Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 85 (2022)

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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SANTAYANA, George (2020). Ensayos de la historia de la filosofía. Traducción de Daniel Moreno Moreno. Madrid: Tecnos. 392 páginas.

 

La ingente y variada cantidad de pensadores y teorías que conforma la historia de la filosofía occidental hace conveniente disponer de unos elementales compendios que proporcionen una visión básica inicial de cada uno de ellos. Son estos los libros que llamamos “Historia de la filosofía”. De otro lado, no sólo el neófito que por vez primera se acerca a la disciplina, sino también el estudioso ya un poco más avezado, sienten en ocasiones el deseo de aproximarse a un autor o una corriente en particular con la intención de ampliar ese conocimiento primario y llevarlo a niveles más profundos. Se impone ya en estas situaciones como necesaria la lectura directa del autor o corriente de que se trate, si bien resulta también adecuado acompañarla de algún estudio crítico o comentario que pueda ofrecernos una visión más amplia y rica de lo que sostienen tal autor o tal corriente en cuestión. Es en este segundo grupo donde podríamos encuadrar el presente Ensayos de la historia de la filosofía, en tanto en cuanto recoge estudios sobre diecisiete filósofos, conceptos y movimientos intelectuales, de Platón a Dewey, del cristianismo al americanismo, del materialismo al realismo, en su mayor parte accesibles, eso sí, exclusivamente a quienes ya posean un mínimo conocimiento sobre ellos y sobre la filosofía en general. Debemos destacar además una distinción fundamental que dota a este conjunto de ensayos en particular de un estilo muy personal y de un valor añadido, ausente en la mayoría de otras colecciones: el autor de los mismos es, precisamente, uno de esos pensadores —para más señas, español— que figuran en las historias de la filosofía y sobre el que también se escriben explicaciones y se llevan a cabo investigaciones dando cuenta de sus teorías y pensamiento: George Santayana.

De todas las presentaciones posibles sobre Jorge Santayana (1863 – 1952), seleccionaremos aquí los atributos más pertinentes a su estatus de autor de un libro de ensayos sobre la historia de la filosofía. Recalcamos así su condición de riguroso pensador, minucioso observador y excelente escritor. Ciertamente, si reflexionáramos sobre cuáles serían las más aptas condiciones de quien nos fuera a guiar de forma crítica por algunos de los hitos más importantes de la historia de la filosofía, resultaría complicado encontrar figura más adecuada que la de Santayana. Sus amplísimos conocimientos filosóficos y literarios, su condición de profesor en Harvard y hombre de mundo y su cercanía vital temporal y hasta geográfica, tanto para con muchas de las figuras tratadas, como para con nosotros mismos, convierten las opiniones vertidas en sus ensayos sobre la historia de la filosofía en una valiosísima referencia, no exclusivamente dirigida a los interesados en su obra, sino abierta a todos los estudiosos de la disciplina.

Publicada en Tecnos, el profesor Daniel Moreno Moreno lleva a cabo la introducción y traducción, así como la selección de los textos. Que el profesor Moreno es la máxima referencia actual a la hora del estudio sobre Santayana lo demuestran no sólo su tesis doctoral o su excelente monografía Santayana filósofo: la filosofía como forma de vida, sino sus numerosas publicaciones y traducciones sobre y de Santayana. El rigor necesario para verter al español una prosa tan rica y compleja como la santayaniana queda pues asegurado con la preparación y labor de semejante traductor. La introducción incorpora además una tabla en que se recogen las fechas significativas en la vida y obra de Santayana, junto con una breve lista bibliográfica, que el interesado debería completar con la consulta de la revista especializada Limbo. Boletín Internacional de Estudios sobre Santayana, así como con la visita a la web https://internationalconferenceonsantayana.blogspot.com/, donde encontrará información actualizada y útiles enlaces sobre Santayana. En cuanto a la selección de textos, como se señala explícitamente en la introducción, los ensayos elegidos representan el conjunto de escritos santayanianos sobre otros filósofos todavía pendientes de traducir al español. Ya desde su misma concepción, cada uno de los ensayos formaba una unidad independiente, orientada a su exposición unitaria. Por razones de espacio y de forma, puesto que esta reseña no pretende ser un resumen, procederemos a realizar a continuación un breve comentario exclusivamente sobre algunos de ellos.

El primer ensayo (“Buscando al Platón verdadero”) se centra en lo que de aún vivo y vigente hay en la filosofía de Platón. Al hilo de diversos intentos académicos de ordenar cronológicamente las obras platónicas, orden que se supone permitiría establecer la evolución lógica de su pensamiento, Santayana concluye que no deberíamos permitir que nuestro interés por los árboles (un excesivo celo en precisar el dato exacto y el significado preciso de aspectos concretos de la doctrina platónica) nos impidiera ver el bosque (imitar su ejemplo de búsqueda de la verdad, la excelencia y la belleza), ya que ahí es donde realmente está lo más destacable de la filosofía de Platón.

Dos son los ensayos dedicados a la ética de Spinoza (“La doctrina ética de Spinoza” y la “Introducción” escrita por Santayana para una traducción a cargo de A. Boyle de la Ética demostrada según el orden geométrico y el De Intellectus Emendatione). En el lenguaje frecuentemente alabador (“Spinoza es uno de esos grandes hombres cuya eminencia se hace más obvia con el paso de los años”, p. 69) se deja claramente ver la admiración de Santayana, quien trasluce ideas personales en muchas de sus apreciaciones sobre Spinoza, como al hablar del relativismo moral o del sentido de inmortalidad aún accesible a los mortales seres humanos. No faltan, empero, las precisiones en aquellos puntos en que Santayana considera que Spinoza no fue suficientemente coherente —precisiones que destilan la filosofía santayaniana de forma aun más pura que sus aquiescencias—, como cuando el autor puntualiza que Spinoza señaló el tipo de vida que él mismo elegiría, sin que eso deba implicar que ése debería ser el elegido por todos.

Tras Locke y Berkeley le llega el turno a Hegel (“La filosofía de la historia sofística”). Este ensayo, que abre aludiendo explícitamente al idealista alemán, vuelve a dejar patente cómo Santayana emplea a menudo a los filósofos sobre los que escribe para exponer su propio pensamiento. Ejemplifica este texto también la advertencia ya hecha acerca de la necesidad de haberse iniciado en las nociones y discusiones básicas de la filosofía —y, aun más, en la terminología de Santayana—, para poder encontrar el presente libro ciertamente aprovechable. Así lo demuestra el párrafo en que Santayana, diseñando un contexto a través de una analogía de base católica, con el Padre (el poder) y el Hijo (la verdad), sostiene que “la verdad es una esencia apta para el intelecto, indestructible (algo de lo que carecen la acción y la existencia), que puede presentarse siempre y en todos los universos, ante cualquier espíritu que aspire al conocimiento” (p. 134). Sólo un lector ya familiarizado con discusiones epistemológicas básicas y con términos fundamentales en la filosofía de Santayana, como son “poder”, “verdad”, “esencia”, “existencia” o “espíritu”, puede hacer sentido completo de este fragmento, que, repetimos, en realidad se refiere más a la propia filosofía de Santayana que a la hegeliana.

Dos breves ensayos sobre el marxismo y el materialismo (publicados en unas fechas tan “tempranas”, 1935 y 1949, que ofrecen una perspectiva de análisis totalmente ajena a la esperable tras la caída de la Unión Soviética y las comprobaciones de las insuficiencias prácticas del comunismo) sirven de puente a los dedicados a la filosofía del siglo XX, la parte más ampliamente tratada en la obra. Encontramos aquí textos sobre Herbert Spencer (“Lo incognoscible”, donde Santayana confronta su propia teoría epistemológica alrededor de la noción de sustancia), H. Bergson, B. Russell, E. B. Holt y J. Dewey. Probablemente el que las filosofías de estos cuatro últimos autores se estuvieran realizando en el mismo momento en que Santayana escribió estos ensayos contribuye no sólo a su extensión (los dedicados a Bergson y Russell son los más largos de toda la colección), sino al carácter mucho más analítico y específico que poseen (el ensayo dedicado a Holt se realiza en torno a la lectura de su The Concept of Consciousness, mientras el de Dewey reproduce directamente la reseña de Santayana de Experience and Nature).

Por último, recordaremos que los diversos ensayos no sólo se estructuran en torno a autores específicos, sino también alrededor de conceptos o movimientos. Así, tenemos capítulos dedicados a tópicos como el cristianismo en su relación con la perspectiva intelectual contemporánea, las divergencias o “herejías” filosóficas —texto que representa una deliciosa, por breve, justificación del lugar de procedencia de esa ironía desapegada con que Santayana identifica la auténtica filosofía—, el americanismo o el realismo. (Incidentalmente conviene señalar que “Tres pruebas del realismo” es el único ensayo del libro que presenta explícita una exposición directa de una característica de la filosofía de Santayana: su postura realista por oposición al escepticismo y al idealismo).

Como se ve, esta obra presenta de forma constante una doble lectura, inmediatamente aparente, por obvia, en sus páginas: todos los ensayos contienen tanta parte de análisis histórico-filosófico sobre el autor tratado, cuanta revelación muestran de la personal visión de la historia de la filosofía, así como de la propia filosofía, de Santayana. Más ejemplos de esto los encontramos cuando Santayana califica de “malentendido” y “ruina de toda la filosofía posterior” la física de Aristóteles (p. 51), cuando caracteriza el pensamiento de Kant como “esencialmente excéntrico y sofisticado”, basado “enteramente en dos disparates heredados que una filosofía verdaderamente progresiva tendría que evitar desde el comienzo” (p. 212), o al llamar “malévola” a la forma en que se realiza la crítica epistemológica idealista, pues ésta provoca “que solo los idiotas son los no engañados” (p. 218). Al hecho de que Santayana entrevera en todos los ensayos el comentario de un autor o corriente determinada con su propia filosofía, conviene añadir una característica más, particular de su estilo. La mirada crítica de Santayana es tan amplia que ninguno de sus ensayos centrados en un autor se ciñe exclusivamente a su filosofía, sino que, remontando el vuelo, nos proporciona constantemente alusiones transversales y establece relaciones originales e insospechadas (siendo fieles al vocabulario del autor, diríamos casi que están hechas desde el punto de vista del espíritu). Entre ellas se cuentan, por ejemplo, su descripción de lo que contendría un apropiado retrato pictórico de Locke (pp. 89-90), la comparación de Berkeley con Shelley (p. 121), o los variados epítetos, todos ellos adecuadamente matizados y contextualizados, que Santayana adscribe a Bergson: persuasivo, místico, elocuente, culto, insinuante, exquisito… (pp. 209-210.) Por todo ello proporciona el libro una recompensa ciertamente también doble: por un lado, más allá de la particular perspectiva santayaniana, nos estamos acercando a la historia de la filosofía de la mano de uno de los más rigurosos y precisos pensadores, lo que nos ayuda a descubrir algunos de los aspectos clave de las teorías pasadas, así como sus relaciones ideológicas más profundas; por otro lado, se nos aclara, reflejada a contrario en los pensamientos de tales pensadores, la propia filosofía de Santayana, sin lugar a dudas una de las más coherentes, omnicomprensivas y fértiles de toda la historia del pensamiento occidental.

Esta nueva traducción se añade a las otras cuatro obras de Santayana ya existentes en Tecnos (tres de ellas dentro de la serie “Los esenciales de la filosofía”). Disponer por fin en castellano de los presentes Ensayos sobre la historia de la filosofía constituye un valioso añadido para el estudio de la filosofía misma. La importancia de los autores y movimientos en él tratados está fuera de toda duda, en tanto en cuanto todos ellos conforman el sustrato del pensamiento occidental actual. Al sumar a esa importancia el análisis que proporciona la visión de un pensador tan extremadamente exacto y cabal como lo fue Santayana, obtenemos como resultado una obra aun más fecunda. Estemos o no de acuerdo con su perspectiva, todos los ensayos nos llevan a cuestionar a los autores tratados, a analizar detalladamente sus teorías y a rastrear algunas de sus posibles implicaciones. El lenguaje y el aroma que impregna todas las páginas son indudablemente santayanianos, pero no debe ser vista esta apreciación como una crítica, sino más bien lo contrario. Terminamos cada capítulo no satisfechos por haber alcanzado una conclusión definitiva, sino repletos de preguntas e ideas a partir de las que continuar nuestro camino, nuestra búsqueda. No hay mayor premio que ése para un libro que recapacita sobre algunos momentos fundamentales de la historia de la filosofía, pues en eso consiste, precisamente, un verdadero amor a la sabiduría: en reflexionar libremente sobre su propia historia para así seguir latiendo.

 

Andrés Tutor de Ureta

(Universidad de Castilla-La Mancha)