cualidad moral de la persona” (p. 134-135). La razón aportada es que la noción de persona es normativa y actúa de ideal regulativo, es un “deber ser”, no un “es (hecho)”. Pero esta explicación, apuntada por Dennet, no acierta en lo más importante. De acuerdo con el último apartado: “Apuntes críticos de Robert Spaemann” (135-140), no llamamos “persona” a quien exhibe estas seis cualidades (u otras que quisieran proponerse), sino a su portador (la persona es el hombre, no la cualidad del hombre, p. 140). Esta es, sin duda, una clave de lectura del último capítulo del libro de Spaemann Personas. Esta tesis encierra la posibilidad de que existan otras especies biológicas, diferentes de homo sapiens sapiens, que sean también personas. Y, de hecho, la antropología empírica confirma que otras especies de homínidos, ya extintas, han sido personas, como prueban sus herramientas líticas, indicios de manejo de fuego y representaciones artísticas, algo de lo que nos informa la arqueología.

Las últimas páginas (136-140) antes del epílogo argumentan también seis tesis con las que Spaemann muestra las debilidades de la concepción empirista de la persona de Dennet (y también de Singer, Parfit y Hoerster).

Por el método (expositivo y sintético) y por los contenidos expuestos, no es difícil bosquejar los tipos de lectores a los que se dirige la obra que estamos reseñando. En primer lugar, el estudiante universitario que necesita hacerse con una idea global de temas, preocupaciones e interlocutores de Spaemann, en tanto que filósofo moral. En segundo lugar, es de interés también para el profesor universitario que quiere profundizar en la ética spaemanniana. Para él, este libro cuenta con una buena herramienta: la bibliografía final. El primer apartado de la bibliografía es el de mayor interés para el investigador, pues recoge bibliografía actualizada hasta 2020. Es útil, además del elenco de fuentes en español, la literatura secundaria que, con buen criterio, ha sido clasificada por temas. La bibliografía cuenta, además, con una “bibliografía complementaria” y una “Webgrafía” de otras obras citadas y de autores relacionados con Spaemann, sea porque se ocupan de temas que él abordó o porque él ha debatido con ellos. Todo este aparato bibliográfico es de enorme importancia para quien desee profundizar en el filósofo alemán que nos ocupa.

En consecuencia, esta obra puede emplearse con provecho por alumnos, como medio de un primer acercamiento a la ética de Spaemann y por profesores universitarios, como herramienta para preparar seminarios sobre los temas o autores estudiados.

En síntesis, de este libro nos parece adecuado el contenido, el método, el planteamiento general y la disposición de las partes. La edición está muy cuidada en su maquetación y carece prácticamente de erratas. Para próximas ediciones, sería bueno cuidar el modo de decir, así como limar expresiones que pueden sonar extrañas o duras en nuestra lengua.

El índice es detallado, pero echamos de menos, sin embargo, un glosario de términos que multiplicaría sin duda la utilidad de la obra, tanto para quienes se inician como para quienes desean adentrarse en la ética de Spaemann.

En esta Introducción a la ética de Robert Spaemann, echamos de menos más apuntes críticos o sugerencias de desarrollo de las tesis del filósofo alemán. La crítica más explícita está en p. 139 donde se dice que tal vez Spaemann pueda contradecirse al sostener que la persona es la estructura de un desarrollo que, como tal, contiene la posibilidad (¿potencialidad?) de desarrollar determinadas cualidades.

La antropología de Spaemann, pensada, sobre todo, desde el individuo (incluso cuando apela a la necesidad de un tú, pp. 137-138; 143, por ejemplo), merecería ser completada y repensada a la luz de una antropología de inspiración fenomenológica, que advierte que el ser humano es una unidad dual en reciprocidad, esto es, el ser humano existe, no solo como individuo, sino también como varón y como mujer, ambos con idéntica dignidad, pero distintos (no distantes), llamados a una reciprocidad donde lo humano se entiende a la luz de la categoría de la comunión (¿una versión del amor benevolente?). Este rasgo, inscrito teleológicamente en la naturaleza humana, muestra, en la línea de Spaemann, que el ser humano es un hápax en el mundo natural, lo que tiene consecuencias filosóficas de enorme calado y que convendría explotar.

En conclusión, la opción de la autora ha sido publicar un libro expositivo. Este es su valor y también su “límite”. Por eso, el lector queda con ganas de más y mejor. Pero no hay que olvidar que se trata de una Introducción y que, como tal, ha logrado el principal de sus objetivos: precisamente que el lector se quede con ganas de más y mejor y vaya a beber a las fuentes.

Jesús Manuel Conderana Cerillo
(Universidad Pontificia de Salamanca)