Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 86 (2022)

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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NEGRI, Antonio (2019). Marx y Foucault. Buenos Aires: Editorial Cactus, 255 páginas.

 

 

El ensayo de Antonio Negri Marx y Foucault forma parte de una serie de tres volúmenes, los cuales están dedicados a explicar la transformación de su pensamiento a partir de la década de los setenta. El primer volumen es una reflexión política desde el binomio Marx-Foucault, pretendiendo dar cuenta del surgimiento de nuevas luchas y nuevas figuras subjetivas en el capitalismo neoliberal. Precisamente, a partir del surgimiento de las nuevas luchas es necesario repensar a Marx. “Se trata de reposicionar a Marx en la militancia, de sumergirlo nuevamente en la comprensión de la historia” (p. 37). En este caso, es menester una relectura de Marx con relación a las actuales condiciones de explotación y dominación, y Foucault es pertinente para comprender los nuevos procesos de subjetivación como un horizonte de producción de formas de vida.

Así, el método de la crítica política propuesto por el filósofo italiano, debe de evitar cualquier indiferencia y mistificación del poder, más bien debe ser un riguroso esfuerzo por descender al sitio donde se articulan las relaciones en un nivel molecular, donde se construyen las singularidades. Se propone recorrer todo el tejido del ser, siguiendo la constitución del ser histórico del poder y sus mecanismos. “El método pretende enraizarse en la ontología y aferrarse a la existencia histórica que es propia de aquella radicalidad que nos muestra el mundo” (p. 202). El método deviene en una ontología histórica que se revela como estrategia y lucha. Cada institución es desmontada en la comprensión de sus mecanismos moleculares de poder, poniendo atención no solamente en la circulación y extensión de los mecanismos de poder, sino participando en la analítica de la producción y reproducción. Negri sostiene que el antagonismo de la lucha de clases y el poder molecular que articula la génesis de los dispositivos de poder, rearticula los deseos comunes al interior del sistema capitalista mostrando una posibilidad de fuga.

Así pues, podemos decir que existen tres razones importantes para regresar a Marx. La primera es una razón política, el materialismo histórico tiene una función desmitificadora, destruye la idea del progresivo desarrollo capitalista y acentúa el antagonismo de clase. La fase histórica vinculada a la transición del plusvalor absoluto al plusvalor relativo, está caracterizada por un cambio en las relaciones de producción, el ascenso de la figura maquínica propicia la reducción del trabajo socialmente necesario. Sin embargo, esta reducción pretende ocultar la potencia del trabajo vivo, puesto que la actividad de los obreros es aquella que permite a las máquinas ser productivas. La segunda razón para regresar a Marx es crítica, creando una ontología histórica atravesada por el antagonismo de clases. A lo largo del desarrollo capitalista la cooperación social fue propiciada por el capital, quedando supeditada a las distintas formas de explotación. En el capitalismo neoliberal los momentos de cooperación social se han ido presentado de forma autónoma al control capitalista. Finalmente, la última razón es teórica, indica una compresión de las crisis del capitalismo en el siglo XX. El paso de la subsunción formal a la subsunción real de la sociedad capitalista, presupone un dominio ampliado del control de la fábrica, se extiende más allá de los muros a la sociedad en conjunto, el capital se convierte en un way of life. “La fuerza-trabajo, por ende la actividad social, es subsumida a este dinero que es medida y, al mismo tiempo, control y comando” (p. 56). El dinero no solamente tiene que ver con el salario en la fábrica, sino que es una forma de relación que propicia procesos de subjetivación.

El filósofo italiano considera que la dialéctica en el marxismo occidental, —pasando por los trabajos de Lukács y la Escuela de Frankfurt— ha sido petrificada. La dialéctica de la Aufklärung, una vez que la subsunción de la sociedad al capital se ha consumado, nos hace pensar que solo quedaría esperar un acontecimiento que reabra la historia, o adecuarse tranquilamente al Gelassenheit. Sin embargo, sobre el terreno de la crisis del capitalismo es posible entrever la aparición de una subjetividad autónoma, “invirtiendo el mandato de considerar a las tecnologías el terreno exclusivo de la alienación, nace la hipótesis de un uso subversivo de las máquinas por parte de la clase obrera” (p. 60). Emerge una figura concreta en el terreno de la abstracción. Precisamente, a partir del surgimiento de las nuevas formas de producción y reproducción del dominio capitalista que progresivamente han intentado cerrar sobre sí las leyes de la dialéctica, “el trabajo vivo y la actividad humana, sobre el terreno biopolítico, están en la base de toda subjetivación. La nueva constitución del común […] está articulada […] por deseos de escapar de la soledad y realizar la multitud” (p. 70). Negri contrapone la multitud a los límites de la síntesis dialéctica. Es decir, los procesos de subjetivación articulan lo común como aquella potencia contrapuesta al poder constituido que se da adentro de la valorización capitalista.

Asimismo, en el Capítulo VI inédito Marx analiza con otra entonación algunos problemas estudiados en el Capítulo I de El Capital. Ciertamente, en el paso de la subsunción formal a la real el maquinismo incrusta a la vida en su interior, es decir, las relaciones sociales de producción y reproducción son puestas en el terreno de la explotación, “la vida es subsumida al capital” (p. 74). Aun así las relaciones antagónicas atraviesan todo el tejido social. “No son fuerzas individuales sino sociales, las que operan productivamente en el interior del proceso laboral” (p.80). A partir de la subsunción real los sujetos se mueven en un terreno de producción biopolítica y, al mismo tiempo en una fábrica colectiva atravesada y reorganizada por la ciencia, es aquello que en los Grundrisse aparece como el General Intellect. Marx considera que:

 

Lo que aparece como el pilar fundamental de la producción y de la riqueza no es ni el trabajo inmediato ejecutado por el hombre ni el tiempo que este trabaja, sino la apropiación de su fuerza productiva general, su comprensión de la naturaleza y su dominio de la misma gracias a su existencia como cuerpo social; en una palabra, el desarrollo del individuo social (p.87).

 

El General Intellect muestra la extensión a otros mundos de la vida de las formas de explotación dadas en la fábrica. Por ello, el momento de la subsunción real implica la disposición de la vida al dominio del capital, es el momento del dominio de los dispositivos biopolíticos en la vida social. No obstante, Negri considera que al interior de este dominio emerge una ontología común contra el capital. Entonces, el pensamiento de Foucault revela las relaciones intransitivas en el biopoder y las resistencias subjetivas en el desarrollo capitalista. En medio de este conjunto intrincado de mecanismos de dominación, emerge el común como una combinación de subjetividades cooperativas que se reapropian del control, destituyendo los viejos modos de dominación.

Esta construcción del común nos impulsa a preguntarnos por la existencia de una forma de organización política. ¿Existe alguna posibilidad de ser comunista sin Marx? La experiencia revolucionaria del Socialismo Real, donde el marxismo prometía la extinción del Estado disolvió esa posibilidad. Una de las enseñanzas de Marx es que el comunismo es una ontología, es la construcción del común a través del hombre productor y trabajador colectivo, es el trabajo de las singularidades en común. En Spinoza podemos encontrar una definición de la ontología del común: “el vacío genérico del universal y a la inconsistencia del individuo, [se opone] la determinación concreta de las nociones comunes” (p. 106). El común substrae a la universalidad de la abstracción y lo pone en el curso de la historia. El pensamiento de Marx pretende fundar una ontología del común, a partir del materialismo histórico se radicaliza el antagonismo de la lucha de clases. Negri sostiene que el comunismo necesita a Marx para la construcción de una ontología histórica común.

¿Cómo construir una ontología del común? Los autores de la diferencia italiana, después de la década de los cincuenta reflexionan sobre la inmanencia del trabajo en el desarrollo de las tecnologías capitalistas. En el trabajo y la actividad es donde se presenta la potencia ontológica. El significado de la premisa del movimiento de la autonomía obrera italiana ‘luchar contra el trabajo’ no es una incitación al ocio, sino es una desarticulación de la unidad orgánica del trabajo vivo y muerto codificado en la explotación capitalista. El proceso de la subsunción real ha desarrollado mecanismos de biopoder que han sometido el común al dominio del capital. Los Quaderni Rossi pretenden organizar la potencia de la experiencia de la autonomía, asumiendo que el terreno de la lucha de clases se encuentra en la fábrica, la sociedad, la vida obrera y la ciudad. Precisamente, en la Italian Theory existe un presentimiento de que los mecanismos de biopoder están clavados en la existencia. En este sentido, Negri supone que la reflexión italiana está atravesada por una comprensión fenomenológica del problema. La ruptura con la teoría frankfurtiana aparece claramente en la figura de Tronti, donde la vida es reactiva ante el poder. En Obreros y Capital la oposición del capital variable al comando del capitalismo es radical. La destrucción histórica de la burguesía sería producto de la clase obrera, es una lucha que no tiene mediación en el partido o la intelectualidad dirigente, sino en la misma subjetividad obrera. Esta ruptura política es un movimiento de subjetivación de la clase obrera, es la afirmación del antagonismo de clase encarnado en la acción obrera. Es mérito de la Italian Theory desarrollar un conjunto de herramientas que hacen posible pensar en una ontología del común.

No obstante, para construir una ontología del común es necesario entender los procesos de subjetivación. Foucault nos permite comprender que el ser humano no se caracteriza por una determinada relación con la verdad, sino que manifiesta y oculta una verdad. Althusser diría que en Foucault se presentan temporalidades inesperadas y nuevas lógicas, ya que Foucault crea un horizonte concreto donde se presentan luchas y estrategias, destruyendo la soberanía del ‘significante’ y situando el poder en un nivel molecular.

Podría decirse que en un primer momento la episteme foucaultiana de Vigilar y castigar parece absorber la biopolítica en el biopoder. “El panóptico investía la producción para subsumirla, […] el análisis foucaultiano parecía perderse en el formalismo de una tradición filosófica de la acción (sin objeto) y el concretismo de la filosofía de la estructura (sin sujeto)” (p. 207). Precisamente, lo que esté en juego es la comprensión ontológica de los términos biopolítica y biopoder que muchas veces son usados como sinónimos. Debemos de entender que la biopolítica se expresa en la producción de distintos tipos de subjetividad. Asimismo, Negri supone que del análisis del poder surge una relación antagónica entre poder y potencia, esta oposición es pensada a partir de Spinoza. Desde esta perspectiva, en el capitalismo neoliberal el poder no se ejerce como una propiedad sino como una estrategia, como algo que puede desencadenar deseos y experiencias comunes.

El pensamiento de Deleuze y Guattari nos permite conocer este nuevo tipo de subjetividad en el capitalismo neoliberal. Deleuze y Guattari comprenden que el poder no es un orden sino productividad. Negri considera que el Anti-Edipo de Deleuze y Guattari es esencial para comprender la estructura del trabajo en la época contemporánea. “Frente a nosotros ya no hay más que una única superficie: una superficie llena de anfractuosidades, de rupturas, de construcciones y reconstrucciones; un territorio permanentemente plegado y replegado” (p. 226). Es un mundo lleno de escondrijos y arborescencias, donde las subjetividades son máquinas deseantes. Si Anti-Edipo es una obra dedicada a las subjetividades deseantes, Mil mesetas es un texto dedicado a las singularidades resistentes. Son subjetividades nómadas, libres y dinámicas. El orden molar del Estado, en el capitalismo tardío, organiza un dispositivo molecular que deviene un contrapoder. Las subjetividades deseantes, nómadas y dinámicas tienen la potencia de enfrentarse contra una máquina fija y centralizada.

Al finalizar su ensayo Negri reconoce que su escrito recorre cuatro principales ejes: 1) historización de la economía política; 2) reconocer la lucha de clases en el desarrollo del capitalismo; 3) subjetivación en las luchas de la fuerza-trabajo y; 4) una subjetivación abierta a la construcción del común. Los dos primeros ejes son claramente un problema de la teoría marxista y los otros dos forman parte de las problemáticas foucaultianas. El ensayo de Negri es un riguroso esfuerzo por pensar a Foucault marxianamente y a Marx foucaultianamente, lo cual permite entender los procesos de subjetivación en la lucha de clases como un proceso histórico. La producción foucaultiana de subjetividad convierte al sujeto en una subjetividad productiva, “la destitución del sujeto que se presenta como una excavación del nosotros, de la relación yo/nosotros, no solo como devenir sino como práctica de la multiplicidad” (p. 249). En el capitalismo neoliberal los procesos de subjetivación desatan la potencia-resistencia múltiple de las singularidades. La ontología histórica propuesta por Negri suspende la ontología fundamentada en el sujeto. La producción del ser no se da a través de una epistemología trascendental, sino a partir de una actualización de los modos de vida. La ontología histórica sería producto de una praxis colectiva que rearticula los procesos de subjetivación.

 

 

Luis Alberto Jiménez Morales

(Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco)