Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 90 (2023), pp. 177-209

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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GAMERO CABRERA, Isabel G. (2021): La paradoja de Habermas. ¿Qué sucede cuando se aplica la teoría de la acción comunicativa a debates actuales? Madrid: Dado Ediciones. 333 pp.

A través de la peculiar estructura que configura esta obra la autora, Isabel G. Gamero Cabrera, ofrece un acercamiento a la filosofía desarrollada y defendida por Jürgen Habermas. Valiéndose de un tono ameno y cercano, va presentando la teoría habermasiana acompañada de las problemáticas derivadas del aparato conceptual que el filosofo ha ido configurando, todo ello aludiendo a la actualidad de los temas abordados al tratar de aplicarlos en la compleja sociedad vigente. En este sentido, la autora viene a conformar una amplia imagen del pensamiento del filósofo desde un punto de vista crítico, atendiendo a las complejidades y carencias que ha logrado identificar, enfocando, al mismo tiempo, su mirada en las profundas crisis recientemente acontecidas.

Recurriendo a la organización propia de esta obra, se pueden identificar claramente dos partes que, de forma simétrica, se van complementando capítulo a capítulo, permitiendo al lector elegir entre diversos modos de lectura. Tal y como señala Isabel Gamero, se podría optar por una lectura tradicional, comenzando por la parte A, dedicada a la así denominada racionalidad comunicativa, finalizando por la B, dedicada a abordar las cuestiones relativas al mundo de la vida. De igual modo, se podría elegir hacerlo justo al contrario, comenzando por la parte B y finalizando por la A, o se podría optar por una tercera opción, elegida para la elaboración de esta reseña, consistente en hacerlo de forma paralela, avanzando paso a paso por ambas secciones (p. 9). Así, se abordará el primer capítulo de cada una de las mitades, dedicado en ambos casos a presentar el aparato conceptual fundamental, por un lado, introduciendo la noción de racionalidad habermasiana como aquello que nos caracteriza a los seres humanos, diferenciándonos del resto de especies (p. 19). En este sentido, la autora expone la forma en la que, para Habermas, tiene una importancia clave el componente práctico, refiriéndose a la racionalidad comunicativa como una capacidad humana que necesita ser aprendida y mejorada socialmente. Teniendo en cuenta esta necesidad de entreno y perfeccionamiento, así como los imperfectos contextos sociales en los que nos instauramos, las formas de racionalidad predominantes serían las identificadas por el autor como imperfectas, exponiendo su racionalidad comunicativa como una “aspiración que se frustra con mucha frecuencia en la realidad cotidiana” (p. 23).

Por otro lado, en las páginas introductorias de la, así denominada, parte B, la autora explica el otro concepto clave que hilará esta sección del escrito, a saber, el mundo de la vida, que consistiría en “el sustrato común o base compartida por distintos hablantes que permite que se entiendan entre sí y puedan llegar a ponerse de acuerdo” (p. 165). Tal y como explica Isabel, Habermas utiliza este concepto de forma complementaria a su noción de racionalidad, evitando, de este modo, el exceso de abstracción, logrando acercar su propuesta filosófica a la realidad cotidiana “compartida y vivida por los hablantes” (p. 167). Siguiendo la caracterización inicial presentada, se puede identificar, a través de las nociones conjugadas, la visión conciliadora de Habermas que permeará toda su obra, así como el intento de solución de las dificultades comunicativas propias de las sociedades contemporáneas (p. 170).

Retrotrayéndonos de nuevo a la primera parte del escrito, localizaríamos el capítulo uno, donde la autora aborda las primeras formulaciones de la propuesta filosófica de Habermas, incidiendo en la génesis del concepto de racionalidad comunicativa, entendido primeramente como “la proyección de una situación ideal” (p. 29) inalcanzable en los imperfectos contextos sociales actuales. Siguiendo las aclaraciones presentadas, se entendería que la racionalidad comunicativa sirve como una guía para mejorar los procesos comunicativos vigentes. Pero la complejidad que envuelve este modelo se refleja en las críticas recogidas al final del capítulo, enfocadas especialmente en la cuestión de la dualidad aparente; por un lado, tendríamos el concepto de racionalidad comunicativa teórico-filosófico y, por otro, la aplicación práctica del mismo, acompañada de una fuerte connotación ético-crítica. De esta forma, Isabel Gamero nos ofrece una concisa explicación de las críticas que Habermas recibió en aquella primera etapa –dirigidas en su mayoría a un supuesto alejamiento con respecto a la realidad sociocultural en la que nos encontramos– haciéndose cargo, igualmente, de las propuestas resolutivas y aclarativas que el autor formuló. En el apartado complementario o conjugado, localizado en la parte B del libro, se encuentra la “primera comprensión” (p.171) o aproximación al mundo de la vida, incidiendo en la influencia que Habermas recoge de la propuesta filosófica desarrollada por Husserl, así como en su reformulación propia. Las críticas recibidas, en este sentido, comparten ciertas similitudes con las aportadas en lo referente a la racionalidad comunicativa, apuntando a las influencias que el autor recoge de la fenomenología y del idealismo kantiano. Justamente, por las cuestiones señaladas, en las siguientes obras se producen algunos cambios de carácter importante, aclarando que desde el principio se mostró crítico con el idealismo, a través de la exposición del carácter realista y práctico de su propuesta al valerse del concepto de sentido común formulado por G. E. Moore y de las así denominadas certezas propuestas por el segundo Wittgenstein (p. 180). De forma fluida, la autora aborda estas cuestiones, así como el viraje indicado, en el segundo capítulo de esta misma sección (p. 181), exponiendo la adaptación que Habermas realiza aplicada a su nueva comprensión del mundo de la vida. Del mismo modo, encontramos recogidas las importantes dificultades propias de la reinterpretación que el filósofo realiza, la cual vendría a asumir una concepción de las certezas fija y fundacionalista, entendidas como “firmes, incuestionables y más que verdaderas que forman la base del mundo de la vida” (p. 197) alejándose de forma radical de lo que un autor como Wittgenstein entendería por certeza.

Siguiendo esta trayectoria, en el segundo capítulo de la parte A, Isabel Gamero expone las variaciones que el concepto habermasiano de racionalidad comunicativa va sufriendo, todas ellas vinculadas con una necesidad práctica de alejamiento con respecto a los horizontes ideales criticados. De este modo, la noción quedaría reubicada como la condición de posibilidad del lenguaje y la comunicación humana (p. 41). Recurriendo, para esta nueva explicación, a un plano teórico alejado de cualquier imposición normativa con respecto a las actividades de comunicación cotidianas, generalmente imperfectas y en constante reconstrucción. Las críticas en esta etapa se enfocan, especialmente, en esa toma de distancia con respecto a la cotidianidad o praxis humana, la cual podría ser entendida como una explicación “desde una posición teórica de autoridad” (p. 58), configurando una suerte de alejamiento con respecto a las realidades humanas fácticas. Lo que genera una nueva reinterpretación de su concepto, recogido por la autora en el siguiente capítulo de esta misma sección, dedicado a la así denominada tercera comprensión, ahora entendida como condición suficiente, contrafáctica y vinculada al aprendizaje lingüístico y ético, recurriendo, de este modo, a elementos relevantes propios de la sociología y la pedagogía (p. 60). Por su parte, en el tercer capítulo de la cara B encontramos, de un modo similar, esa nueva aplicación de la sociología, en este caso centrando su mirada en el mundo de la vida, ahora entendiendo tal concepto como aquello que articula los procesos comunicativos generados en las sociedades humanas. Es decir, haciendo referencia al conjunto de saberes que comparten las personas pertenecientes a una comunidad, manteniendo, así, el carácter abstracto y estático por el que será nuevamente criticado (pp. 209-212).

Tomando como punto de partida todas las variaciones y críticas acontecidas a lo largo de su personal recorrido filosófico, Habermas introduce en sus siguientes obras un fuerte carácter pragmatista que le permitirá, por fin, encaminar el aparato conceptual que ha ido configurando hacia una aplicación eminentemente práctica de la racionalidad comunicativa. Así, en el capítulo cuatro de la parte A, la autora nos ofrece un amplio análisis de este periodo, atendiendo a las profundas novedades introducidas, como la aceptación del falibilismo en lo referente al conocimiento humano, sumado a la posibilidad del cambio y la mejora (pp. 77-79). Alejándose, de este modo, de la posición estática que previamente había defendido, pero manteniendo una clara preferencia por una postura tendente al universalismo. Rechazando, de esta forma, la salida rortiana del etnocentrismo al incidir en la necesidad de una suerte de conexión ideal y común a todos los seres humanos (p. 100). En lo referente al así denominado mundo de la vida se produce un viraje similar, enfocado en la necesidad de elaborar una postura denominada por Habermas “postmetafísica” (p. 243), cercana al pragmatismo y caracterizada por un intento de alusión a la experiencia vivida por las personas y las relaciones sociales generadas entre ellas, pero sin descartar la pretensión de universalismo previamente descrito, negando la inconmensurabilidad entre las diversas formas de vida referidas (pp. 265-266).

A partir de este capítulo, Isabel Gamero muestra cómo la conjugación entre la racionalidad comunicativa y el mundo de la vida se intensifica, compartiendo una serie de problemáticas análogas al intentar darle una aplicación práctica y sociopolítica a todo el bagaje filosófico que el autor había venido conformando. De este modo, en el quinto capítulo de ambas secciones encontramos el resultado de esta necesidad habermasiana de resolución de los conflictos humanos reales, centrando su mirada en los conflictos derivados de la complejidad propia de nuestras plurales sociedades multiculturales. Así, la autora nos presenta el concepto de “sociedad postsecular” (p. 101), a través del cual Habermas trata de abordar la pluralidad religiosa que en múltiples ocasiones ha derivado en actos de violencia y odio. Este modelo de sociedad se basaría en el intento comunitario de “alcanzar una situación de convivencia y respeto a las diferencias” (p.103), sin encerrarnos en nuestra propia visión y aludiendo a una necesidad universal de empatía y entendimiento mutuo, sumado al intento de evitar “una deriva fundamentalista y violenta” (p. 136). Para lograr esto, el autor se aleja del intento de elaborar una suerte de posición neutral, al contrario, se centra en la necesidad de un “posicionamiento como habitante del mundo de la vida” (pp. 270-271), así como en la importancia de fomentar el aprendizaje y el consenso mutuo. Evitando, de este modo, el rechazo hacia determinadas culturas o sectores y en favor de una convivencia a través del respeto de las creencias ajenas (p. 271).

En los capítulos finales de cada una de las secciones la autora aborda de forma ordenada algunos de los debates actuales más importantes en los que Habermas tomó partido. De esta manera, en el capítulo sexto de la sección B, tal y como indica su título, la autora se hace cargo de la posición habermasiana con respecto a la cuestión de “la independencia de algunas regiones, la polémica sobre el uso del Hiyab en Francia y breves alusiones sobre el Brexit” (p. 289), ofreciéndonos una exposición de la aplicación concreta de la posición de Habermas, basada en el concepto ya abordado de racionalidad comunicativa, así como de las pretensiones de validez de cada uno de los discursos enfrentados. Haciéndose cargo, igualmente, de las críticas y problemáticas derivadas de tales concepciones, aludiendo a la necesidad de creación de una suerte de organismo internacional regulatorio de tales discrepancias (p. 298). Por otro lado, en el capítulo sexto de la parte A, la autora nos acerca a uno de los debates actuales más controvertidos, a saber, “la legalización (o no) del aborto” (p. 137) a través de la aplicación de las consideraciones habermasianas de la racionalidad comunicativa, así como de su modelo social colaborativo basado en el consenso entre las diferentes perspectivas o puntos de vista (p. 139). Haciéndose cargo en todo momento de la complejidad propia de este debate concreto, puesto que, tal y como expresa el filósofo, “ambas partes poseen buenos argumentos y razones para defender su postura” (pp. 139-140) si consideramos los intereses de cada una de las partes y sus diferentes formas de afrontar la vida.

Tras todo el viaje filosófico y conceptual que hemos venido realizando, la autora nos ofrece un capítulo siete (en cada una de las secciones) capaz de recoger y encauzar todas las complicaciones que las formulaciones de Habermas han tenido, así como las intensas críticas recibidas y las profundas carencias que, en multitud de casos, tendría su teoría al aplicarse a las problemáticas generadas en el seno de nuestra plural sociedad multicultural. De este modo, podemos identificar una suerte de perseverancia habermasiana basada en el intento de formalizar una suerte de marco universal y abstracto en el que nuestras diferencias quedarían apaciguadas, el cual, al analizar nuestro contexto sociopolítico, parece verse como una idealización o un proyecto actualmente inalcanzable. Justamente partiendo de estas importantes carencias, Isabel G. Gamero dedica unas últimas páginas en ambas secciones a repensar el origen de algunas de las debilidades más importantes de esta teoría, aludiendo a la necesidad de atender a los intentos de solución generados tras el así conocido giro pragmático y la génesis del falibilismo, junto a las postulaciones de la nueva teoría crítica que desde hace décadas se viene configurando.

M.ª de los Ángeles Pérez del Amo
(Universidad Complutense de Madrid)