Daimon. Revista Internacional de Filosofía, nº 83, 2021

ISSN: 1130-0507 (papel) y 1989-4651 (electrónico)

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VILAR, Gerard (2019). Jean-François Lyotard: Estètica i política, Barcelona: Gedisa,
144 págs.

 

 

Lyotard ha vuelto, y, a diferencia de lo que ocurría en aquel famoso gag de la celebrada serie The Simpsons, esta vez no es «en forma de chapa». El pensamiento crítico peninsular tiene mucho que celebrar con la aparición de este libro, publicado en catalán pocos meses antes de la sentencia del procés y la irrupción del Tsunami Democràtic. La conexión entre estos dos acontecimientos es, sin duda alguna, mera coincidencia, pero también resulta indudablemente pertinente. Como indica el propio Vilar, el diferendo existente entre la voluntad del Estado Español y la del pueblo catalán evidencia la innegable actualidad de sus ideas: Lyotard nunca debió irse o, mejor dicho, nunca debió ser olvidado. Sobre esta cuestión es menester recordar al lector inadvertido la acusada ausencia de publicaciones relativas a este filósofo en el ámbito español, donde apenas se han defendido tres o cuatro tesis doctorales que versen sobre su figura, frente a las más de veinte dedicadas a Derrida, treinta dedicadas a Deleuze o cincuenta dedicadas a Foucault. De hecho, este texto resulta ser una rara avis incluso en la propia colección a la que pertenece, pues los otros monográficos editados como parte del «Pensament Polític Postfundacional» orquestado por Gedisa han sido dedicados —en su mayoría— a sujetos «habituales» del quehacer filosófico actual, como Giorgio Agamben o el tándem formado por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Es así que celebramos su incorporación, felicitamos a la editorial y saludamos con gusto a su autor: no solo es una obra acertada, sino que pone el primer ladrillo para saldar la deuda histórica contraída con este heterodoxo pensador.

El libro está dividido en cinco capítulos, siete con la introducción y la conclusión («Per què Lyotard?»), que ordenan cronológica y conceptualmente la obra de Lyotard. Teniendo en cuenta que la ordenación de las etapas de su pensamiento siempre ha resultado problemática, la solución de Vilar semeja clásica: mientras los dos primeros capítulos explican su evolución desde el marxismo crítico de Socialisme ou Barbarie y Pouvoir Ouvrier hasta la crisis de sus reflexiones libidinales, los tres últimos se centran en su pensamiento «antifundacional», como se denomina en la propia obra, aquí cifrado a través de algunos de los conceptos habituales en su literatura: «posmodernidad», «diferendo» e «inhumano». Además, a estas siete partes habría que sumar el prólogo de Laura Llevadot («Tot art és polític, i l’espectacle també»), directora de la colección a la que pertenece.

Es cierto que debido a su limitada extensión, unas muy escasas 25.000 palabras, el lector puede sentir que la profundidad del acercamiento resulta superficial, pero no por ello carece de la rigurosidad que se le exige a un experto en la materia. De hecho, es precisamente la concisión y claridad de una propuesta que no esconde su voluntad introductoria la que convierte este libro en un éxito automático, indudable referencia para los interesados en la materia. Lejos de lo que inicialmente pudiera parecer, Vilar no se limita a explicar las nociones fundamentales del pensamiento lyotardiano que ya otros han trabajado en mayor profundidad: tiene el valor de problematizarlas. No es un texto suspendido en un orden atemporal, pues está escrito desde el presente, y es en los momentos en los que fluye con mayor libertad donde brilla con más intensidad. Así, reflexiones como la del feminismo —en las últimas páginas del capítulo sobre los diferendos— se despegan de lo esperable. Y sorprenden. ¿Es realmente útil Lyotard para el feminismo? O, en términos más osados: ¿Cabe reivindicar el antifundacionalismo como vía para conseguir la igualdad de género? El debate es complicado y excede las posibilidades del propio texto, pero alude a algunas de las problemáticas que han abordado previamente otras obras sobre este pensador, como la fantástica —y también reducida— Lyotard and the Inhuman (2001), escrita por Stuart Sim para la serie «Postmodern Encounters». Literatura con la que, desde luego, no habíamos contado anteriormente en el Estado Español.

El único precedente de semejante calado fue llevado a cabo por Brais G. Arribas en Postmodernidad: Jean-François Lyotard y Gianni Vattimo (2015), que escribió junto a Teresa Oñate —quien se ocupó de abordar el pensamiento de Vattimo— para la colección «Descubrir la Filosofía» de Salvat. Sin embargo, y para regocijo de los que estamos interesados en la materia, estas dos obras están atravesadas por un profundo diferendo en su consideración del pensamiento de Lyotard, plenamente manifiesto en el capítulo que Vilar dedica a lo inhumano. Ambos textos concuerdan en su elogio del disenso, pero difieren en la filiación que adjudican al filósofo: para Arribas y Oñate, Lyotard es tanto como un posmoderno, indudable razón de elogio, mientras que para Vilar esta etiqueta es «de fácil uso» y resulta «pasada de moda». En este último caso, y así lo señala el autor, Lyotard es concebido como un valedor de la modernidad, heredero de Nietzsche y del segundo Heidegger, pensadores que para Arribas y Oñate serían casi —si no enteramente— posmodernos.

El problema, de mayor complejidad que la semántica, se evidencia al analizar las referencias utilizadas en ambos casos, pues el libro del que aquí nos ocupamos recupera una obra que Arribas evitó mencionar en su texto: Heidegger et «les juifs» (1988). Gracias a tal ampliación bibliográfica, lo «impresentable» de Postmodernidad: Jean-François Lyotard y Gianni Vattimo (2015), libro amparado en L’Inhumain : Causeries sur le temps (1988), pasa de tratar aquello que «no puede ser presentado» —cuestión relativa a la Estética— a volverse en Jean-François Lyotard: Estètica i política (2019) aquello que «no debe ser representado» —cuestión relativa a la Ética—, dejando al lector la pregunta por el verdadero fundamento de tal concepto. ¿Cuál es la relación entre la Ética, la Estética y la Política en el pensamiento de Lyotard? Ese es el interrogante que, como es de esperar, queda abierto; así debe suceder con un filósofo de tal complejidad. No obstante, Vilar —refrendado por el prólogo de Llevadot— no duda en ensayar una respuesta. Su reconocible tesis propone entender a Lyotard a través del adornismo, y es ahí donde el enfrentamiento con la defensa posmoderna de Arribas se hace notorio: el imperativo ético judaico del «no representarás», encumbrado por Adorno con sus reflexiones sobre Auschwitz, choca con el cristianismo que dicta la imposibilidad de presentar en el orden de lo sensible aquello que no puede ser conocido. El silencio respetuoso con la Ley contra el silencio que testimonia la ausencia de sonido. ¿Es Lyotard judío en tanto que reniega de la representación? A pesar de ser criado como católico y tener la aspiración de convertirse en fraile dominico, algunas de las lecturas que más influyeron sobre él fueron Marx, Freud o Levinas; pero tampoco puede negarse su profunda fascinación por Agustín de Hipona. En este caso, sendos libros «barren para casa», una decisión inteligente para abordar una exposición de extensión tan reducida. Debemos sentirnos dichosos: desde luego, no es habitual que dos textos de este formato planteen semejantes preguntas.

De ambas posturas, es probable que la que defiende este texto sea la que en los últimos años ha devenido canónica, y el responsable no es otro que el cada vez más popular Jacques Rancière, figura fundamental en los debates más recientes sobre Estética y Política. Un texto sobre esta cuestión que se pretenda contemporáneo no puede —ni debe— escapar a sus asertos, para gusto de sus afines y espanto de sus contrarios. El «giro ético» que Rancière atribuye a Lyotard no puede ser ignorado, ni siquiera en un libro de estas dimensiones. Volver a establecer una rígida Ley moral sobre la representación es, precisamente, retornar al fundacionalismo. Peor aún, al fundamentalismo. No obstante, cabe preguntarse si Rancière tiene razón: ¿Se hace extensivo a Lyotard todo aquello por lo que Adorno ha sido castigado? ¿Es aquel valedor de los afectos, sesentayochista durante el propio 1968, el moralista en el que algunos quieren convertirle? Ni calvo, ni con dos pelucas. Si esta pequeña reseña está poblada de preguntas es porque, ciertamente, son más certeras que las propias respuestas, ineficientes a la hora de abordar a un pensador tan poliédrico. Lyotard nunca fue el intransigente defensor del arte abstracto que sus detractores, Rancière entre ellos, quieren ver en su persona. De hecho, el carácter «resistente» de las artes nunca estuvo para él en su supuesta «politicidad apolítica», sino en la posibilidad que estas tenían y tienen para desbordar constantemente los consensos a los que se adscriben. Les Immatériaux (1985) venía a demostrar que tal resistencia, mayor que cualquier política, está en las formas por venir: no en el simple rechazo de la belleza regida por el Capital, sino en la constante experimentación. En el ejercicio activo de la creatividad.

Así, a nuestro juicio, este libro incurre en una maravillosa paradoja. Es al caracterizar a Lyotard como obstinado valedor del Shoah (1985) de Lanzmann cuando más se aleja del núcleo de su pensamiento, al que curiosamente se acerca en el instante en que termina la exposición de sus ideas, en esa fantástica conclusión. ¿Por qué Lyotard? Son esas últimas páginas las que explican el texto, las que dan cuenta del interés del autor por hacer de este libro algo más que una mera recapitulación de ideas. La conexión entre el escritor de la obra y su objeto de estudio aflora cuando el debate sobre la cuestión política queda en un segundo nivel y lo que se juega es el mantenerse rebeldes, lejos del parapeto identitario de las etiquetas «moderno», «posmoderno», «adorniano», «judío», «cristiano» o «posmarxista». Aquí los tres nos damos la mano, en el tiempo y la distancia, pues a todos debería «darnos urticaria» —como dice el autor— ese dogmatismo y ese infantilismo (¡pobres infantes!) de los que tanto Vilar como Lyotard reniegan. Rebelarse contra tales padecimientos es el verdadero cometido al que se adscribe este libro, un proyecto que probablemente sea Estético y Político, más que estético-político, y con el que no podemos estar más de acuerdo.

 

Sergio Meijide Casas

(Universidade de Santiago de Compostela)