Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 88 (2023)
ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)
Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España (texto legal). Se pueden copiar, usar, difundir, transmitir y exponer públicamente, siempre que: i) se cite la autoría y la fuente original de su publicación (revista, editorial y URL de la obra); ii) no se usen para fines comerciales; iii) se mencione la existencia y especificaciones de esta licencia de uso.
HELMER, Étienne (2019). Platon: Ménexène. Introduction, nouvelle traduction (texte grec en regard) et commentaire par É. Helmer. Paris: Vrin, 184 pp.
El Menéxeno es una breve obra de cuño platónico —ocupa 16 páginas de la edición de Stephanus—, cuya singularidad y carácter enigmático resultan más que evidentes. De entrada, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de diálogos platónicos, la parte dialogada se limita a un prólogo (234a-236d) y un epílogo (249d-e) muy breves. Además, el resto de la obra (236d-249d), su parte central, está constituida por una oración fúnebre (epitaphios logos) entonada por Sócrates, pero atribuida a Aspasia de Mileto. Según Sócrates, el género de las oraciones fúnebres no requiere mucho ingenio y no es importante quién sea el orador en concreto (235d), ya que en tales oraciones imperan los tópicos y el refrito. En esa misma línea, el filósofo comenta que el discurso de Aspasia que va a presentarle a su interlocutor Menéxeno está compuesto, por un lado, a partir de lo que en el marco del epitaphios logos es necesario decir siempre y, por otro, zurciendo algunos pasajes desechados de un discurso que la de Mileto compuso tiempo atrás para Pericles (236b). Se trata, pues, de una obra poco dialogada, en la que el discurso central es atribuido a una maestra de retórica, y en la que las brevísimas partes en las que hay interacción no ofrecen certezas acerca de cuál es la intención de Sócrates al entonar un discurso de este género.
El Menéxeno se presenta así, en buena medida, como un enigma que el lector debe resolver y que no resulta en modo alguno evidente. Cabría preguntarse, de entrada, si el discurso es realmente de cosecha de Aspasia o si Sócrates, como en otros diálogos, atribuye a terceros discursos propios. Además, independientemente de cuál sea la respuesta a la cuestión anterior, habría que dirimir si cuanto se promulga en la oración goza del beneplácito socrático o si, por el contrario, se trata de una parodia imitativa en la que se ridiculiza desde el punto de vista del filósofo la práctica de la oración fúnebre potenciada por la democracia ateniense. Si algo está fuera de dudas es que la cuestión está lejos de ser clara; prueba de ello, la obra ha sido interpretada desde antiguo de forma muy variada, existiendo al menos tres interpretaciones principales: 1) para algunos, las palabras de Sócrates son serias, esto es, deben entenderse al pie de la letra, puesto que el objetivo platónico sería hacer frente a los rétores de su época, ofreciendo un epitaphios logos adecuado y que compita con el de aquéllos mediante la transmisión de unos valores políticos y educativos apropiados; 2) para otros, por el contrario, el diálogo tendría una naturaleza eminentemente paródica o irónica, cuyo objetivo sería ridiculizar tanto el género de la oración fúnebre como la retórica democrática, mostrando sus peligros y su carácter mistificador, a los que habría que contraponer un modelo discursivo y político netamente diferentes, a saber, el regido por la dialéctica; 3) todavía otros han propuesto un enfoque intermedio que combina los dos anteriores, al considerar que la mayor parte del diálogo y del discurso es paródica, pero que su final (2483-249c), en cambio, transmite contenidos políticos y educativos serios, acordes con el pensamiento político platónico (p. 8-9).
Ante la complejidad que entraña su interpretación, para abordar la lectura con mayores garantías resulta fundamental apoyarse en una buena edición comentada que ofrezca un cuadro general del diálogo, así como las principales hipótesis hermenéuticas. Precisamente, éste es el caso de la reciente edición francesa del Menéxeno publicada en el 2019 por el profesor Étienne Helmer en la editorial Vrin, de la que en lo sucesivo ofreceré una breve reseña, en la que destacaré algunas de sus muchas virtudes.
La edición de la que doy cuenta está compuesta por cuatro partes. En primer lugar, se ofrece una breve pero completa introducción (p. 7-16), en la que el autor presenta el diálogo y los personajes, se señalan las principales particularidades de la obra y los elementos comunes respecto al resto de diálogos, se indican los problemas hermenéuticos fundamentales, así como las principales propuestas de lectura, añadiendo además su original interpretación y poniendo de relieve que Platón diseña la obra haciendo que algunos elementos resulten ambivalentes para que la interpretación quede abierta y sea tarea del lector reflexionar sobre lo expuesto. En segundo lugar, el profesor Helmer ofrece el texto original griego, así como su traducción francesa (p. 17-79). El texto original recoge la edición de John Burnet, aunque con algunas modificaciones indicadas en nota a pie de página; la traducción francesa sigue fielmente al original y ofrece además una serie de valiosas notas al pie, ora a fin de recoger información relevante que la traducción no puede plasmar, ora a fin de introducir información histórica o lingüística importante para entender mejor un pasaje concreto. El plato fuerte llega en tercer lugar, en el que el lector tiene acceso a un sugerente y pormenorizado comentario del diálogo (p. 71-173), del que a continuación ofrezco más detalles. Por último, en cuarto lugar se ofrece una valiosa lista de referencias bibliográficas puesta al día y ordenada en función de diversos aspectos, como el contenido o las interpretaciones suscritas (p. 175-180).
Una vez ofrecida la descripción general del libro, conviene detenerse en su sección más extensa y pormenorizada, el comentario, en el que el autor analiza con esmero y pasaje a pasaje el conjunto del diálogo. Además de discutir acerca de los principales temas tratados en la obra, el autor explica cuáles han sido las interpretaciones principales y ofrece su propia lectura con rigor y originalidad, estableciendo para ello en muchos casos valiosos paralelismos con otras obras, como la Apología, el Gorgias o la República. Una reseña no es el sitio para desgranar uno por uno los distintos puntos del comentario, pero sí que quisiera recoger dos de las cuestiones que a mi juicio resultan claves por su originalidad y por su carácter inspirador a la hora de elucidar esta obra así como algunas pautas generales de la escritura platónica:
a) Ante la singularidad de este diálogo, en el que no es evidente qué propósito persigue Platón al diseñar un texto en el que su parte central y más extensa constituye un epitaphios logos que Sócrates atribuye a Aspasia, resulta capital explicar cuáles son las principales posibilidades de lectura y señalar la mayor o menor verosimilitud de cada una. Según indiqué previamente, a lo largo de la historia han imperado tres hipótesis de lectura: a) sobre todo en la antigüedad —aunque todavía hoy hay intérpretes que suscriben esta tesis— y fruto de una óptica poco atenta a los componentes dramáticos de la obra, algunos intérpretes consideraron que la oración fúnebre constituía un intento serio de transmitir valores cívicos y educativos positivos, y de rivalizar con los rétores de su tiempo y el sistema democrático que los impulsaba. Así, Sócrates mostraría mediante su discurso que es posible hacer uso de dicho género para transmitir una enseñanza valiosa, distinta de la promulgada de facto por la retórica democrática. En consonancia con esta lectura, el segundo subtítulo con el que han llegado los manuscritos medievales de esta obra es “ético” y no “retórico” (p. 8, n. 2). Sin embargo, principalmente a partir del siglo XIX y fruto de lecturas más atentas al componente performativo que engloba la conversación, numerosos autores han interpretado que la oración es claramente paródica y que en ella se ridiculizan toda una serie de mistificaciones y exageraciones de la retórica democrática de la época; así, el Menéxeno constituiría un apéndice del Gorgias, que serviría para ridiculizar una expresión concreta de la retórica criticada por Platón y que constituiría la alteridad absoluta o el polo opuesto al tipo de discurso y de retórica que él propone. Trátase ésta de una interpretación verosímil, entre otros motivos, debido a la incongruencia de lo manifestado en el discurso respecto a ciertas tesis sostenidas recurrentemente por Sócrates a lo largo del corpus, pero también a causa del pasaje 234c-235c del Menéxeno, en el que Sócrates critica con dureza el género del epitaphios logos por tratarse de un tipo de discurso que deforma la realidad, se basa en la adulación y crea una unidad política inestable. No obstante, aunque esta perspectiva resulte verosímil, algunos autores han considerado que la lectura en parte no es acertada, ya que al final del discurso fúnebre ofrecido por el filósofo, entre 246a y 249c, Sócrates formularía una serie de tesis que no resultan contrarias a la propuesta filosófica, sino todo lo contrario. En este sentido, existe una tercera línea de lectura que, combinando el enfoque paródico con el serio, entiende que el diálogo contiene una dura crítica a los discursos fúnebres al uso, pero que, asimismo, la parte final de la oración mostraría que es posible emplear el género de forma seria para transmitir un mensaje educativa y políticamente positivo. Esta última lectura tendría la virtud de advertir que, en realidad, el epitaphios logos que ofrece Sócrates no constituye la alteridad absoluta de la propuesta platónica, pudiendo hallar en él ciertos paralelismos con lo defendido seriamente por el filósofo en otros textos. Sin embargo, esta lectura tendría dos problemas principales: por un lado, según señala Helmer, el pretendido corte entre la parte principal y la última parte de la oración no existe, es decir, Sócrates no elabora un corte neto en su discurso de tal modo que en la parte final deje la ironía para transmitir tesis platónicas; por otra, a esta tercera vía le pasaría inadvertido que en la parte final de la oración las tesis supuestamente platónicas se ofrecen deformadas por la retórica democrática y que sucede lo mismo en el resto de oración. Precisamente, la obra que reseñamos da cuenta de estas lagunas ofreciendo una cuarta perspectiva hermenéutica, que constituye uno de los puntos más destacados de la original aportación de esta edición. Helmer hace notar, por un lado, que la oración sirve para parodiar el género del epitaphios logos y mostrar su carácter mistificador y espurio, y, por otro, que el epitaphios logos no constituye la alteridad absoluta de la filosofía, sino más bien, la deformación de la misma, su espejo invertido, en el que toda una serie de tesis platónicas se desfiguran bajo la lente de la retórica democrática. Así, la oración fúnebre del Menéxeno resultaría paródica, pero permitiría al lector no sólo aprender una enseñanza seria acerca de dicho género y de la ciudad, sino también acerca de la propia filosofía: correspondería al lector atento captar correctamente el juego retórico de deformación al que Sócrates somete algunas tesis platónicas, así como captar que varios procedimientos filosóficos —por ejemplo, la división dialéctica— son empleados de forma espuria. Es decir, esta cuarta vía muestra que, de hecho, Platón está haciendo en este diálogo lo que acostumbra a hacer en tantos otros, a saber, distinguir claramente el logos filosófico de otra serie de discursos en apariencia similares pero esencialmente distintos; en este caso concreto, Platón estaría ofreciendo un discurso que interpela al lector a comprender que pese a que la retórica democrática y la retórica filosófica sean dos ficciones que a primera vista guarden ciertas similitudes, resultan esencialmente distintas, en tanto que la segunda está al servicio de lo bueno y lo verdadero en la ciudad, mientras que la primera sólo se mueve por lo que en apariencia es bueno y verdadero, constituyendo así el fantasma, el doble invertido, de la primera. Frente al epitaphios logos que el régimen democrático potencia para modelar unos ciudadanos serviles en pos de unos ideales ciegos, el diálogo filosófico de Platón potencia, en primer lugar, la discusión viva acerca de los ideales más verdaderos y adecuados para la ciudad; y, en segundo lugar, un tipo de ficción —si se quiere y evocando la República, una noble mentira— que resulte beneficiosa para la salud y estabilidad de la polis. En definitiva, la perspectiva con la que Helmer comenta el diálogo deja claro que, aunque en el diálogo haya mucho de paródico y de irónico, Platón transmite un mensaje político, cívico y educativo serio.
b) El enfoque hermenéutico de Helmer no sólo ofrece claves para la correcta comprensión de este diálogo en concreto, sino que da múltiples pistas sobre la estrategia escritural platónica. Muy sugerente resulta a este respecto como Helmer subraya en distintos pasajes que, en línea con lo expuesto en el párrafo anterior, el lector debe ser capaz de separar el grano de la paja, es decir, debe saber distinguir lo serio y lo cómico, así como la ficción filosófica y la ficción retórica. En consonancia con otras obras, el Menéxeno está diseñado de tal forma que reta al lector a que dialogue con él y trate de esclarecerlo; por ello se evita ofrecer tesis de forma directa o simple. Frente a la retórica tradicional y su recurso a tópicos más o menos manidos que permiten ganarse mediante la adulación a un público pasivo, el diálogo filosófico interpela al lector para que practique activamente la filosofía. En ese sentido, no sólo es interesante la deliberada ambigüedad del diálogo, en el que se cotejan el discurso filosófico y el retórico mostrando sus aparentes similitudes y sus diferencias esenciales, sino también la ambigüedad con la que Platón describe todo lo referente al interlocutor socrático en este diálogo, Menéxeno. Según el autor, Platón construye de forma deliberada la obra para que haya cuestiones ambiguas: hay elementos que permiten interpretar que Menéxeno ha aprendido de la conversación con Sócrates, es decir, que este último ha logrado transformar la mirada de Menéxeno, induciéndolo a apartarse de su excesivo furor por la retórica democrática imperante y a practicar la filosofía; esos mismos elementos, no obstante, también se dejan interpretar en sentido opuesto, sugiriendo que la devoción inicial de Menéxeno por la carrera política al uso, la retórica tradicional y su ciega ideología no se han visto alteradas un ápice, sino que el joven habría disfrutado del discurso de Sócrates igual que lo hace con todas las oraciones fúnebres, sin percatarse de forma relevante de la ironía con la que Sócrates ha envuelto la pretendida oración de Aspasia.
En definitiva, el comentario del profesor Helmer ofrece una lectura de gran interés tanto para el lector novel como para el experto, en la que se sitúa el diálogo en su contexto, se señalan los principales temas tratados así como los distintos problemas hermenéuticos y se ofrece una propuesta de lectura que pone en valor esta obra, mostrando que constituye un texto en el que, pese a que la ironía y la parodia están muy presentes, se discuten cuestiones de máxima seriedad y se transmite una serie de contenidos política y educativamente relevantes, además de definir —como en buena parte de los diálogos— la filosofía en contraposición a otros discursos aparentemente similares pero esencialmente distintos.