Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 86 (2022)
ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)
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GALINDO HERVÁS, Alfonso (2021). Historia y conceptos políticos. Una introducción a Reinhart Koselleck. Pamplona: EUNSA, 176 pp.
¿Qué es más importante en la política, las palabras o las acciones? ¿Sirven nuestros conceptos políticos para comprender las sociedades pretéritas o hay un desfase insuperable? Es más, ¿sirven nuestros conceptos políticos para comprender nuestro presente e imaginar nuestras expectativas, o se han quedado obsoletos? ¿Es el relato histórico capaz de aprehender la verdad o se parece más a los relatos de ficción, a la literatura? Y si aprehende la verdad, ¿cómo lo hace; la representa? ¿Cómo y cuándo se formaron nuestros grandes conceptos políticos? ¿Qué utilidad tiene el estudio de la historia de los conceptos políticos para hacer la crítica política del presente? ¿Cómo y cuándo se gestó la renovación de la historiografía contemporánea? ¿Qué relación cabe establecer entre conceptos políticos y acontecimientos? ¿Qué es un concepto político; en qué se parece y en qué se diferencia de un tipo ideal weberiano, o de un paradigma foucaultiano? ¿Qué relevancia tuvo la Revolución Francesa en la gestación de nuestra experiencia del tiempo y cómo influyó esto en nuestro lenguaje político? ¿Cuándo y por qué perdió su valor el aprendizaje de la historia? ¿Qué relación existe entre nuestros conceptos políticos y los pasados conceptos teológicos? ¿Tiene algo que ver la voluntad planificadora del Estado moderno con la idea teológica de providencia divina? ¿Qué papel tuvo la crítica ilustrada en la génesis de la revolución y en la moralización despolitizadora de la vida social? ¿Siguen vigentes sus consecuencias? ¿Hay cosas (categorías, estructuras) que nunca cambian o que cambian más lentamente? Si es así, ¿cómo condicionan nuestra creatividad; cómo afectan a nuestra libertad, a nuestra responsabilidad? ¿Por qué y cómo influye en la comprensión de la realidad el haber fracasado? ¿Somos libres y responsables, o tenemos tantos condicionantes históricos que somos incapaces de creatividad? ¿Sirve de algo y en qué sentido mirar al pasado? Es decir, ¿podemos seguir aprendiendo de la historia?
Estas y muchas otras preguntas encuentran respuesta en este libro. Para lograrlo, su autor va de la mano del grandísimo historiador y teórico de la historia alemán Reinhart Koselleck. Galindo Hervás, profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia de una asignatura titulada “Historia de los conceptos políticos”, logra escribir una introducción, excelentemente redactada y muy bien informada, al pensamiento del historiador de Bielefeld. En la misma se nota tanto su elogio y defensa de éste, como su exhaustivo conocimiento de su obra y de la principal literatura sobre ella. No encontrará el lector en este libro un estudio parcial de un aspecto o de un texto inédito de Koselleck, tampoco una confrontación puntillosa de su obra con los grandes autores coetáneos. Lo que nos ofrece este libro es una reconstrucción sistematizada de su teoría sobre cómo hacer historia de los conceptos políticos, de cómo y cuándo se gestaron éstos, de qué patologías arrastran, de qué rasgos tenemos los seres humanos y cómo nos condicionan para experimentar y narrar nuestra historia, etc. Y, sobre todo, una interpretación de la —a su juicio— singularísima dimensión crítica de la metodología histórico-conceptual propuesta por Koselleck, que él eleva a una modalidad de participación en la vida política. Todo ello, insisto, soportado por un contrastado conocimiento tanto de la obra del autor, como de la principal literatura sobre la misma, especialmente española e italiana.
Aunque durante todo el libro se articula exposición de la teoría de Koselleck con análisis e interpretación de la misma, es posible diferenciar dos capítulos dedicados preferentemente a lo primero y otros dos a lo segundo. En concreto, los capítulos inicial y conclusivo los dedica Galindo Hervás a, sucesivamente, enmarcar la historia de los conceptos políticos en la renovación de las ciencias sociales impulsada por el denominado “giro lingüístico”, en defender su superioridad frente a otras metodologías historiográficas, en explicitar su capacidad para ejercer una crítica política del presente y en explicar la doble dimensión normativa de la historia conceptual, a saber, por su defensa de la indisponibilidad de la historia y de los conceptos. Se trata, pues, de capítulos fundamentalmente interpretativos; en los que la voz del autor es más evidente. Por el contrario, los capítulos centrales, segundo y tercero, son ante todo expositivos de la teoría de Koselleck.
Del capítulo inicial cabría subrayar la comparación que establece Galindo Hervás entre la historia conceptual y la genealogía de Michel Foucault. Así justifica la superioridad de la primera sobre la segunda: “Aunque en la historia conceptual hay una afirmación clara de la irreductibilidad de la experiencia a lenguaje, no obstante, y a diferencia de Foucault, el autor de Futuro pasado también afirma explícitamente el potencial universal, supra-contextual e institucional de los conceptos, habilitando la posibilidad y la legitimidad de reconstruir continuidades de sentido. Esta superación del radicalismo pragmatista de Foucault constituye una de las razones que justifican nuestra preferencia por la historia conceptual sobre la genealogía.” (p. 27).
Así mismo, desde el capítulo de inicio debe subrayarse el sesgo filosófico del libro, que informa todo el análisis del autor. El mismo es evidente desde el prólogo hasta el capítulo conclusivo. Y queda claro en el siguiente párrafo del capítulo inicial: “El objetivo que sostiene y a la vez persigue la estructura de mi exposición es mostrar la lógica interna de la historia conceptual, el principio que la alienta, y ello en orden a acreditar su idoneidad como método para ejercer la crítica política en un sentido amplio y, en un sentido académico, para desarrollar cualquier teoría crítica o filosofía política crítica. En el caso específico de ésta, se argumentará que la historia conceptual no sólo es un método idóneo (lo cual parecería reducirla a una relación meramente extrínseca con ella), sino presupuesto y condición necesaria (y, en cierto sentido, suficiente) para ella. Esto no implica que una filosofía política crítica se reduzca a una empresa desconstructiva en formato histórico-conceptual, ya que tal empresa también implica un implícito pensar «en positivo». A partir de estas premisas, una filosofía política crítica en-tanto-que-historia-de-los-conceptos-políticos, o viceversa, sienta las bases para una crítica de la naturalización de los dispositivos lógicos que sostienen el sistema categorial moderno (o sea, el nuestro) en su doble funcionalidad de registro de experiencias y factor institucional, mostrando sus aporías, lastres, limitaciones, etc. En este sentido, son cuestionadas las comprensiones de la filosofía política como disciplina remisible a un campo de categorías cerrado y, en la misma medida, a un campo de instituciones y acciones determinado.” (pp. 29s.).
Como resulta claro en este párrafo, estamos ante un ensayo escrito por un filósofo sobre un teórico de la historia. Galindo Hervás logra el equilibro de ofrecer una redacción que hace justicia a ambas dimensiones de la obra del autor de Futuro pasado. En esta medida, es un libro que puede ser leído con provecho tanto por filósofos como por historiadores interesados por cuestiones metateóricas, esto es, que no limiten su intereses a los objetos materiales de su historiografía positiva.
Como dijimos, el enfoque analítico es también evidente en el cuarto y último capítulo. Es más: en éste especialmente. En él Galindo Hervás explica y defiende la potencialidad crítico-normativa de la historia de los conceptos políticos por referencia a dos realidades que, a su juicio, ella demuestra, a saber: que la historia y los conceptos son indisponibles. ¿Qué significa esto? En la respuesta del autor se observa de nuevo su perspectiva filosófica. Galindo Hervás encomia la historia conceptual por poseer una capacidad crítica inconfundible con el voluntarismo moralista: “Un rasgo esencial que acredita la idoneidad de la historia conceptual como metodología para ejercer con rigor la crítica política y, más específicamente, para desarrollar una filosofía política crítica que no incurra en mera moralización de las conductas, es su singular dimensión normativa. Ésta se fundamenta en su orientación al análisis de los conceptos políticos. Por dicha orientación, la historia conceptual sienta las bases para una fundamentada crítica de la acción política y las instituciones, a la par que contribuye a imaginar nuevas posibilidades políticas.” (p. 147). La clave la halla en la funcionalidad de los conceptos, objeto principal de la metodología de Koselleck. Éstos son tanto registro de experiencias humanas, como factor de las mismas. La historia conceptual demuestra que los conceptos no son capaces de aprehender por completo la riqueza de la experiencia humana ni de determinar o planificar exhaustivamente el futuro (indisponibilidad de la historia). Igualmente, que nuestros conocimiento, acciones y propósitos no admiten una creatividad absoluta ignorante de las estructuras de larga duración que los condicionan. Por todo ello, la historia conceptual avala tanto la humildad y la contingencia, como la responsabilidad para con la acción.
Estas tesis analíticas y normativas están extraídas “de” y sostenidas “en” una exhaustiva reconstrucción del pensamiento de Koselleck sobre la historia de los conceptos políticos. Galindo Hervás la lleva a cabo en los capítulos segundo y tercero, respectivamente titulados “Semántica histórica” y “Semántica trascendental”. Como explica en el prólogo, en ellos se estudian los dos aspectos o dimensiones que conforman la historia conceptual, a saber: una teoría sobre el cambio (y/o emergencia) de nuestros grandes conceptos políticos y otra sobre las características a priori de los seres humanos necesarias para explicar cómo y por qué tienen historias y narran historias.
De la exposición de la semántica histórica merece destacarse varios elementos. En primer lugar, la reiterada insistencia de Galindo Hervás sobre lo que, a su juicio, es la clave que singulariza la historia conceptual, a saber: la búsqueda y defensa de la convergencia entre historia social e historia del lenguaje: “Conceptos y hechos, lenguaje e historia, se determinan y remiten mutuamente entre sí, pero sin identificarse ni totalizarse. El historiador debe investigar dicha remisión y distinción. Esto implica que debe respetar tanto los diferentes ritmos de cambio y temporalidades internas de unos y otros, como que ni los conceptos aprehenden total y unívocamente los hechos (la experiencia trasciende su representación) ni éstos se reducen a lo conceptualizado. Por lo tanto, el pensamiento de Koselleck permite trascender el maniqueísmo «realismo versus nominalismo».” (p. 53).
Esta tesis presupone una determina concepción del concepto como índice y factor de experiencias, esto es, como registro de las cosas que los seres humanos han hecho y vivido, pero también anhelado y esperado. La originalidad de Koselleck que Galindo Hervás subraya es que defiende tanto la singularidad de los conceptos y experiencias históricas, como su capacidad para trascender dicha singularidad y llegar hasta nosotros. Relacionado con ello, los conceptos son para Koselleck tanto índices como factores de la realidad política. Ambos rasgos diferencian a la historia conceptual de la historiografía de Cambridge: “Los conceptos son, pues, tanto registros de la realidad como, a la vez e inseparablemente, factores de cambio de dicha realidad. Ni meros registros puros y transparentes, ni meros motores arbitrarios de acción y transformación. Albergan una dimensión conservadora y otra forjadora. En coherencia, determinan el horizonte de la experiencia posible y, en la misma medida, también proveen los límites de/para dicha experiencia. Por esta razón, la historia de los conceptos puede suministrar conocimientos relativos a las expectativas de una sociedad que no se pueden extraer del mero análisis de los hechos.” (p. 70).
Otra aportación singular de la historia conceptual que Galindo Hervás destaca es la relativa a la teoría de la Modernidad o Sattelzeit como período que explicaría la emergencia de nuestros grandes conceptos políticos. El autor se detiene a reconstruir los acontecimientos que acompañarían, reflejarían e impulsarían la emergencia de nuestro lenguaje político, apuntando la tardía fecha que Koselleck les adscribe (1750-1850). A partir de una exposición del difícil concepto de “tiempo histórico” como trascendental de nuestros conceptos, que los dota de un índice temporal inédito en nuestra tradición, Galindo Hervás expone los índices y factores de dicho quicio moderno, entre otros; la experiencia de la aceleración y la emergencia de la idea de Historia como realidad autónoma, sujeto y objeto de sí misma, a finales del siglo XVIII. Este segundo capítulo culmina con una prolija reconstrucción de las tesis nucleares del primer libro de Koselleck, Crítica y crisis, que el autor eleva a auténtico arcano y clave de la continuidad de su obra. Sin dejar de aludir tanto a la ascendencia schmittiana de la tesis central del libro, como a la crítica de conservadurismo que le lanzó Habermas, Galindo Hervás no deja de plantear la actualidad de su posición: “El alcance de la tesis de Koselleck radica en sostener que la herencia utópica y anti-estatal de la Ilustración está hoy omnipresente. La guerra civil (y podríamos añadir que, en un mundo globalizado, toda guerra lo es) es minimizada mediante una filosofía de la Historia para la que la decisión política es sólo el término previsible y necesario de un proceso moral suprapolítico. Esta minimización agrava la crisis. Desde la época ilustrada, el anonimato político, que se cumple en la soberanía de la utopía, parece haber eliminado la necesidad de decisiones históricas, pues la utopía se relaciona indirectamente con la política.” (p. 121).
El tercer capítulo, de menor longitud, lo dedica el autor a reconstruir y exponer la inacabada antropología trascendental que complementa a la semántica histórica y conforma el proyecto de historia conceptual de Koselleck. Sin dejar de mencionar y explicar los vínculos con la obra de Gadamer y de Heidegger, merece destacarse el subrayado que propone Galindo Hervás de la funcionalidad conservadora que se desprende de la insistencia del historiador en los factores de continuidad y estabilidad de la vida, así como en su radical finitud.
En suma, estamos ante un libro que cubre un vacío en la literatura académica en español, pues, aunque existen numerosos trabajos de investigación sobre aspectos parciales de la obra de Koselleck, que testimonian su extraordinaria relevancia, no se había escrito aún una visión de conjunto de los aspectos nucleares de su teoría. Galindo Hervás lo hace aportando una solvente sistematización y una interpretación de su obra que facilita enormemente acceder a ésta. Todo ello acompañado de una argumentada y original defensa de su plausibilidad no sólo como metodología historiográfica, sino como modo de crítica filosófica y de acción política.