Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 88 (2023)

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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BERNSTEIN, Richard J. (2021): Encuentros pragmáticos. Traducción de Alejandro Sánchez Lopera. Barcelona: Gedisa, 334 pp.

 

Habiendo transcurrido actualmente cinco años desde la publicación original de este escrito —en 2016—, titulado Pragmatic Encounters, y gracias al trabajo de traducción realizado por el profesor Alejandro Sánchez Lopera y a las debidas correcciones de la mano de Marta Beltrán Bahón, podemos disfrutar en castellano de esta amplia recopilación de ensayos y conferencias, redactadas e impartidas por el filósofo Richard J. Bernstein a lo largo de los últimos años (p. 13). De esta forma, atendiendo a la estructura de la colección, nos encontramos con una multiplicidad de temas y cuestiones diversas, pero que, a pesar de su diversidad, se pueden organizar y vincular profundamente a través de lo que el autor denomina el ethos pragmatista (p. 14). Evitando caer en clasificaciones tradicionales y separándose de los “ismos”, con los que, tal y como aclara, nunca se ha sentido identificado, nos ofrece, como alternativa, una suerte de reconstrucción de los diferentes encuentros que, a lo largo de su trayectoria académica, ha experimentado al acercarse a las variadas teorías y autores enmarcados en esta tradición. En este sentido, podemos diferenciar cuatro bloques temáticos, a través de los cuales el autor ordena los diferentes momentos filosóficos y las múltiples problemáticas, generalmente adscritas a esta corriente pragmatista, pero sin olvidar las complejas interconexiones existentes entre todos estos ámbitos englobados en ese particular ethos ya mencionado.

Comenzando con este conjunto de agrupaciones temáticas nos encontramos con una primera parte titulada “El pragmatismo y su historia” (p. 27), donde el autor irá introduciendo algunos de los leitmotiv que hilarán los diversos componentes de su escrito. De esta forma, comienza su labor con un breve artículo, caracterizado por él mismo como una suerte de “autobiografía intelectual” (p. 14), donde nos muestra y explica sus primeras inclinaciones filosóficas, así como el contexto en el que todo ese bagaje intelectual se fue fraguando. Retrotrayéndose hasta sus días de juventud en Nueva York, logra exponer sus inquietudes, primeros pasos y elecciones formativas, para mostrar su compleja trayectoria intelectual de una forma cercana y humilde, sin olvidar todos aquellos momentos de dudas y terror por las decisiones tomadas, hasta llegar al momento de escritura y formalización de su tesis doctoral sobre John Dewey. Posteriormente, nos dedica un ameno viaje a través de las diversas inclinaciones y virajes filosóficos por los que se ha movido a lo largo de su vida, resaltando la relación mantenida con importantes compañeros de profesión como Richard Rorty, Hannah Arendt, Hans-George Gadamer y Jünger Habermas (p. 42). Pero, volviendo a sus inicios, cabe destacar el modo en el que la filosofía de Dewey marcó un antes y un después en su trayectoria académica, teniendo una importancia decisiva, especialmente considerando el contexto histórico-social en el que se localizaba y a la visión democrática defendida por el mismo. Tal y como expresa:

Dewey me pareció un filósofo mucho más interesante e importante y empecé a sentir una gran cercanía con su visión de la experiencia y la naturaleza, así como con su papel como un intelectual público preocupado por la democracia radical (p. 32).

Siguiendo con el estudio y la reivindicación de este carácter democrático, profundamente vinculado con el pragmatismo filosófico, continúa su escrito ofreciéndonos una pequeña recomposición de los orígenes y la configuración de este tipo de filosofía. Así, a través de una mirada retrospectiva, analiza la historia del pragmatismo norteamericano, acercándonos a los diferentes planteamientos iniciales y a las variadas propuestas inaugurales, de la mano de autores como Charles S. Peirce, William James y John Dewey (p. 50). Identificando, a través de su argumentación, algunas de las cuestiones esenciales propias de la tradición señalada, teniendo en consideración la centralidad y vigencia de temas tan críticos como la cuestión en torno al antifundacionalismo y crítica del cartesianismo (p. 55), el falibilismo (p. 56), la comunidad de investigadores y el carácter social de las prácticas (p. 57), el pluralismo y la contingencia (p. 58), la perspectiva del agente y la continuidad entre teoría y praxis (p. 59) y la democracia como forma de vida (p. 60) [cursiva utilizada por el autor]. En este intenso repaso, Bernstein se hace cargo, al mismo tiempo, de las diversas etapas o momentos por los que este particular movimiento ha ido transitando, mostrando el viraje que ha venido experimentando. Haciendo referencia con ello, al difícil comienzo sufrido, cuando el apoyo y la defensa del pragmatismo era algo propio de una minoría, así como al decisivo cambio acontecido con el así denominado “resurgimiento” (p. 65) del pragmatismo, posibilitando, de este modo, que sea ampliamente estudiado, defendido y discutido a nivel global y en relación con múltiples ámbitos y disciplinas. Atendiendo a algunos encuentros filosóficos especialmente cruciales, propios de este mutable y complejo ethos, damos paso a los artículos que concluyen esta primera parte de la obra, en los cuales podemos observar cómo el autor nos presenta una suerte de reflexión mucho más específica, en comparación con las intervenciones previas. En esta ocasión, Bernstein centra su mirada, por un lado, en el trabajo y la figura de su amigo e interlocutor Richard Rorty (p. 67), mientras que, por otro, analiza el intercambio intelectual mantenido entre Dewey y Trotsky en la década de 1930 (p. 81), resaltando en todo caso el carácter crítico, práctico y social de esta disciplina filosófica.

Tras este conjunto de apuntes introductorios, comienza la que podría constituir una de las partes más importantes del escrito, denominada “Democracia y pluralismo” (p. 97), a través de la cual nos ofrece una serie de claves y herramientas fundamentales para tratar de hacernos cargo, como ciudadanos, de las problemáticas y cuestiones que envuelven nuestra compleja y plural sociedad multicultural. En este sentido, además de las estrategias mencionadas, desarrolla una suerte de glosario conceptual, abordando las controversias en torno a la cuestión de la inconmensurabilidad, el pluralismo y sus diferentes acepciones, hasta llegar al análisis y el estudio de la cuestión democrática, aludiendo a las ideas propuestas por Dewey. Siguiendo sus argumentos, se hace palpable la profunda conexión existente entre los diversos pensadores pragmatistas y una “profunda preocupación por la democracia” (pp. 16-17), haciendo suyas, igualmente, estas inquietudes y convicciones, tal y como el propio autor expresa:

Comparto la idea de Dewey de que la democracia no es exclusivamente una forma de gobierno sino una forma de vida que debe ser concretada y puesta en práctica en nuestra vida cotidiana. Creo además que el pluralismo es importante no sólo para la filosofía sino para la sociedad y la política (p. 17).

Reparando en esta revalorización de la praxis humana, podemos identificar la ruptura con el modelo de racionalidad clásico, que predominó especialmente tras el desarrollo filosófico cartesiano. De este modo, al estudiar el perfil filosófico pragmatista, encontramos una intensa crítica acompañada de un fuerte rechazo a las concepciones idealizadas de la racionalidad, negando la posibilidad de, en palabras del autor, un “punto de vista de Dios” (p. 17). Aludiendo con esa breve cita a aquella filosofía, tesis o argumentos fundamentados en una suerte de localización privilegiada del sujeto, desde la cual podría observar de forma aséptica, desligado de sus experiencias empíricas, del contexto sociocultural en el que vive y se relaciona, así como de la multiplicidad de versiones o perspectivas humanas. Al contrario, el pragmatismo se envuelve de esta variedad, asumiendo la multiplicidad de perspectivas y posiciones. Es importante señalar, tal y como remarca el autor, que el pluralismo falibilista comprometido, que personalmente desarrolla y defiende, no debe ser entendido como un tipo de relativismo extremo, puesto que se fundamenta en el análisis crítico, pero, al mismo tiempo, atiende a sus propias limitaciones, tratando de comprender a aquellos que son diferentes o incluso opuestos:

Un pluralista falibilista comprometido siempre tratará de mostrar —sea argumentando, apelando a la experiencia vivida, sea contando historias y construyendo narrativas— por qué la alternativa que favorece es más atractiva, adecuada, rica e iluminadora que aquellas que rechaza. Pero también reconoce su propia falibilidad y que gente razonable pueda disentir en torno a asuntos fundamentales (p. 149).

De este modo, considera fundamental la voluntad de colaborar y empatizar con los otros, aunque nos resulten extraños o diferentes, tratando de entenderlos a través de “un genuino diálogo crítico” (p. 18), logrando así desarrollar una sociedad democrática en la que se posibilite el encuentro y la comprensión entre los diferentes y múltiples grupos sociales o culturales propios de nuestras complejas sociedades actuales. En este sentido, Bernstein nos ofrece un intenso recorrido a través de algunos de los debates que, en relación con las problemáticas señaladas, ha considerado más importantes, logrando abarcar perspectivas como la desarrollada por Kuhn (pp. 99-116) —en lo referente a la noción de inconmensurabilidad—, así como el desarrollo del pluralismo cultural de la mano de William James (pp. 117-131) o el así denominado pluralismo comprometido propio de la filosofía de Charles Taylor (pp. 133-151). De este modo, tomando en consideración el desarrollo filosófico que hemos tratado de condensar en estas líneas, y volviendo a hacer referencia al carácter profundamente práctico del pragmatismo, se hace patente la vinculación y la posibilidad de aplicación de todas estas herramientas, argumentos e ideas a contextos propios de nuestra cotidianidad. Todo ello, tal y como especifica el autor, sin olvidar las limitaciones de la filosofía, puesto que con este desarrollo no se pretende ofrecer una suerte de método o solución concreta, definitiva e infalible, sino una propuesta que “puede ayudar a deconstruir los mitos y prejuicios que bloquean nuestro entendimiento mutuo” (p. 116).

Logrando comprender el pensamiento filosófico en un sentido especialmente amplio, Bernstein, en la siguiente agrupación de encuentros que configuran la tercera parte de su escrito denominada “Crítica en tiempos oscuros” (p. 187), nos presenta la forma en la que ha crecido intelectualmente gracias a la perspectiva filosófica heredada de la teoría crítica, propia de la Escuela de Frankfurt. Destacando, así, el legado filosófico de Herbert Marcuse, Jürgen Habermas y Hannah Arendt, muestra su inspiración proveniente de múltiples tradiciones y disciplinas, más allá de la tradición pragmatista norteamericana, compartiendo, de este modo, con ellos, su preocupación por las cuestiones públicas y políticas. Así, vagando entre los diversos escritos, nos va mostrando la importancia de la crítica social, atendiendo a nuestro compromiso como ciudadanos democráticos. Aludiendo, de igual modo, a la necesidad de crear un espacio seguro para “el debate público vigoroso y un juicio político sensato” (p. 22), exponiendo la vital importancia del compromiso ciudadano para evitar la manipulación y las situaciones violentas que, tanto histórica como personalmente, podemos reconocer. De esta forma, siguiendo con la cuestión pública, el autor cierra su obra con un conjunto de ensayos dedicados a profundizar en las cuestiones que venimos perfilando. Bajo el título “Moralidad, política y religión”, encontramos un conjunto de aportaciones dedicadas a mostrar la urgencia y la importancia de este tipo de reflexiones, especialmente haciendo alusión al momento y la situación histórico-social en la que nos enmarcamos. Realiza, en este sentido, una profunda reflexión sobre los problemas a los que debemos enfrentarnos en las complejas sociedades multiculturales actuales, aludiendo, por un lado, a la necesidad de recordar “la diferencia, alteridad y otredad” (p. 267), pero sin olvidar, por otro lado, el análisis crítico de las situaciones acontecidas, para no caer en “la reificación y celebración acrítica de las diferencias” (p. 267). De este modo, a través de la ruta bernsteiniana, lograríamos evitar el relativismo extremo aludiendo a la responsabilidad y la necesidad de establecer algunas limitaciones críticas, pero manteniendo, en todo caso, el carácter falible y flexible de la propuesta presentada. En este sentido, podríamos destacar de entre las muchas virtudes propias de este escrito, la gran actualidad del mismo en lo concerniente a la cuestión democrática y el análisis crítico de la multiplicidad de versiones y perspectivas. Estas herramientas, que Bernstein nos ofrece, se hacen especialmente valiosas cuando atendemos a la presente situación acontecida con la gran crisis epidemiológica que seguimos sufriendo, la cual, en múltiples ámbitos, ha ejercido como desencadenante para el surgimiento y la expansión de perfiles extremadamente polarizados. Destacando, a este respecto, algunos puntos de vista o ideas controvertidas que en ocasiones pueden llegar a ser extremadamente peligrosas, tanto para el carácter democrático de nuestra sociedad como para cuestiones más vinculadas a la, así denominada, salud pública. En este caso, remitiéndonos al alzamiento de posturas conspirativas y/o negacionistas, así como a la necesidad de entablar un diálogo crítico y responsable con todas las perspectivas —por muy diferentes que sean de la propia—, para lograr avanzar hacia una mejor situación como ciudadanos, tratando de hacernos cargo de las nuevas problemáticas y dificultades nacientes, enfocando nuestra mirada en ellas sin tratar de obviarlas.

 

M.ª de los Ángeles Pérez del Amo

(Universidad Complutense de Madrid)

https://orcid.org/0000-0002-1938-9058