Bioderecho.es, Núm. 17, enero-junio 2023
https://doi.org/10.6018/bioderecho.612521 ISSN: 2386-6594
Recensión: Graciano González R. Arnaiz, Bioética y
biopolítica. Aproximaciones desde el trans/posthumanismo.
Comares, Granada, 2021, 146 pp.
J
OSÉ ALEJANDRO LÓPEZ ESPINOSA
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Palabras clave: bioética, biopolítica, naturalización, continuum trans/posthumanista, vida.
Keywords: Bioethics, Biopolitics, naturalization, continuum trans/posthumanist, life.
Los setenta fue una década marcada por eventos políticos y avances tecnológicos. Entre
los acontecimientos más destacables, podríamos citar el nacimiento del niño probeta o la
fundación de Apple y Microsoft. Pero también supuso un tiempo de evolución y progresión
teóricas con la formulación y la consolidación de dos corrientes filosóficas como fueron la
biopolítica y la bioética. Efectivamente, la vida empezaba a ser una categoría central del
pensamiento filosófico, pero también, de una serie de nuevas ciencias que prometían mejorar
nuestras condiciones vitales alimentadas por fantasías varias como la superación de la muerte,
clonaciones e intervenciones genéticas o la modulación de una nueva sociedad compartida con
máquinas autónomas e inteligentes. Resulta palmario, que a pesar de haber transcurrido casi
medio siglo, todavía sigamos imbuidos en problemáticas y aspiraciones muy afines a las de
aquel momento.
En Bioética y biopolítica. Aproximaciones desde el trans/posthumanismo, con su autor
Graciano GONZÁLEZ R. ARNAIZ, catedrático de Ética de la Facultad de Filosofía de la
Universidad Complutense de Madrid, nos adentramos en una cartografía por las principales
reflexiones circundantes a la cuestión de qué es el ser humano y de las implicaciones que
derivan sus posibles respuestas en el campo de la bioética y de la biopolítica. Una pregunta que
se ve profundamente alterada ante las pretensiones de modificación y alteración genética y
corporal recientes. De hecho, motivada por esas aspiraciones, la reflexión filosófica parece
Fecha de recepción: 21/07/2023 Fecha de aceptación: 12/02/2024. Cita recomendada: LÓPEZ ESPINOSA, J. A.
(2024). Recensión: Graciano González R. Arnaiz, Bioética y biopolítica. Aproximaciones desde el
trans/posthumanismo, Comares, Granada, 2021, 146 pp., Bioderecho.es (17), 1-4.
https://doi.org/10.6018/bioderecho.612521
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Investigador predoctoral en Centro de Estudios de Bioderecho, Ética y Salud (CEBES), Universidad de Murcia.
Correo: josealejandro.lopeze@um.es
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Recensión: Graciano Gonlez R. Arnaiz, Bioética y biopolítica. Aproximaciones desde el trans/posthumanismo
abandonar a la bioética en tanto que una de las últimas grandes especulaciones sobre la vida y
nuestros cuerpos, a una disciplina de reciente cuño pero que prosigue la estela de los valores y
principios éticos compartidos por nuestras sociedades occidentales. Como decía, la filosofía
parece abandonar a la bioética para articularse en plena biopolítica como análisis crítico de
cómo el poder accede, intercede y articula nuestras vidas y nuestros cuerpos. Se conformaría,
pues, una especie de rivalidad por un mismo término, a pesar de su distinta significación y
consideración.
Una tendencia y una disputa epistemológicas que, según Graciano González, siendo
bandera de dos nuevas “filosofías de moda”, el transhumanismo y el posthumanismo, realmente
participan de otro proceso de mayor envergadura que recorre a toda la ética, esto es, su
“naturalización”. La naturalización, eje vertebrador de toda la obra, consiste en la importación
de razonamientos, conceptos y teorías provenientes de las ciencias naturales y empíricas. Por
ello, aunque ambas teorías filosóficas antes señaladas se recubran de cientificidad, innovación y
autonomismo hunden sus raíces y participan en un largo devenir que ya podemos prefigurar el
zoon politikon aristotélico o en el dualismo cartesiano mente-cuerpo. Por esta característica
común, y a pesar de diferir en su objetivo último, ya sea como mejoramiento radical de nuestras
capacidades o como un progreso total hacia un nuevo ser viviente que no se identifique con lo
humano, ambas son aglutinadas por el autor del ensayo bajo el sintagma “continuum
trans/posthumanista”. Tanto una como otra se encuentran imbuidas en la posibilidad y la
defensa de la intervención y modificación de nuestro cuerpo y mente (cerebro) en grado sumo y
dejando de lado sus clásicas preocupaciones y consideraciones morales.
Por todo lo anterior, se comprende que el ensayo de Graciano González nos puede
aportar una visión general de la discusión científica y teórica que gira en torno al os o hecho
de la vida. Debate que exige previamente dilucidar qué es aquello a lo que llamamos “humano”,
que se postula como sujeto y objeto de estudio y que se busca superar. Pero hacerlo supone
seguir el viejo camino pautado por la filosofía ante problemáticas nociones como naturaleza y
teleología o physis y tech, entre otras. Porque por muchos esfuerzos que se hayan realizado
desde el transhumanismo y el posthumanismo, y desde las diferentes ciencias implicadas e
imbuidas en ellas, todos sus conceptos y sus planteamientos son herederos de esa larga tradición
de pensamiento ético-filosófico arraigado en el fondo de nuestro pensamiento occidental.
En definitiva, la merma perpetuada intencionalmente sobre la legitimidad de la tradición
filosófica, con sus viejos conceptos, por una ciencia que devuelve una imagen apeteciblemente
mejorable del ser humano, supone que, lo más sensato, sería el abandono del campo ético por
una aproximación distinta como puede ser la biopolítica. Aceptar este designio dentro de la
filosofía sería perpetuar inconsciente y acríticamente el naturalismo que cada vez tiene mayor
peso en la ética y que peligra con su suspensión. Nos encontramos en un contexto donde se
señala que la investigación científica disocia el concepto “vida” de la acción moral y de su
posibilidad y se reduce a hallar el origen y la magnitud de los procesos cognitivos. Algo natural
si todo lo que hay detrás de nuestros actos y pensamientos vendrían a ser inputs neuronales y un
compendio de procesos, elementos y estructuras físicas, químicas y fisiológicas que los
determinan. Lo que sorprendente y ocultamente se carga de un plumazo criterios éticos básicos
y compartidos por todos como el de la libertad.
Para comprender más concretamente cómo se reproduce esta tendencia a la
naturalización de la ética, Graciano González nos expone el caso del biomejoramiento moral.
Nadie dudaría en la búsqueda por alcanzar una nueva y mejorada moralidad, un modo de
comportarse más humanamente, pero ¿lo harían a sabiendas de que una propuesta así esconde
una imposición y monopolio de una determinada moralidad, de una determinada forma de
entender la vida buena y la dignidad del ‘hombre’? En contrapartida, también podemos hallar un
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José Alejandro López Espinosa
esfuerzo ético-normativo entre profesionales de diversa índole (científicos, investigadores y
eticistas) que aboga por la prudencia, la responsabilidad y la justicia social. Efectivamente, la
obra de Graciano González no resulta ninguna demonización contra la ciencia y la tecnología
sino de un acercamiento ético de lo que acontece en ella, observando y apreciando también la
misión garantista de una serie de principios éticos compartidos para evitar la perversión y el mal
uso de técnicas, métodos y praxis científico-técnicas.
No obstante, una ética así resultaría insuficiente para evitar males y perjuicios ya que
sus representantes acaban presuponiendo que el ser humano se comporta según la disposición de
una estructura fisiológica concreta que, como resultado, desencadenan unas acciones y
comportamientos predeterminados, esto es, los inputs y conexiones neuronales que
anteriormente hemos señalado y que la neurociencia dictamina. Así, una buena disposición para
la intervención de nuestra estructura cognitiva o corporal no basta como premisa deontológica y
ética si se continúa perpetuando un olvido contra lo que la ética es capaz realmente de
ilustrarnos: que podemos actuar libremente, que tenemos capacidad de decisión y que podemos
y debemos ser conscientes de ello.
Conviene recalcar la idea de que el presente ensayo no supone ninguna intempestiva
contra los avances y descubrimientos de las biotecnologías y de su influencia en el saber ético.
Porque su autor valora y toma en cuenta los conocimientos, las técnicas y los avances
científicos y tecnológicos actuales. Ciencia y ética no tendrían porque ser opuestas o estar
enfrentadas sino que pueden nutrirse mutuamente. Al igual que la ciencia contribuye a despejar
incógnitas sobre nuestro mundo y sobre lo que somos, también plantea retos y desafíos donde
reavivan continuamente las grandes preguntas de la ética: “¿qué queremos ser? y ¿adónde
queremos dirigirnos?”.
Por todo lo anterior, el texto de Graciano González no es ingenuo de su contexto al
afrontar directamente esa naturalización de la ética y su consecuente intento de superación del
discurso ético-moral. Un texto, consciente, además, de que tanto el transhumanismo como el
posthumanismo abogan por una intervención tecnológica que repercute en nuestra visión del
vivir, y no como una mera aplicación anecdótica de conocimientos y prácticas científicas. Una
obra que recoge las diferentes intervenciones de disciplinas y teorías en un diálogo amplio y
diverso que pone de manifiesto una ‘voluntad de poder’ que busca controlar y aumentar su
dominio incidiendo en nuestro vivir, como seres humanos que somos, a través de la
modificación de nuestros cuerpos.
Poder afirmar una tesis como la anterior, sólo es posible tras la lectura de la parte final
de esta obra de Graciano González donde expone el auxilio y la complementariedad que puede
ofrecer la biopolítica para la bioética. Sólo ella nos permite desvelar y comprender el papel de
los nuevos saberes científicos, en cualquiera de sus variantes, contribuyentes al estudio y
articulación de la vida humana. Sólo ella nos muestra lúcidamente el tránsito de un concepto de
vida con tintes naturales y teleológicos a una visión de carácter semi-artificial y como material
de intervención y modificación. Sólo ella nos permite vislumbrar cómo todo lo anterior afecta
además a nuestras “formas de subjetivación” y a nuestra convivencia política, dicho más
claramente, al modo en el que nos concebimos y nos proyectamos.
En conclusión, Graciano González nos muestra toda una problemática que requiere para
su estudio y su comprensión crítica la unión de dos corrientes, que si bien tomaban el mismo
objeto de estudio, apenas establecían puentes de unión entre ellas. Sólo así, podemos evidenciar
y reconocer el componente social, normativo e histórico de la práctica científica e investigadora;
y comprender de manera conjunta y participativa qué podemos entender por vida o ser humano.
Sólo así, también, podemos reconocer el carácter histórico y la variabilidad de las fronteras y de
las preocupaciones de amplios campos de estudio como el filosófico, el jurídico, el político, el
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Recensión: Graciano Gonlez R. Arnaiz, Bioética y biopolítica. Aproximaciones desde el trans/posthumanismo
moral… Y poner de relieve cómo las nuevas formas de saber (las biotecnologías y las ciencias
de la vida) llevan aparejadas técnicas y presupuestos teóricos que se cristalizan en medidas
políticas que inciden en cómo nos vemos y cómo nos entendemos a nosotros mismos y al resto.