Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 83, 2021

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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THOREAU, Henry D. (2019). Revolucionar cada día: en defensa de una vida sencilla. Edición y traducción a cargo Diego Clares Costa, Barcelona: El grillo libertario.

 

 

La figura Henry David Thoreau se menciona con frecuencia en nuestros días pero, pese a que es de destacar la puesta al día gracias a un interés editorial, todavía quedan muchos aspectos por descubrir de Thoreau. El autor es un misterio encerrado en miles de páginas escritas y que van más allá de Desobediencia civil. Los diarios personales del autor completan varios volúmenes que son completamente desconocidos para el gran público y, los más informados, conocen facetas aisladas de su pensamiento, como las que pueden hallarse en ciertas antologías de sus observaciones sobre aves o de sus ideas en torno a la escritura. Presentado de forma interesada por varias tribus ideológicas, se hacen primar algunos rasgos de su pensar, mientras que otros son disminuidos, o no presentados. Con vocación de mostrar a un Thoureau integral, que dé muestra del auténtico carácter del pensador norteamericano, tenemos una antología: Revolucionar cada día: en defensa de una vida sencilla, de la editorial El Grillo Libertario y el colectivo La Rabia.

Su autor, Diego Clares, que ya destacó los estudios naturales de Henry Thoreau, aspecto poco conocido para el lector hispano, tradujo la obra Manzanas silvestres (2018). Ahora nos trae esta antología de fragmentos que abarcan algo más de una década de la vida del norteamericano (1840-1852), extraídos y traducidos de las Obras completas editadas por Bradford Torrey (1906). Casi todos los fragmentos tienen la novedad de no haber sido traducidos en ninguna de las numerosas antologías que se han hecho de Thoreau. Además de ofrecer fragmentos no traducidos hasta el momento, la antología profesa la vocación de presentar aspectos que suelen permanecer opacos del autor. Conviven, pues, los fragmentos del Thoreau más conocido con otros más novedosos. La antología es novedosa frente a otras del mismo autor, además, por la predominante organización temática de los fragmentos. En otras recopilaciones de sus diarios, cartas y ensayos hallamos un orden cronológico, que nos conduce a través de una sucesión temporal de ideas. Aquí, el traductor nos propone un recorrido más conceptual que cronológico, y en consecuencia más sugerente para el lector interesado en ver los vínculos entre diversas reflexiones de Thoreau que pensamientos fugaces.

Desde su introducción, el traductor nos anuncia la intención de mostrar a un Thoreau crítico con diversos aspectos de la sociedad de su época, en dos momentos: uno mediante observaciones desde el seno de la vida civilizada, y otro desde su propuesta de una vida sencilla. Entre las muy diversas cuestiones que se incluyen, destaca la relación del autor con los estudios científicos y, en particular, su oposición a la concepción de la ciencia de Bacon. Aunque esta referencia se encuentra hacia el final de la antología (“no podemos conocer la verdad por inventiva y método; el baconiano es tan falso como cualquier otro” p. 90), se observa que mantiene una relación íntima con sus reflexiones sobre una vida sencilla, que vincule el estudio riguroso con los pormenores de nuestra existencia cotidiana: con la moral, la salud, la amistad... Esto se ve reflejado en otros fragmentos, donde expone el paseo como una ciencia, o donde se lamenta por la crueldad que acompaña al acto de matar a un animal sólo para conocer su interior.

Pero no sólo se pueden encontrar estos aspectos. El Thoreau más comprometido con la vida política también está aquí, como es de esperar de un libro que procure una visión completa de Henry D. Thoreau. En el escrito Llevándose a Sims (1851) se observa al hombre que luchó contra la esclavitud, mostrando la falta de razón que asistía a los Estados Unidos en su política inhumana. Este país se construyó, más que ningún otro país occidental, sobre la esclavitud, y esto es denunciado severa y adecuadamente por el pensador de Concord. Thoreau no deja hilo del poder sin tocar, y adelantándose siglo y medio a muchas apreciaciones que hoy se tienen de la prensa no duda arremeter contra ella. El norteamericano de a pie ha sustituido el Evangelio por los periódicos, que moldean la realidad según unos intereses cambiantes (“Quizá sin excepción el tono de la prensa es mercenario y servil”, p. 49)

Junto a estos aspectos descolla la actividad diaria de Thoreau. La vida penetra cada uno de los fragmentos presentados, y nos demuestran que la filosofía verdadera se instala en la vida más que el ejercicio profesionalmente reglado. La figura académica que confecciona papers no es, para Thoreau, quien muestra la vida sencilla que protagoniza el filósofo. Para él, hay una clara distinción tipológica: los salvajes y los que se guían propiamente por el amor a la sabiduría (“La realidad para el salvaje, y para la masa de hombres, está en que es mejor plantar, tejer, o construir que hacer nada o algo peor; pero la realidad para el filósofo, o una nación que ame la sabiduría, está en que es más importante cultivar las facultades más elevadas y gastar tan poco tiempo como sea posible en plantar, tejer, construir, etc.” pp. 67-68). El filósofo auténtico no disocia la theoria de la praxis, sino que antes bien, las hermana. Por eso mismo, todo el que ame la sabiduría se caracteriza por el cultivo intensivo de la misma, lo que llevará a una vida más sencilla, que economiza esfuerzos y tiempo, con el fin de dirigirlos a la actividad del pensamiento. El resultado es una vida plena de reflexión que se aparta de los usos y costumbres habituales, siempre que estos no tengan tras de sí razones para ser secundados. La revolución no se contempla como una oleada que abate el poder, sino como una brisa que trasforma cada momento de nuestra vida (“Un hombre sano y en desarrollo revoluciona cada día”, p. 60).

En síntesis, Revolucionar cada día: en defensa de una vida sencilla es una antología novedosa y que trae una visión fresca de Thoreau. La obra queda embellecida, además, por las ilustraciones de Pablo Codes, que acompañan a algunos de los fragmentos y que reflejan con cada uno de sus trazos el equilibrio entre naturaleza y filosofía que encontramos a lo largo de la obra. En cada una se muestra un paisaje sencillo pero, al mismo tiempo, una caricatura casi grotesca. El dibujante presenta unos escenarios acordes al carácter vital y revolucionario de Thoreau, que podrían ser las visiones de alguien que pasea y compara su vida con otras (“Un viajero que mire las cosas con un ojo imparcial puede ver lo que los más viejos habitantes no han observado” p. 81). Por ello se podría decir que toda la obra está imbuida por el aura de Henry David Thoreau, que nos llega desde los lugares más recónditos entre los bosques.

 

Carlos Carrión González