Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 86 (2022)

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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BARRIENTOS RASTROJO, J. (2020). Filosofía Aplicada Experiencial. Madrid: Plaza y Valdés.

 

 

José Barrientos Rastrojo es profesor de Filosofía en la Universidad de Sevilla, director del proyecto de Filosofía Aplicada en cárceles (BOECIO), coordinador del grupo de investigación “Experiencialidad” y director de la Revista Internacional de Filosofía Aplicada (HASER), entre otros. Entre sus temas de investigación, destacan la Filosofía Aplicada y la Experiencialidad, ambos objeto de su última obra, a la que nos referiremos a continuación.

Filosofía Aplicada Experiencial se divide en tres bloques, que realizan un recorrido por las Filosofías Aplicadas, ejemplificándolas y exponiendo algunas críticas.

El primer bloque comienza diferenciando la Filosofía Aplicada y la Filosofía Teórico-Práctica respecto a los contenidos (la primera se centra en el tema y la segunda parte de los intereses del sujeto), el rol que asume el filósofo (exposición de un saber canónico frente a un recorrido dialógico con el consultante o grupo) y la acción realizada (decir y afirmar en el primer caso, frente a una vocación por escuchar y preguntar en el segundo). Asimismo, subraya que las Filosofías Aplicadas guardan una conexión con la realidad social como pilar central. Esta diferenciación no implica oposición entre ambas disciplinas puesto que la segunda no es posible sin desarrollos teóricos.

Seguidamente, el libro profundiza en la Filosofía Aplicada, desgranando el rol del filósofo aplicado y explica cómo el filósofo aplicado facilita el acto (o proceso) filosófico entre los asistentes a sus talleres/consultas, creyendo fervientemente en sus propias capacidades para pensar por sí mismos. De esta forma, el foco estaría centrado en el sujeto, que debiera entrenar en capacidades filosóficas y habilidades para poder ejecutar sus propios contenidos y su propia verdad (proceso) por medio del diálogo con rigor filosófico, y no en los contenidos establecidos desde y por la visión de la “verdad” del filósofo teórico-práctico, más acorde con una educación bancaria. Para ello, Barrientos cita a RanLahav: “Nuestra intención es promover que la gente ordinaria reflexione filosóficamente por sí misma y no proporcionarles soluciones filosóficas prefabricadas, acompañarles en un proceso de reflexión filosófica abierto, no darles productos filosóficos” (p. 45).

Un aspecto reseñable, y que se establece como requisito imprescindible para el desarrollo de un taller de filosofía aplicada, es la previa y rigurosa formación en el estudio de contenidos y procesos. En torno a este tema, el autor mantiene una actitud aperturista ante la inclusión de estudiantado de otras ramas de las Ciencias Sociales (Pedagogía, Educación, Psicología…) en la adopción del rol de filósofo aplicado, ya que, como aclara, no es imprescindible tener un conocimiento de toda la historia de la filosofía (aunque sería recomendable) para el desarrollo de talleres incardinados en una escuela específica.

A continuación, la obra describe talleres de diversa tipología: la Filosofía para Niños lipmaniana-sharpiana de la mano de Lipman, Sharp, Lago, Carla Carreras, Brenifier, Sátiro…; los talleres estoicos y el proyecto de Filosofía Aplicada en prisiones (BOECIO); los talleres zambranianos; los talleres de hermenéutica aplicada y algunos autores como Chladenius, Schleiermacher, Ricoeur o los estoicos y talleres de introducción metafísica, entre otros.

Haciendo alusión a los objetivos y los resultados/rendimientos de los talleres, el autor resalta la potencia de los mismos con respecto a la modificación de los sujetos de forma crítica, ya que en la mayoría de ocasiones se obtienen logros complementarios que se derivan de la acción filosófica. Por ello, la extensión de la filosofía aplicada y de los talleres, en sus múltiples formatos (consultas filosóficas, filosofía aplicada con niños y jóvenes, filosofía aplicada en prisiones, cafés filosóficos, talleres filosóficos) es una realidad.

En última instancia, el autor apunta y defiende la Filosofía Aplicada en el plano de la divulgación y de la didáctica de la filosofía. En ese sentido, problematiza el discurso clásico realizado por y para filósofos teórico-prácticos, proponiendo complementarlo con aproximaciones aplicadas.

El segundo bloque, Dimensiones experienciales de la Filosofía Aplicada, expone, de forma inicial, la tendencia mayoritaria a abordar la Filosofía Aplicada, aquella que parte del análisis lógico (formal e informal) de los argumentos y conceptos. Se comentan sus limitaciones. Entre ellas, podemos encontrar la disonancia ontológica, es decir, la incongruencia entre las diversas dimensiones del sujeto (ser, hacer, sentir) cuando se trabajan sólo las ideas en el consultante. Esto queda reflejado en la novela de Yalom cuando uno de sus personajes apunta lo siguiente: “Este es el problema de la filosofía: enseñarla y aplicarla en la vida real son dos empresas muy diferentes” (p.99). La imposibilidad de que las ideas produzcan un cambio director en todas las dimensiones de la persona se justifica cuando se entiende que las transformaciones se gestan desde el ser (fundado en nuestras creencias y supeditado a nuestras experiencias vitales significativas, y por ende, de mayor dificultad de cambio) y este ser repercute, con posterioridad, en el sentir, el hacer y el pensar. Por ello, se considera de mayor idoneidad el abordaje desde una razón experiencial, basada en lo vital, ya que aglutina todos los aspectos de la vida y favorece la rotura en lo onto-lógico-identitario del individuo a partir de una crisis de identidad, es decir, una abertura a la transformación.

Desde un enfoque experiencial, el aprendizaje surge dentro del propio individuo, quedando relegado el orientador a la creación de las condiciones adecuadas para que dicho cambio o transformación se geste. Para ello, resulta imprescindible la realización de una actividad u ejercicio. De este modo, a continuación, el autor se centra en los aspectos determinantes para que se dé una experiencia transformadora (disposiciones y escenarios).

Con respecto a las disposiciones que aumentan la probabilidad de que se desarrolle una evidencia experiencial para el individuo, podemos diferenciar las siguientes: “1. La edad henchida de experiencias vividas y vívidas, 2. Arrojo frente a sucesos peligrosos, 3. Coraje para atravesar puertas que no permiten el paso atrás, 4. Paciencia, demora y dar permiso al despliegue completo de la experiencia, 5. Apertura, juego y fascinación ante el problema, usando la máxima ‘la sorpresa es bienvenida’, 6. Compromiso con la autenticidad y la autocrítica, 7. Afecto hacia la sutileza, 8. Humildad hasta el genitivo subjetivo, 9. Retiro y 10. Equilibrio” (p. 115).

Junto a estas disposiciones, encontramos los espacios en los que se debe desplegar la acción filosófica experiencial en las consultas y talleres (los escenarios). Entre ellos, podemos destacar: 1. La procesualidad viajera o peregrina, donde se identifica la experiencia con una peregrinación, en la que se consiguen crear caminos que con anterioridad no existían, obligándole a hacer frente a diferentes pruebas que provocarán su “suicidio”, 2. Hermenéutica anagógica, 3. Epistemología evidencial, 4. Orbe ontológico y contecedero (p.148).

En el último bloque, Excurso: alegatos contra la Filosofía Aplicada, el autor revisa y critica algunas posturas, a favor y en contra de la Filosofía Aplicada. De la diversidad de ellas, se extrae la no existencia de una concepción unitaria de Filosofía Aplicada, y por ello, su carácter dinámico y susceptible al cambio. Por otro lado, destaca que, para dejar atrás la “arrogancia del saber”, hay que adoptar una actitud de escucha e interés por el otro, sin olvidar a las personas en riesgo de exclusión social y los procesos que operan en los discursos filosóficos que favorecen dicho determinismo: la deverbalización, el fomento del individualismo y de la ideología del rendimiento, la represión institucional de los procesos de resistencia y tradiciones culturales, la disecación de los intereses político-sociales de los asalariados mediante compensaciones materiales y la adopción de la postura del intelectual desinteresado.

En suma, no se debería olvidar, como indica Lahav, que “el verdadero filósofo es un agitador, un revolucionario, por una muy buena razón: la búsqueda de la sabiduría requiere cuestionar lo obvio, abandonar nuestras convicciones anteriores, sacrificar nuestra autosatisfacción y seguridad, dar la espalda a las necesidades y valores percibidos [acríticamente], y aventurarnos en un terreno inexplorado” (p.167).

Como conclusión, esta obra es imprescindible para aquellos interesados en formarse en Filosofía Aplicada y Experiencialidad de la mano de un referente a nivel internacional, con independencia de la formación que se posea en el ámbito filosófico, ya que está escrita también para un público que se encuentra más allá de las fronteras clásicas de la filosofía, convirtiéndose en una guía pedagógica por los autores citados, los numerosos ejemplos expuestos, que nos permiten conectar con la realidad, así como por las anotaciones a pie de página que nos invitan a seguir leyendo y formándonos en estos ámbitos (des)conocidos.

 

 

Gloria Aspas Paredes

(Universidad de Sevilla)