Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 85 (2022)

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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FERNÁNDEZ LÓPEZ, José Antonio (2020). Ensayo y resistencia. Escritura, filosofía y testimonio de la violencia después de Auschwitz. Granada: Comares.

 

Difícilmente cabe hacer justicia en el marco de una reseña a la envergadura filosófica y literaria de esta obra, con la que por otro lado culmina (o al menos de momento) el autor una fase de su trayectoria intelectual muy empeñada en comprender y asumir lo esencial del vasto legado de lo que se ha escrito “a partir” del “después de” la Shoah: esa catástrofe inédita en la historia universal que deja ver la tentativa hitleriana “casi” conseguida de exterminar a la nación judía en Europa, y el fenómeno del mal absoluto que se concretó en la fría pasión asesina del nazismo, en especial a partir de la “Solución final” acordada en Wannsee, el 20 de enero de 1942. Importante asunto las fechas, en un debate más que meramente académico por cierto acerca de la rigurosa singularidad e irreductibilidad de este “programa” técnicamente posible en la modernidad (incluida la red ferroviaria europea, ¡y la precisión de que los menores de cuatro años viajarían gratis, y los menores de diez, sólo con media tarifa, en aquellos trenes de mercancía!), el plan sistemático de asesinar a “todos” los judíos, ¡también a los miembros de una familia sefardita aislada que hubo que ir a buscar, locamente fuera de toda racionalidad económica, a una isla griega!

No habrá que subrayar la claridad y la precisión del objetivo de este “ensayo”. El subtítulo del libro reza: “Escritura, filosofía y testimonio de la violencia después de Auschwitz”. Se impone diferenciar las dos partes: una amplia Introducción, titulada “Auschwitz y después”, y una serie de tres estudios acerca de otras tantas figuras paradigmáticas esenciales para penetrar con seguridad en el mencionado debate, y sin mistificaciones, (a lo que se ha prestado passim mucho participante voluntarioso, mayormente cuando perora largamente sobre el silencio): Jean Améry, Primo Levi, Kertesz. No quita que a lo largo del libro, en digresiones o en passant, el autor deje hablar a otras voces, a otras escrituras, más que significativas en estos parajes: Elie Wiesel, Paul Celan, George Steiner.

La densa primera sección introductoria aborda, sobre la base de una impresionante documentación, la “cuestión de método”, el planteamiento del “cómo escribir” cuando se trata de un “acontecimiento radical”, como es, y de una manera justamente singular, la Shoah (comparable, si acaso, en la existencia judía según algunos, a la Revelación en el Sinaí, o al desastre del Shabataísmo que recorre las juderías europeas en los principios de la Modernidad). Las maneras habituales, y en todo caso las académicas, del discurso histórico, muestran una tendencia interna a la tranquilizadora homogenización de los hechos, y a la contextualización “comprensiva” de éstos. El profesor Fernández se sitúa en las antípodas de ese tipo de discurso histórico comparatista y hasta igualador, al que quiso dar una respetabilidad científica Ernst Nolte hace unas décadas al comparar la Shoa con el Gulag, y al intentar comprender el antisemitismo asesino en el contexto de la Guerra. Ni siquiera es aceptable, en la perspectiva asumida y razonada aquí por el autor, la comparación de Auschwitz con el estalinismo y el Gulag, el “otro” totalitarismo (en el sentido de Hanna Arendt) del siglo XX. Ya muy pronto, inmediatamente después del descubrimiento de los campos de exterminio en la fase final de la Guerra en 1945, dos judíos alemanes exilados en EEUU, la mentada Hanna Arendt y Theodor Adorno, iniciaron, en el género nuevo de una literatura sin ficción, en “ensayos” abocados a una peculiarísima escritura, una tentativa de enfrentamiento al “acontecimiento radical” de los campos de muerte diseminados en el Centro y el Este de Europa. Ya estos primeros ensayos están dramáticamente obsesionados por el imperativo anamnético, y así, por lo pronto, el imperativo de hablar, de contarlo. Habría que avisar: ¡cuidado con ciertos silencios! Agudo, en este sentido, el “reparo” de George Steiner a T.S. Eliot que comenta el profesor Fernández: el gran poeta de la memoria, no menciona, ¡y en los años justamente de la inmediata postguerra, cuando se hizo público el horror de los campos de exterminio y las cámaras de gas!, el poeta inglés, decía, no registra ninguna referencia a la Shoah. Más abiertamente culpable, y hasta imperdonable, por su expresa militancia en el nazismo, cabría aducir aquí en paralelo el silencio ominoso sobre los campos de muerte de Heidegger, dit-on que el Meister aus Deutschland. A la choza del célebre Denker refugiado en sus presocráticos, acudió Paul Celan para pedir una palabra, precisamente una palabra propia “del” pensador por antonomasia en Alemania. Que no dijo nada. Y el caso es que sí, que hay que hablar, hay que pensar la Shoah, a pesar de la parte de verdad del Thinking and camps are oposite, de Arthur Cohen. El ensayo arendtiano sobre “La culpa organizada” y sobre todo Mínima Moralia de Adorno, se evocan aquí como ejemplos iniciales y ejemplares de lo que había de ser una meditación escrita marcada por el “después de Auschwitz”. José Antonio Fernández delinea los principios de un nuevo humanismo radical capaz de “ensayar”, con una escritura relevante, la resistencia específica al olvido: al criminal “sentido común” de “pasar página”, de mirar sólo y “constructivamente” al futuro. El duelo por los campos de exterminio no podrá no ser infinito. En las propias palabras del autor: “Frente a una sociedad que siempre tiene la tentación de pasar página en virtud del progreso, frente a una historia dominada por el gran relato donde lo individuales obviado, frente al progresivo empequeñecimiento de los crímenes y atrocidades de antaño por mor del paso del tiempo y la siempre sutil debilidad de la memoria colectiva, frente a los límites de la propia condición humana. Primo Levi, Jean Améry e Imre Kertész, reivindican en sus escritos un ejercicio singular de racionalidad crítica y de lectura histórica. A modo de esos anclajes que sostienen todo tipo de ingenios aéreos, como una forma de asentar el pensamiento frente a la volatilidad del olvido, las obras de estos autores miran al pasado y al presente vital con la tenacidad del resistente, del irreductible, de aquel que entiende que su vida se encuentra a unos hechos de enorme calado y trascendencia y que bajo ningún concepto pueden ser obviados. Retorno, escritura, resistencia y existencia son categorías esenciales en un humanismo radical concebido a la sombra de Auschwitz, énfasis y pasión testimonial de unos autores cuyo pensamiento representa la múltiple tensión, nunca resuelta satisfactoriamente, entre la obra de arte, la obligación ético-política, la pulsión anamnética y la búsqueda de una liberación personal del trauma de sobrevivir” (p. 27).

A partir de una muy evidente “simpatía”, José Antonio Fernández reconstruye la peripecia existencial e intelectual de Jean Améry ya desde antes de su reclusión en Auschwitz, y también como activo participante en los medios culturales alemanes de la Postguerra: fue colaborador asiduo de Merkur. Pero, “pero”, si cabe decirlo así, su gran referente, es el existencialismo de Sartre (aunque al filósofo de la libertad absoluta le reprocha que hable de la tortura sin saber), y el fondo de Ilustración que pervive en la cultura francesa, esa Ilustración que puede uno precisamente echar en falta en la cultura alemana desde la muerte de Kant. En un humanismo trágico y “pesimista” sin concesiones, se inscribe la obra maestra de Amery, Más allá de la culpa y de la expiación, que es al mismo tiempo un texto canónico, pero también polémico frente a todo tipo de trascendencia religiosa o política, en la literatura sobre la Shoah. Significativo que esta obra fuese rechazada por varios editoriales. Y por cierto lo mismo le ocurrió a Levi y a Kertesz: signos trasparentes de que la Europa de postguerra quiso olvidar el infierno del Holocausto, incluidos directivos de editoriales “de izquierda”. No quita que puede uno pensar que la cosa no mejora ante el guirigay de las manadas de turistas y colegiales visitando Auschwitz.

Primo Levi es sin duda el autor que ha encontrado más audiencia en el género “ensayo” contra el mentado olvido de los campos. El primer libro de este químico racionalista y humanista, Si esto es un hombre, es seguramente la primera gran apelación al recuerdo y la resistencia hecha por un testigo del que con buena razones se llama “Auschwitz” para nombrar mediante un nombre propio la fabricación nazi del Infierno en muchos otros lugares, con sus propios nombres propios. A diferencia de Améry y de Kestész, Levi procede de un entorno existencial y cultural habitable, el culto Piamonte de Italia, y en ese mismo entorno vuelve a ser acogido. José Antonio Fernández se explica sobre esa diferencia: Kertész volvió a una Hungría dependiente directa del Totalitarismo estaliniano, y Jean Améry se instaló en un tan sistemático como comprensible odio, de estirpe bernhardiana, a la cultura alemana. Sin embargo, Levi, como Améry, se suicidó: tal vez un signo trágico de que la melancolía por haber asistido de cerca a la inhumanidad del nazismo es incurable.

El último capítulo analiza la contribución del mencionado autor húngaro a la literatura, narrativa y ensayística, del que recibiera el premio Nobel en 2002, y se explica más concretamente sobre la quizá obra maestra de este autor: Kaddish por un hijo no nacido. Habrá finalmente que subrayar la excelencia filológica de esta obra de José Antonio Fernández, llamada sin duda a influir: el cuidado de remitir a los textos en su idioma original.

 

Patricio Peñalver Gómez

(Universidad de Murcia)