Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 86 (2022)
ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)
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ARENAS, Luis (2021). Capitalismo cansado. Tensiones (eco)políticas del desorden global. Madrid: Trotta.
Para los estudios relativos a las ciencias sociales y humanas en general, y para la Economía Política en particular, la pandemia covid-19 ha supuesto sin duda alguna un hito intempestivo que delimita con precisión un antes y un después. Si bien algunos podrían considerarlo como una debilidad, desde nuestro punto de vista el hecho de que los escritos incluidos en Capitalismo cansado. Tensiones (eco)políticas del desorden global correspondan íntegramente a análisis realizados con anterioridad a la declaración de los primeros estados de alarma debería considerarse una fortaleza, pues constituyen uno de los últimos análisis del ciclo político, social y económico acaecido entre 2008 y 2020 que todavía no tenía plena conciencia de la existencia de esos doce años como un proceso claramente delimitado entre dos crisis económicas estructurales, de modo que puede ayudarnos a ver con mayor claridad el carácter tendencial de unos procesos que han funcionado, y continúan haciéndolo, como causas subyacentes de la actual crisis económica.
Lo cual debe ser considerado una cuestión de gran importancia cuando se trata de no perder de vista el hecho de que la crisis económica en la que estamos plenamente inmersos no puede ser explicada atribuyendo toda responsabilidad por la misma a las medidas sanitarias y de movilidad tomadas por los diferentes gobiernos a lo largo y ancho del mundo, sino que tal y como se identificaba claramente en la introducción del libro, la deriva tendencial que había adquirido el capitalismo postfordista con posterioridad a la crisis de 2008 anunciaba ya una nueva crisis estructural de escala global y ámbito civilizatorio debido a una clara insostenibilidad multisectorial en la que destacaban el ámbito político (crisis de los sistemas democráticos liberales y auge del dextropopulismo), económico (progresivo desplazamiento de la economía productiva a la ingeniería financiera), ecológico (crisis de la biosfera y agotamiento de recursos estratégicos), demográfico (crecimiento exponencial y económicamente desequilibrado de la población mundial) y energético o entrópico (desacople entre la biocapacidad regenerativa del planeta y la huella ecológica producida por las economías “desarrolladas” y/o “emergentes”).
Si bien el prólogo al libro, fechado en Abril de 2020 (cuando la novedad de la ahora “nueva normalidad” todavía era percibida como el inicio de un proceso completamente impredecible), sintoniza en cierta manera con algunos de los deseos excesivamente optimistas relativos a la posibilidad del final definitivo del capitalismo expresados por diversos intelectuales como Slavoj Žižek (2020) que intervinieron en el debate inmediatamente posterior a la declaración de los estados de alarma, lo cierto es que todas las tendencias de largo alcance identificadas y analizadas en el cuerpo del texto a raíz de la crisis de 2008 no han desaparecido con la gestión socioeconómica de la pandemia, sino todo lo contrario: la práctica totalidad de ellas (política, económica, ecológica, demográfica y entrópico-energética) ha continuado aumentado tras una breve y tibia pausa a mediados de 2020.
En este sentido, el antes y después marcado por la pandemia no ha sido un antes y después que haya afectado sustancialmente a las tendencias estructurales del capitalismo post-2008, sino que únicamente lo ha hecho respecto al tipo de gobernanza administrativa desde la que se gestiona. En ambos casos, capitalismo post-2008 y capitalismo post-pandemia, lo que hemos podido observar no ha sido una auténtica reinvención del capitalismo mediante el proceso de “destrucción creativa” descrito por Schumpeter (2015), el cual no ha sido capaz de desarrollar las innovaciones de escala civilizatoria que tanto se necesitan, sino que el proceso que realmente ha tenido lugar ha consistido más bien un progresivo agotamiento de la capacidad creativa del actual sistema socioeconómico. En consecuencia, lo único que nos queda ya de este capitalismo cansado analizado por Luis Arenas sería únicamente su faceta destructiva, progresivamente incrementada tanto por las recursividades catastróficas que genera como por la agudización de la crisis político-económica que ha conllevado el retorno de las gobernanzas disciplinares orientadas al control de la movilidad de personas y mercancías.
Con el objetivo de dar una perspectiva múltiple de este carácter cansado que ha adquirido el capitalismo post-2008, Arenas estructura el libro en ocho capítulos que analizan tanto las principales obsolescencias como las potencialidades aún vigentes presentes en las obras de algunos de los grandes teóricos heterodoxos de la Economía Política como Karl Marx, John Maynard Keynes, Thorstein Veblen o Nicholas Georgescu-Roegen, de cuyo famoso libro La ley de la entropía y el proceso económico (1996) afirma Luis Arenas (2021, 28) que “cambia por completo la vida de los que lo leen”. Nos encontramos, pues, frente a un análisis filosófico-cualitativo de la Economía Política, pero no por ello centrado únicamente en torno a la construcción de la subjetividad, la cual también es analizada en diversos momentos, pero siempre partiendo de un análisis del contexto o estructura objetiva en la que se apoya. Es precisamente esta insistencia en la descripción filosófico-cualitativa de las estructuras objetivas de la Economía Política la que hace que el libro del profesor Arenas destaque frente a la mayor parte de análisis filosóficos del capitalismo realizados en las últimas décadas, y lo que constituye sin duda alguna uno de sus puntos fuertes más notables.
A este respecto, si bien es cierto que el análisis de la construcción de la subjetividad en la era de una información acelerada, sobre-estimulada y yuxtapuesta propia de las redes sociales es la reflexión que cierra el libro, resulta importante recalcar que dicho análisis se presenta como conclusión final de un profundo proceso de análisis de la realidad objetiva que yace bajo dicha producción de subjetividad, y la posibilita. En este sentido, Arenas emplea una vez más la metodología puesta en práctica en su anterior libro Fantasmas de la vida moderna. Ampliaciones y quiebras del sujeto en la ciudad contemporánea (2011), si bien con la diferencia de que mientras que en este último el análisis de la realidad objetiva se centraba en el aspecto técnico-arquitectónico (infraestructural) del espacio habitado, Capitalismo cansado. Tensiones (eco)políticas del desorden global lo hace en la estructura socioeconómica.
Concretamente, y a propósito de este carácter objetivo-estructural del análisis socioeconómico, Arenas parte de la pérdida progresiva del carácter racional que aún mantenía el incipiente capitalismo productivo de comienzos del siglo XIX, entonces centrado en torno a la realización de acciones orientadas a un fin preciso: la satisfacción de un conjunto de necesidades mediante la optimización del empleo de recursos escasos. Ahora bien, una vez que la satisfacción de necesidades pasa de ser entendida como fin (M-D-M’) a ser entendida como medio de enriquecimiento (D-M-D’), el carácter lineal de todo procedimiento de optimización engendra una lógica artificial-cultural de ampliación de las necesidades a satisfacer que lleva a la necesidad de un crecimiento y/o desarrollo progresivo e ilimitado dentro de un contexto material (la Tierra) finito y limitado. Proceso este que se agudizaría progresivamente debido a la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, y la búsqueda de un continuo incremento tecnológico de la productividad así como de la máxima reducción posible de los costos laborales que dicha ley conlleva.
Dado este contexto, el denominado capitalismo de plataforma, identificado tras 2008 como la nueva esperanza para una salida neoliberal de la crisis, es concebido por Arenas como una nueva ampliación de aquellas realidades susceptibles de ser mercantilizadas (subsunción formal) a la vez que como un nuevo modo de incrementar la productividad mediante la optimización tecnológica automatizada (subsunción real), pero sin que se altere en ningún momento el carácter entrópico presente en la ley de la baja tendencial de la tasa de ganancia, que permanece como algo propio del carácter estructural de toda posible forma de capitalismo. En última instancia, el capitalismo de plataforma descrito por Srnicek (2018) es identificado como una nueva ampliación de la lógica capitalista, que ha pasado de mediatizar el fin originario de la disciplina económica (la satisfacción racional de las necesidades humanas) a mediatizar directamente la vida social de los seres humanos cuyas necesidades debían satisfacerse. En este sentido, el capitalismo de plataforma es aquel en el que la información personal y social (los datos) de los usuarios (que no pueden ser considerados clientes sino únicamente trabajadores digitales no remunerados) es convertida en la nueva mercancía hegemónica dentro de un proceso de monetarización directa de lo que hasta entonces había estado ubicado en un ámbito completamente ajeno al del trabajo, y que Hannah Arendt denominó vida activa.
A su vez, este progresivo incremento de la subsunción capitalista es suplementado con el análisis de la continuada creación de nuevas necesidades que el capitalismo efectúa mediante la inculcación de un sentimiento de insatisfacción cuya lógica social de funcionamiento fue identificada por Veblen (2014), al que se identifica como el primer teórico de las sociedades de consumo. De este modo, a la acumulación por desposesión propia de todo proceso de subsunción, el análisis vebleriano añade una “emulación por acumulación” presente en todo “consumo ostensible” que es utilizado por la clase ociosa como forma de distinción social. En este sentido, y afirmando la plena vigencia y actualidad del pensamiento vebleriano, Arenas mantiene que antes que a emprendedores schumpeterianos, el capitalismo cansado post-2008 tendría como principales dirigentes a la clase ociosa descrita por el teórico norteamericano.
La razón para ello estriba en que una de las principales causas que llevó tanto a la crisis de 1929 (anticipada por el propio Veblen) como a la de 2008 consistió en la sustitución de las instituciones industriales por las pecunarias (o financieras). En las primeras predominan los emprendedores, que son propietarios y gestores directos de organizaciones materialmente productivas. En las segundas, en cambio, predomina una clase ociosa y rentista que se mantiene como propietaria o accionista de capital, pero cuya gestión puramente contable (financiera) delegan a terceras personas (clase gerencial) que no tienen interés alguno en el mantenimiento de procesos productivos de carácter material a partir de los cuales extraer plusvalía, pues el beneficio es obtenido mediante la especulación contable de valores a corto plazo. Según Veblen, la principal consecuencia que tiene este predominio de las instituciones pecunarias sobre las industriales radica en el desarrollo de “incentivos perversos” que sabotean el carácter supuestamente progresista atribuido al capitalismo por sus defensores más bienpensantes.
En último lugar, Arenas recurre a la obra de Georgescu-Roegen con el objetivo de mostrar el carácter mecanicista obsoleto tanto de la ley de la oferta y la demanda como del modo en que la economía neoclásica concibió la producción (Q = KαHβRγ, donde K es el capital, H el trabajo, R los recursos naturales, y α+β+γ = 1, con α, β, γ > 0), poniendo de relevancia el modo en que en ambos casos se desatiende el carácter necesariamente entrópico asociado a todo proceso material productivo.
En lo referente a la ley de la oferta y la demanda, su carácter mecanicista se muestra en el hecho de que asume un flujo continuo y sin pérdidas de capital eternamente circulante entre las fases de producción y consumo. Por su parte, en lo referente a la función de la producción, dicho mecanicismo ideal radica en la consideración (derivada de su fórmula) de que una determinada cantidad de producción puede ser mantenida con un trabajo constante y unos recursos tan pequeños como queramos a condición de tener una acumulación de capital lo suficientemente grande, ignorando, en palabras del mismo Georgescu-Roegen (2007, 111), “el hecho material de que un aumento de capital requiere una cantidad creciente de recursos naturales para producir el capital adicional”. Frente a estas concepciones ideales, afirma Arenas (2021, 156) que “lo que el segundo principio de la termodinámica deja, pues, claro es que sí que existe el cambio cualitativo, para el que, sin embargo, el mecanicismo moderno no había reservado un lugar en su imagen del mundo”.
Dado este aumento inexorable de entropía en cada proceso productivo material, la (concepción neoclásica de la) Economía Política debe dar lugar a una (nueva concepción de la) Ecología Política que teorice adecuadamente la interdependencia claramente existente entre lo individual, lo socioeconómico y lo natural. Únicamente desde este punto de vista cobrarán sentido las actuales propuestas de decrecimiento económico como modo de concretar el principio de responsabilidad postulado hace décadas por Hans Jonas (1995, 40), y que Arenas (2021, 62) vuelve a poner sobre la mesa: “obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra”.
Aunque es cierto que si lo llevamos al extremo, el mandato ético de Jonas se transformaría en la paradójica obligación de un suicidio colectivo por inanición (debido al inexorable aumento de entropía que se produce con cada acto productivo), su aplicación realista debería centrarse en dejar de considerar la naturaleza como un stock ilimitado de recursos productivos disponibles para un uso ideal sin pérdidas, y pasar a hacerlo como un sistema material complejo cuyo funcionamiento varía en función del nuestro. Lo cual conllevaría tener que abandonar tanto el mito ilustrado de un progreso indefinido como el más reciente de un posible “desarrollo sostenible” que la ONU ha consagrado precisamente como leitmotiv director de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) incluidos en la Agenda 2030, pues en el fondo, ambos mitos no serían más que formas alternativas de lo que Georgescu-Roegen (2016, 116) denominó “el mito del contrabando de entropía”. Si bien la ideología ilustrada del progreso podría encontrar cierta comprensión debido a su carácter cronológicamente anterior a la formulación de la segunda ley de la termodinámica, el nuevo mito del desarrollo sostenible no encuentra ya justificación alguna.
Bibliografía:
Arenas, L. (2021), Capitalismo cansado. Tensiones (eco)políticas del desorden global, Madrid: Trotta.
Arenas, L. (2011), Fantasmas de la vida moderna. Ampliaciones y quiebras del sujeto en la ciudad contemporánea, Madrid: Trotta.
Georgescu-Roegen, N. (1996), La ley de la entropía y el proceso económico, Madrid: Argentaria.
Georgescu-Roegen, N. (2007), Ensayos bioeconómicos, Madrid: Libros de la Catarata.
Jonas, H. (1995), El principio responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Madrid: Herder.
Schumpeter, A. (2015), Capitalismo, socialismo y democracia. Vol. I. Barcelona: Página Indómita.
Srnicek, N. (2018), Capitalismo de plataformas, Buenos Aires: Caja Negra.
Veblen, T. (2014), Teoría de la clase ociosa, Madrid: Alianza.
Žižek, S. (2020), Pandemia. La Covid-19 estremece al mundo, Barcelona: Anagrama.