AREAS Revista Internacional de Ciencias Sociales, 48/2025 “Migraciones y reproducción social”, pp. 125-140. DOI: https://doi.org/10.6018/areas.636691.
La relación entre los movimientos migratorios y la reproducción social en la historia reciente de Galicia
Antía Pérez Caramés, Universidade da Coruña
Resumen
Este artículo presenta un análisis de las tres olas de emigración que se han sucedido en la historia de Galicia entre finales del siglo XIX y comienzos del XX bajo el paradigma de la teoría de la reproducción social. Se presenta una revisión y actualización teórica de las contribuciones en torno a la reproducción social en el ámbito de las Ciencias Sociales, y se indaga especialmente en cómo los debates en torno a este concepto en los estudios feministas y de género pueden arrojar luz sobre los análisis demográficos alrededor del papel de los movimientos migratorios (inmigración y emigración) en la reproducción social. Se realiza una síntesis de algunos trabajos sobre la reproducción de la sociedad gallega y las estrategias reproductivas de sus hogares por medio de la emigración transoceánica y la primera ola europea. Asimismo, se propone una interpretación de la emigración del siglo XXI, ligada a la crisis económica iniciada en 2008, en clave de migraciones reproductivas, señalando que tiene lugar un proceso de doble devaluación de las cualificaciones de las personas migrantes a través del que se consigue un abaratamiento de la reproducción social.
Palabras clave: migraciones; reproducción social; emigración; migraciones reproductivas; Galicia.
The relationship between migration and social reproduction in the recent history of Galicia
Abstract
This article presents an analysis of the three waves of emigration that have occurred in the history of Galicia between the late nineteenth and early twentieth centuries under the paradigm of the theory of social reproduction. A review and theoretical update of the contributions on social reproduction in the field of Social Sciences is presented, and it is especially explored how the debates on this concept in feminist and gender studies can shed light on the demographic analysis of the role of migratory movements (immigration and emigration) in social reproduction. A synthesis is made of some contributions on the reproduction of Galician society and the reproductive strategies of its households through transoceanic emigration and the first European wave. It also proposes an interpretation of 21st century emigration, linked to the economic crisis that began in 2008, in terms of reproductive migration, pointing out that there is a process of double devaluation of migrants’ qualifications through which a reduction in the costs of social reproduction is achieved.
Key words: migration; social reproduction; emigration; reproductive migration; Galicia.
Fecha de recepción del original: 6 de noviembre de 2024; version final: 25 de julio de 2025.
Antía Pérez Caramés, Universidade da Coruña, Departamento de Sociología y Ciencias de la Comunicación. E-mail: antia.perez@udc.es; ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-6295-0613.
La relación entre los movimientos migratorios y la reproducción social en la historia reciente de Galicia
Antía Pérez Caramés, Universidade da Coruña
Introducción
Las teorías sobre la reproducción social han conocido una renovada atención en los últimos años. Quizás la evidencia que ha venido de la mano de la pandemia por Covid19 de la crisis de cuidados que estamos atravesando y que adquiere dimensiones de crisis civilizatoria ha dejado ver los parches y las costuras con las que está zurcido el reverso reproductivo de la economía (Moré, 2020). También, la demanda de atención a la forma que adopta la interseccionalidad de las desigualdades en el trabajo reproductivo, esto es, la peculiar imbricación histórica de género, raza y clase, ha llevado a incorporar un análisis sobre la racialización de la reproducción social (Arruza y Bhattacharya, 2020), que ha tomado incluso forma de revisión histórica sobre el papel que la fecundidad de las mujeres en las poblaciones esclavizadas tenía en el desarrollo de los imperios coloniales de los siglos XIX y XX (Dorlin, 2006; Sublette y Sublette, 2015). Por último, un cierto cansancio con el carácter quizás un poco etéreo de los contornos conceptuales de la noción de cuidado ha devuelto la mirada hacia la dimensión, puede que más material y, en todo caso, más materialista, que abriga el término de reproducción social (Avril, 2018).
Considero que estos tres factores están detrás del auge renovado de las teorías de la reproducción social que, no obstante, han reabierto el debate principalmente dentro de los estrictos marcos disciplinares de los estudios feministas y de género, con poca permeabilidad, por el momento, a otras disciplinas y ámbitos de estudio como la demografía.
En paralelo, los movimientos migratorios y, en general, los procesos de movilidad que se vienen registrando desde la entrada en el siglo XXI, son muestra de grandes transformaciones sociales. Así, estos procesos se han intensificado (OCDE, 2023), feminizado (Kofman, 2019) -a raíz de la también feminización de la supervivencia (Sassen, 2001)- y diversificado en cuanto al perfil demográfico de las personas migrantes y también en lo relativo a los países implicados (ya sean de origen, tránsito o destino) (OCDE, 2023). Los movimientos migratorios actuales son, además, en algunos casos, paradójicamente contracíclicos en relación con el ritmo de la economía, cuando no conviven flujos elevados de inmigración y emigración en un mismo país (Bazillier, Magris y Mirza, 2017). Por otra parte, son los principales e incluso los únicos responsables del crecimiento demográfico en los países postransicionales (Coleman, 2008).
En este contexto, cabe actualizar la pregunta de la relación entre las migraciones y la reproducción social en busca de nuevas respuestas que indiquen el papel que están jugando los desplazamientos de población en las sociedades contemporáneas.
Este artículo pretende ser ante todo una contribución en forma de reflexión teórica y de convite a la reconsideración analítica del papel de los movimientos y procesos migratorios contemporáneos a la reproducción social, como quiera que queramos definirla. La metodología que lo sustenta se centra en la revisión bibliográfica, aunque se incorporan también información sociodemográfica sobre la evolución reciente de los flujos de migración internacional a y desde Galicia, así como datos cualitativos procedentes de entrevistas con protagonistas de la reciente emigración gallega a otros países europeos a raíz de la recesión económica iniciada en 20081.
La propuesta que realizo en esta contribución es, pues, la de iniciar el debate hacia una comprensión de los movimientos migratorios en la historia reciente de Galicia no como de reemplazo, ni tampoco como complementarios (ver, en torno a esta diatriba, la contribución de Brancós Coll y Domingo Valls, 2001), ni exclusivamente productivos, sino como migraciones de reproducción, en la línea de lo indicado por Xiang, Narotzky y Lian (2022), que apuntan hacia procesos migratorios menos vinculados al empleo y más a las condiciones y posibilidades de reproducción social de los hogares, propios y ajenos.
Abordaré, pues, la relación entre la reproducción social y los procesos migratorios (emigración e inmigración) utilizando como caso de estudio a Galicia. Para ello partiré del debate teórico y conceptual reciente en torno a la reproducción social y los desafíos que supone esta renovación conceptual para los estudios de población, en general, y migratorios en particular. A continuación, repasaré algunas de las principales contribuciones al análisis de la oleada americana (desarrollada entre finales del XIX y principios del siglo XX) y de la primera ola europea (que tuvo lugar a mediados del siglo XX) realizadas bajo el prisma de la reproducción social. En siguiente lugar, realizaré una reflexión sobre las estrategias reproductivas a las que responde la ola migratoria desatada a partir del estallido de la crisis económica en el año 2008. El artículo se cierra con unas breves conclusiones.
Hacia un concepto ampliado de la reproducción social
La Demografía es la disciplina de las Ciencias Sociales que ha hecho de la reproducción su objeto de estudio de forma singular. No obstante, su manera de entender lo que es la reproducción está preñada de una concepción biopolítica que ha tendido a asociar la riqueza (de las naciones) con el tamaño poblacional y que, en consecuencia, entiende que la población debe estar sujeta al control de la vida (Foucault, 2006). Bajo este prisma, la dimensión social de la reproducción se reduce hasta restringirse a su aspecto biofísico, de modo que acaba por entenderse que esta queda garantizada con el estricto reemplazo generacional. De aquí, en un ejercicio ya de simplificación extrema, deriva una comprensión mecanicista de la dinámica poblacional que busca en el control de las entradas y salidas al contingente de habitantes (particularmente, en su vertiente vegetativa), la respuesta al enigma de la reproducción social. Esta concepción mecanicista de la reproducción social ha sido cimentada sobre la base del pensamiento malthusiano que, como indica Dubert (2025p), ha permitido eludir aspectos políticos y sociales de fondo en las causas de la emigración al reducirlo todo a la ley “natural” e inexorable que da cuenta de la relación entre recursos y población.
Sin embargo, no toda la Demografía o los estudios de población han sucumbido a esta visión neumática del cambio poblacional. De hecho, el auge de los estudios con gran aparataje estadístico ha opacado que, durante décadas, la demografía histórica, con su énfasis en la historia de la familia y los estudios locales, ha indagado siempre en cómo se han mantenido inalteradas las élites y, con ellas, las estructuras sociales en la sociedad moderna, en un impulso por comprender,a su vez, cómo los individuos buscan “mantener, mejorar y traspasar la posición social que han conseguido” a través de sus estrategias reproductivas (Ferrer i Alòs, 1995: 16).
Esta acepción de la reproducción social hace referencia a la entendida por la historiadora Jacqueline Allain (2024) como los procesos que sirven para mantener las estructuras y la desigualdad social, es decir, el sostenimiento de las élites políticas, sociales y económicas, en una línea interpretativa que une, de acuerdo con esta historiadora, los trabajos de Althusser (2014) en torno a los aparatos ideológicos del Estado, con los de Bourdieu sobre el capital social (1979, entre otros muchos) y de Bourdieu y Passeron (1994) sobre el papel de la escuela en la estratificación de clase en el acceso a dicho capital.
Existen, aun así, algunas excepciones del abordaje de la reproducción social con lente amplia en época contemporánea. Aunque no pretendo ser sistemática, quizás sí debo mencionar que, abriendo trecho se encuentra el trabajo de Anna Cabré (1999), en el que revisa críticamente las interpretaciones de corte protonativista de pensadores como Josép A. Vandellós i Solà [1935] (2011), con la mira puesta en la propuesta de un reconocido papel a la inmigración (la interior primero, y la internacional después) en la reproducción de la sociedad catalana.
Aun con un concepto de reproducción estrictamente demográfico, Julio Pérez Díaz (2008; 2019) se muestra crítico con la amalgama retórica que liga la reproducción exclusivamente con la natalidad e indica que la extensión de la duración de la vida ha sido un elemento clave en lo que el (junto con John MacInnes) denomina la “revolución reproductiva”, que ha permitido la convivencia de elevados tamaños poblacionales con una débil intensidad a la fecundidad. Este apunte disipa la verosimilitud de los temores poblacionales y desactiva la legitimidad de los discursos sombríamente pronatalistas o descaradamente nativistas.
No obstante, y, siguiendo a Allain (2024), hay un segundo enfoque en torno a la reproducción social que raramente ha formado parte de cómo se ha integrado este concepto en los estudios demográficos. Se trata del que proviene de la teoría feminista y que, emerge, de mano de la tercera ola del feminismo en los años sesenta y setenta, en la confluencia del debate feminista en torno a la división sexual del trabajo y del diálogo de algunas pensadoras con la teoría marxista2. En este sentido, se señalaba el carácter productivo del trabajo que se hacía en los hogares, ya que producía una mercancía, la fuerza del trabajo, esencial al mantenimiento del sistema capitalista y sobre el que este emprendía un proceso de acumulación originaria (Federici, 1975; 2018). Así, el trabajo doméstico y reproductivo de las mujeres en los hogares no era tanto una fuente generadora de plusvalía, sino más bien un taller oculto (parafraseando a Fraser, 2017) donde el capital encontraba su modo de hacerse con una mercancía preciada: la fuerza humana de trabajo, y esto a coste cero, al sustentarse en la división sexual del trabajo y la provisión del salario familiar.
Bajo este prisma analítico, la reproducción social comprendería tanto la mera reproducción biológica de la fuerza de trabajo (y aquí, la definición se asemeja al acotamiento demográfico de la reproducción generacional), como su mantenimiento, que incluye todo el resto de los trabajos que se engloban bajo el paraguas de los cuidados y que incluso recubren labores educativas y de bienestar psicológico y emocional (Vogel, [2013] 2024). A juicio de esta autora, que enmarca su propuesta teórica de la reproducción social en el entrecruzamiento del marxismo y el feminismo, entenderla como la mera reproducción biológica es un reduccionismo absurdo; algo en lo que inciden quienes también ven cierto idealismo y esencialización en el abordaje de la reproducción biológica (Goikoetxea, 2024).
En el marco de esta teoría de la reproducción social que, con matices, derivas y evoluciones, se viene proponiendo por una corriente del feminismo radical desde los años setenta, emerge, en los últimos años, un interés analítico por incorporar la cuestión racial a la ecuación. Se habla así de reproducción social racializada. Así, pensadoras como Arruza y Bhattacharya (2020) sostienen que el racismo no hay que observarlo exclusivamente en relación con el mercado laboral, con el ámbito de la producción, sino con el papel que las personas racializadas juegan en la reproducción social.
Con el propósito de explicar precisamente el papel de las personas migrantes en la reproducción social a escala global se propone el concepto de “crisis de cuidados”. Con él, autoras como Amaia Pérez Orozco (2006) o Sandra Ezquerra (2011), entre otras, hacen referencia la tensión agudizada entre una cada vez mayor necesidad y demanda de cuidados en las sociedades postransicionales envejecidas y una menor disposición y disponibilidad de la oferta de personas cuidadoras, que habitualmente se colocaba del lado del trabajo gratuito de las mujeres en las familias. Este desequilibrio oferta-demanda tiene una componente demográfica obvia, que reposa sobre el incremento de la longevidad y la reducción de la fecundidad (y, con ella, del tamaño de las familias), pero también posee ramificaciones sociales de relevancia, como la que atiende a lo que sucede en el mercado laboral con el incremento y la permanencia de las mujeres en el mismo -sin que venga acompañado este cambio de la implicación masculina en los cuidados en los hogares-, y tiene que ver también con el cambio en los valores en favor de una mayor igualdad en el reparto de tareas y trabajos.
Este análisis se ve enriquecido, con contribuciones como las de Mezzadri, Newman y Stevano (2021), que señalan la necesidad de hablar de las crisis de reproducción para entender que la actual es sólo una y que ha habido otras en otras fases de desarrollo del capitalismo, apuntando también a la relevancia de los procesos de mercantilización globalizada de la reproducción que se produce de mano de la fase neoliberal del capitalismo.
De acuerdo con estas autoras, la irrupción de la crisis de los cuidados ha servido para poner en evidencia que la manera en la que se venía resolviendo esta cuestión, de forma privada en los hogares, y reposando en profundas desigualdades de género (y, aunque en menor medida, de clase y de raza también), era y es insostenible. En cierto modo, también ha servido para ver cómo la supervivencia del sistema económico capitalista reposaba sobre el trabajo gratuito de las mujeres en los hogares y, por lo tanto, de su confinamiento y reclusión doméstica. La crisis de los cuidados muestra, pues, las costuras del sistema o, en palabras de Fraser (2017), deja ver el taller oculto del capital.
Una de las formas en las que determinadas capas sociales han puesto remedio, o más bien intentado parchear y sortear la crisis de los cuidados, ha sido desencadenando un proceso de internacionalización de la reproducción social (Salazar Parrenas, 2002; Bakker y Gill, 2003; Verschuur, 2013; Kofman y Raghuram, 2015; Mezzadri, Newman y Stevano, 2021). Este fenómeno se ha apoyado en la feminización de las migraciones internacionales desde los países del sur global para buscar empleo relacionado con los cuidados y el trabajo doméstico, sea de forma privada en los hogares, o también en el mercado y los servicios públicos en los países del norte global.
Este proceso se ha visto aupado por el desarrollo de las cadenas globales de cuidados (Hochschild, 2015), entendidas como vínculos que unen a las mujeres de países del sur global con los países del norte global a través del ejercicio del trabajo reproductivo y que refuerzan los ejes de desigualdad de género, clase y etnia en la distribución de los cuidados, pues son siempre trabajos que se transfieren de mujeres más ricas a mujeres más pobres a lo largo y ancho del mundo.
Las investigadoras italianas Francesca Bettio, Annamaria Simonazzi y Paola Villa (2006) han analizado cómo se combina este proceso de globalización de la reproducción social con el cambio en los regímenes de cuidados de los estados de bienestar familistas del sur de Europa. Entre sus conclusiones indican que la incorporación de mujeres migrantes a los trabajos de cuidados en los hogares mediterráneos no ha supuesto una transformación de la pauta de la organización de los cuidados, sino que ha suplido a la mujer nativa ausente por la trabajadora del hogar migrante, manteniendo inalterable la división sexual del trabajo y la ausencia de los varones y del Estado en la provisión de atención social. A esto lo han llamado el modelo de “la inmigrante en la familia”.
Por otra parte, están produciéndose propuestas de reinterpretación de las migraciones laborales a partir de la lente de la reproducción social, entendiendo que la movilidad geográfica puede acentuar o modular los conflictos existentes entre el empleo y la reproducción social (Roseman, Barber y Neis, 2015). Otras contribuciones (Xiang, Narotzky y Lan, 2022) consideran que en la actualidad existe un giro en los factores que explican la migración, desde los productivos, vinculados con la acumulación económica, a los reproductivos, relacionados con el sostenimiento de la vida.
Por último, en un concepto expandido de reproducción social habría que incluir no solo todo aquello que tiene que ver con la vida humana, sino también con la del entorno y las especies, aliando, pues, reproducción social con sostenibilidad ambiental. Esta propuesta, defendida, entre otras, por Bakker y Gill (2019) o Rodríguez-Rocha (2021), las lleva a considerar la gran diversidad de procesos que se albergan bajo la reproducción social (hablan incluso de ‘variegated social reproduction’) y enfatizan, además, su carácter histórico.
¿Son estas diversas concepciones de la reproducción social reconciliables? De acuerdo con el trabajo ya clásico de Laslett y Brenner (١٩٨٩), no, ya que proponen distinguir entre la reproducción societal, para hacer referencia a “la combinación de la organización de la producción, la organización de la reproducción social, la perpetuación de las relaciones de género, y la continuidad de las relaciones de clase” y la reproducción social, que “incluiría el cuidado y la socialización de las criaturas, así como los cuidados a las personas mayores o enfermas” (p. 381). La cuestión es que, aunque se quieran mostrar como dos esferas separadas, ambas están intrínsecamente relacionadas, por lo que, probablemente, la distinción societal/social en cuanto a la reproducción produce más sombras que luces.
Por otra parte, no debemos olvidar tampoco que el debate en torno las bases que sostienen y aquellas que deberían sostener la reproducción social desborda lo estrictamente académico y se juega también en el ámbito político, desde donde puede comprenderse el vigor recobrado en la actualidad por pseudoteorías como la del “gran reemplazo” (Domingo, 2023). De acuerdo con esta proposición, los partidos e ideologías de extrema derecha deslizan la idea de que la población nativa (y blanca) europea está siendo sustituida por la procedente de la inmigración, dado el carácter que se estima masivo de su llegada y también por su atribuida elevada fecundidad. En esta línea, Aragón-Morales y Ruiz-Jiménez (2023), que han analizado el discurso del partido Vox en España, apuntan a que su posición en torno al cambio demográfico supone la consideración de las mujeres como las reproductoras de la nación, promoviendo, pues, una estrategia que, al calor del “pánico demográfico”, incide en la (re)familización y la restricción de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Esta postura natalista se alía con el nativismo discursivo, dando lugar a un callejón sin salida demográfico, en el que la única alternativa que se presenta pasa por la incentivación de la natalidad de las mujeres autóctonas (Fernández Suárez, 2021). Las mujeres y, en general, las familias migrantes, son construidas como no merecedoras de cuidados (de aquí, los recortes en su acceso a las prestaciones sociales) y, en consecuencia, se pone en riesgo su reproducción social pues se consideran una amenaza para la nación (Lonergan, 2015; Erel, 2018). La consecuencia de esto las empuja al “vagabundeo”, a errar en la búsqueda de garantizarse los bienes materiales y los recursos necesarios para asegurar su reproducción social (Katz, 2002).
Defenderé aquí la posibilidad de emplear con una mirada amplia el concepto de reproducción social con vistas a ensanchar su potencial heurístico, aplicándolo al estudio de caso de los movimientos migratorios en la historia reciente de Galicia.
La reproducción social y las migraciones en Galicia. Apuntes sobre la emigración americana y la primera ola a Europa
En Galicia abundan las obras que, tanto desde la Historia Moderna como de la Contemporánea, abordan el proceso de reproducción social y el papel que en él han jugado los procesos migratorios.
Sería difícil sintetizar aquí el ingente número de trabajos que abordan las migraciones acontecidas en Galicia a lo largo del último siglo y medio; es decir, en el período que va desde finales del siglo XIX hasta las dos primeras décadas del siglo XXI; período en el que se registran en Galicia hasta tres oleadas masivas de emigración. Simplemente realizaré aquí algunos apuntes que permitan contextualizar la interpretación historiográfica general de la emigración en diversos momentos y a la luz de los procesos y estrategias de reproducción social.
La emigración que tiene lugar a diversos países de América Latina y el Caribe (Cuba, Argentina, Uruguay, Brasil, Venezuela… entre otros) desde finales del siglo XIX y hasta las primeras décadas del XX ha sido estudiada como una forma de ampliar las estrategias reproductivas de los hogares gallegos por medio de buscar vías de acumulación de capital en el exterior, que permitiesen mejorar la posición de la casa en origen, al tiempo que aliviaban la “presión” demográfica3. En la revisión que realiza Dubert (2025p) sobre los trabajos que abordaron la emigración transoceánica, las migraciones son vistas, en primer lugar, como un mecanismo autoregulador ante la descompensación en el equilibrio malthusiano entre recursos y población, de ahí que, a su juicio, no fuese extraño que en un territorio en el que:
“(…) imperaba el matrimonio tardío femenino, las altas tasas de soltería definitiva y una mortalidad moderada, se afirmase, en línea con el esquema interpretativo recién importado, que las insuficiencias productivas de la agricultura habrían actuado como detonante de la emigración, vista su incapacidad para alimentar a una población que, pese a todo, no dejó de crecer (…)” (p. 100).
Sin salirse de lo demográfico, otros trabajos apuntan a elementos más complejos de la estructura social, política y económica de la Galicia de la época para explicar la migración. Así, en el estudio de Rodríguez Galdo, Freire Esparís y Prada Castro (1999) se señala cómo la emigración se convierte desde el siglo XVIII en un componente limitador del crecimiento poblacional, al tener efectos directos en la reducción del volumen de habitantes, e indirectos en lo relativo a la fecundidad. En este sentido, las autoras defienden una interpretación del carácter funcional de la emigración en el sistema de reproducción social gallego al afirmar que:
“la emigración en Galicia se presenta como el resultado de mecanismos inherentes al sistema demográfico, asimismo como resultado de las formas de organización y reproducción de los grupos domésticos y como consecuencia también del proceso de adaptación e integración del sistema productivo en una economía capitalista” (p. 270).
Este análisis ha sido matizado en trabajos como los de Cardesín (1997) o los de Soutelo Vázquez (2015, 2017, 2019) y Núñez Seixas y Soutelo Vázquez (٢٠٠٤), quienes aluden a la complejidad de la estructura social gallega para señalar la existencia de múltiples y variadas estrategias de reproducción social que, en consecuencia, implican un diverso uso de la emigración como recurso para la movilidad social. A este respecto, también conviene tener en cuenta el papel de las asimetrías de poder por género y generación en el seno de las familias para entender que la emigración también es un recurso de acceso diferencial (Orden, 2013).
Aun así, quienes han analizado el papel de las inversiones de las personas emigradas en la sociedad gallega, bien durante la emigración, o al retornar, han insistido en el impacto positivo que éstas han tenido, en general, para la modernización de las estructuras productivas, en particular, para miles de hogares que se vieron liberados de los foros y accedieron a la propiedad, y también, para el futuro de las siguientes generaciones dado su impacto paliativo del analfabetismo logrado a través de la construcción de numerosas escuelas (entre otros muchos trabajos: Villares, 1996; Núñez Seixas, 1998). En este sentido, conviene mencionar aquí el ya clásico trabajo de Brettell (1991) sobre el norte de Portugal, en el que defiende la existencia de una estrategia de emigración para retornar entre las personas emigrantes, aupada por un estado ávido de remesas.
Para la interpretación de la emigración dirigida a otros países europeos en las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo el andamiaje teórico se actualiza y echa mano de la teoría de la dependencia. Este paradigma, surgido en los sesenta y setenta, de mano del pensamiento latinoamericano crítico con un enfoque del desarrollo económico basado en la industrialización pone de relieve las asimetrías existentes entre los países y las relaciones de subordinación que existen entre unos y otros. Su formulación está profundamente ligada a las nociones de modernización y desarrollo, y, en consecuencia, peca de un cierto evolucionismo que permitió, en ocasiones con cierta ligereza, cualificar todas aquellas situaciones que no caminasen hacia la industrialización como atrasadas. Este fue el caso de la Galicia de la segunda mitad del siglo XX, de acuerdo con el análisis, entre otros, de Beiras (1972). Existen, no obstante, formulaciones críticas a esta idea del atraso económico, no sólo por sus inexactitudes, sino también por sus implicaciones políticas (Fernández Prieto, 2016).
En cualquier caso, una de las contribuciones más genuinas y pioneras a la explicación del papel de la emigración es la realizada por el geógrafo francés Abel Bouhier (1979). Su concepto del “viejo complejo agrario” fue de extraordinaria utilidad para comprender la aparentemente paradójica convivencia de niveles elevados de población con estructuras económicas de base principalmente agraria consistentes en microexplotaciones en suelos extremadamente pobres.
Sobre esta estructura, vigente en la década de los cincuenta del siglo XX, operan, en poco menos de tres décadas, diversos procesos de rápida e intensa transformación social, dando lugar a lo que la socióloga Julia Varela (2005) califica del declive de la civilización campesina. En este proceso, la emigración tendrá un papel destacado. La adaptación al capitalismo de un sistema agrícola consistente en un policultivo orientado a la subsistencia familiar va ligada a un proceso de emigración en múltiples direcciones. Desde aquella de proximidad, vinculada a la urbanización que se produce de mano del desplazamiento de zonas rurales a urbanas de millares de personas; hasta aquellas más distantes, tanto a otros territorios del Estado como Madrid, el País Vasco o Cataluña, que, estos sí en proceso de industrialización, comenzaban a demandar cantidades ingentes de mano de obra; como a otros países europeos (Francia, Suiza, Alemania, Reino Unido…) que, apoyándose en los programas para trabajadores/as invitados/as, atraen a miles de personas a empleos vinculados con la reconstrucción del país y con el desarrollo de los sistemas de protección social.
Esta oleada de emigración se concentra en poco más de dos décadas (entre los cincuenta y mediados de los setenta) y finaliza con otro momento que también toma carácter de punto de inflexión, a mediados de la década de los setenta, con la crisis del petróleo o la agonía del régimen franquista.
No obstante, pese a su corta duración -especialmente si la comparamos con la ola americana registrada en la bisagra de los siglos XIX y XX-, sus implicaciones en términos del cambio en la forma en que se venía articulando hasta el momento la reproducción social gallega son notables. La transición de una economía principalmente agraria y orientada hacia la autosubsistencia hacia una economía capitalista de servicios y débilmente industrializada requería de un proceso de acumulación de capital, para el que la emigración, especialmente la europea, jugó un importante papel. En este sentido, y, si seguimos y actualizamos la explicación wolfiana de los procesos de movilidad de la mano de obra (2014), la emigración gallega gastarbeiter es la última de las oleadas que responde a la vez a un proceso de desposesión de los medios de subsistencia en origen y a una estrategia de acumulación de capital en el extranjero que permite dar el salto a una economía capitalista. Es, de hecho, un proceso migratorio que ya está parcialmente determinado también por la reproducción social además de por el empleo. Buena parte de los trabajos que estos/as emigrantes desarrollaron (especialmente las mujeres) fueron para apuntalar el naciente estado de bienestar, pero también para encargarse de forma privada en los hogares de los trabajos domésticos y de cuidados (Oso, 2000). Y, aunque en aquel momento no se conocía el concepto de cadenas globales de cuidados, muchas de las emigrantes gallegas dejaron a sus criaturas al cargo de abuelas y abuelos en Galicia, generando así los primeros eslabones del proceso de internacionalización de la reproducción social, que se intensificará a comienzos del siglo XXI de mano de la feminización de las migraciones internacionales (Marchetti, 2008).
De este modo, si la emigración transoceánica aupó procesos de modernización agraria (y política y social en general también), permitiendo, por ejemplo y como he comentado, la redención de los foros (Villares, 1982), la europea de mediados del siglo XX sirvió, más bien, de muleta a la desagrarización, facilitando el ascenso social de camadas de jóvenes, mujeres y hombres, que retornarían a lugares urbanos, en los que habrían realizado inversiones, ya sea en negocios de servicios (en el sector de la hotelería, principalmente) o bien desenvolviéndose como rentistas mediante la adquisición de viviendas en aquellas localidades que estaban viviendo una expansión urbanística.
La emigración, la urbanización y el consiguiente vaciamiento rural sirvieron también para dejar el terreno despejado a los procesos de apropiación de las tierras al servicio de la industria forestal basada en la plantación masiva de eucaliptos que se desarrolla en la misma época (Seijo, 2007).
En síntesis, los trabajos que han abordado las dos olas de emigración que se producen entre finales del siglo XIX y a lo largo de buena parte del siglo XX han utilizado un prisma analítico en el que la reproducción social estaba presente en una doble acepción. Por una parte y, a nivel macro, en cuanto a explicar la forma en que la sociedad gallega ha mantenido y transformado, al menos parcialmente, sus estructuras económicas, sociales y políticas y, por otra parte, en los niveles micro y meso, haciendo uso del concepto de estrategias reproductivas propuesto, entre otros, por Bourdieu (1994) para indagar en las decisiones que toman los hogares y los individuos con la mira puesta en el ascenso social. El sentido de la reproducción social que alude a la forma en que se resuelve la sostenibilidad de la vida más allá del sostenimiento de sus (desiguales) estructuras estaba ausente de estos trabajos salvo, quizás y tímidamente, en aquellos que tenían la mira puesta en analizar las relaciones de género y la participación de las mujeres, como el ya mencionado de Rodríguez Galdo, Freire Esparís y Prada Castro (1999) o los de Cagiao Vila (1997, entre otros).
En el siguiente apartado me centraré en presentar un análisis de los movimientos migratorios más recientes a y desde Galicia a partir de una concepción ampliada de la reproducción social.
La cohabitación de inmigración y emigración en la Galicia del siglo XXI. Algunas pistas explicativas a partir de la teoría de la reproducción social
Las dos primeras olas emigratorias, la americana y la primera de las europeas, aunque acompasadas por una resaca en forma de retorno, no han venido acompañadas de un proceso paralelo de inmigración a Galicia. De esta forma, el saldo migratorio resultante era siempre negativo en estas épocas, pues la debilidad numérica del retorno nunca compensaba el número de partidas. Sin embargo, la ola más reciente de emigración, ligada, al menos temporalmente, a la recesión económica mundial a partir del año 2008, coexiste con un flujo de inmigración internacional autónoma (esto es, no vinculada con olas pasadas de emigración) que viene registrándose desde mediados de los noventa y que adquiere particular intensidad en los primeros años del siglo XXI. En el siguiente Gráfico 1 puede observarse la evolución de ambas corrientes internacionales, emigración e inmigración, así como del saldo migratorio en casi dos décadas (2002-2021).
¿Cómo puede explicarse la coexistencia en el tiempo de un proceso relativamente álgido de emigración con otro de llegada y asentamiento de personas procedentes del extranjero? ¿A qué lógicas y estrategias responden estos procesos?
Gráfico 1. Flujos internacionales de inmigración, emigración y saldo migratorio en Galicia en el período 2002-2021

Fuente: Estadística de Variaciones Residenciales, varios años. Instituto Nacional de Estadística, INE (www.ine.es).
En primer lugar, ¿quiénes son las personas que parten de Galicia? Sabemos por estudios previos (González Laxe, Martín Bermúdez y Martín Palmero, 2013; Blanco Álvarez y González López, 2022) que se trata, en buena medida, de personas jóvenes (o adultas jóvenes) con un nivel de formación elevado y que no encuentran un empleo acorde con su nivel de cualificación, por lo que su partida es una forma de conseguir un trabajo que se adecúe a su nivel de estudios; esto es, como una forma de que la inversión realizada en recursos educativos para la movilidad social no quede en saco roto, aunque esto suponga un gran esfuerzo personal (a veces, incluso también familiar) y económico del que no se tienen garantías de éxito. La expansión educativa que tuvo lugar desde la entrada de España en democracia, siendo particularmente intensa durante los años ochenta y noventa del pasado siglo, ha abierto las puertas de la titulación universitaria a amplias capas sociales, si bien la posesión del título no ha ido necesariamente acompañada de la igualdad de oportunidades en el mercado laboral (Requena y Díez de Revenga y Salazar Valez, 2022). Esto es, existe una brecha entre el nivel de estudios que se puede acreditar y la capacidad de hacerlo valer en un mercado laboral como el español, sustentado sobre la economía de la especulación inmobiliaria y el turismo, que no genera, pues, demanda de empleos cualificados (Murray Mas, 2015; Carmona Pascual, 2022). Este factor se intensificó durante el período de recesión económica, momento en que la tasa de paro juvenil superó el 50 % durante varios años del período 2008-2014 (Echaves García y Echaves, 2017). De hecho, esta asociación entre un desempleo elevado y la tendencia hacia la emigración al extranjero en la juventud gallega no es algo nuevo. La antropóloga Sharon Roseman (2013) traza un análisis amplio de esta relación comparando las últimas olas de salida con destino a otros países europeos que se producen desde mediados del siglo XX. Concretamente, estudia el paso de un sistema basado en los programas de trabajadores/as invitados/as a un escenario de flexiguridad, en el que la búsqueda de trabajo se ha vuelto un deber, aunque esto suponga la necesidad de traspasar las fronteras nacionales para encontrarlo. Para ello, recoge los análisis en torno al concepto de trabajadores/as excedentes de origen marxista, al que incorpora el término, más reciente, propuesto por Denning (2010), de migrantes buscadores/as de salario.
De acuerdo con lo que se sabe de forma global sobre la emigración española y, en general, del sur de Europa, ligada a la crisis de 2008 (y que entiendo que puede resultar aplicable en el caso de la gallega), ésta tiene unas experiencias laborales que sólo en algunos casos les permite hacer valer sus títulos obtenidos en origen (es decir, que se han encontrado con dificultades para la transferibilidad de sus habilidades, de acuerdo con Lulle, Janta y Emilsson, 2019), pero que, en general, se ha caracterizado por la vivencia de precariedad y descualificación (Landolt y Thieme, 2018; Varriale, 2023). Bonizzoni (2017) analiza el caso de la emigración italiana a Londres durante la Gran Recesión y concluye que:
“(…) la migración intraeuropea es una solución viable para superar la crisis de reproducción de las clases medias y que, por otra parte, se persigue y se logra de forma intergeneracional una posición de clase media a través de prácticas de reproducción social que implican la negociación y el reconocimiento transnacional de diferentes formas de capital” (p. 25).
De hecho, en concordancia con los resultados obtenidos del trabajo de campo previo que he realizado con esta juventud emigrante (Pérez-Caramés, 2017), no todas las personas tituladas consiguen hacer valer su diploma en el extranjero. En general, podríamos distinguir tres perfiles. Algunos títulos, como los de la rama social y las humanidades, no son fácilmente transferibles y sus poseedoras pasan a engrosar el mercado de trabajos no cualificados, principalmente en el sector de los servicios, como el caso de Elba, gallega graduada en Historia, que, en el momento de la entrevista, en Burdeos, trabajaba limpiando habitaciones en un hotel.
“Y después ya…, es decir, en el mes de noviembre encontré un trabajo como ama de llaves en un hotel. Eran dos meses. Empecé allí con la limpieza de habitaciones. Se acabó el contrato en el mes de febrero más o menos. Estuve 15 días sin trabajar y me fui a casa”.
En otros casos, sí se consigue una inserción laboral acorde con los estudios que se poseen, aunque, como se ha indicado en alguna entrevista, en puestos y condiciones inferiores a las que tendría una persona nativa con la misma cualificación.
Empieza entonces un largo proceso para ganar experiencia y mejorar la posición en el sector con el ojo puesto, no tanto en igualarse con la población nativa en destino, sino más bien en el estado del sector en España, a dónde se pretende volver adelantando posiciones gracias a los esfuerzos realizados durante la emigración.
“Claro, al final te presionas tú mismo, sí. Entonces, eh… sí, es decir, es más incómodo a veces trabajar en España. Es decir, en lo que es el trabajo. Aquí es más cómodo. Tienes más tiempo para hacer las cosas, tienes más tiempo para pensar, eh… no tienes esa presión, aunque sigues teniendo la presión, porque sigues pensando en España y en conseguir curriculum para volver a España”. Entrevista con Claudio, emigrante gallego en Alemania.
El último perfil lo componen quienes sí se incorporan en puestos de trabajo en buenas condiciones y asimilables a su nivel de estudios en el país de destino, que, en realidad, es un perfil formado por gente de mayor edad que incluso ya ha tenido experiencia laboral cualificada en España y que se muestra poco proclive al retorno, por lo que su estrategia de movilidad social ascendente pasa por la instalación de forma permanente en destino.
“Es que no sé, porque esto me lo han preguntado muchas veces, si voy a volver o si pienso volver y es que la verdad si intento pensar cuando me vine, vivía un poquito en el presente, ni contaba con volver… O sea, no pensaba qué iba a ser o qué iba a pasar, en lo que pensaba en ese momento era en estudiar vestuario y ya lo que venga vendrá y ahora mismo pues tengo trabajo aquí y no me planteo… nada, si dejase de tener trabajo aquí pues buscaría una alternativa, pero ahora mismo tengo una casa y tengo un trabajo entonces no necesito…”. Entrevista con Carolina, emigrante gallega en Reino Unido.
Ahora bien, la búsqueda de una movilidad social ascendente por medio de la emigración o, al menos, el reconocimiento de la cualificación en términos de empleo, no son el único elemento que se persigue con este proceso. La emigración al extranjero, a un país próximo y al que resulta fácil viajar e instalarse, obedece, para muchas y muchos jóvenes de Galicia, a una estrategia para emanciparse. A las dificultades existentes en el territorio para encontrar un empleo con un salario decente y acorde con el nivel de estudios, se suman las tensiones existentes en un mercado inmobiliario en el que escasean los alquileres de larga duración y los precios de la vivienda, sea de alquiler o de compra, se encuentran en niveles muy elevados. Así la emigración juvenil tras la crisis de 2008 responde también a un proceso de internacionalización de la emancipación (Bartolini, Triandafyllidou y Gropas, 2015; Moreno Mínguez, 2016, 2018; Groutsis, Vassilopoulou y Özbilgin, 2019).
En síntesis, los dos elementos ligados a la reproducción social de la juventud que, con el estallido de la crisis económica del año 2008, emprende el camino de la emigración pasan, por una parte, por intentar hacer valer sus estudios con la perspectiva, en la mayor parte de los casos, de un eventual retorno, así como con lograr la emancipación de la casa familiar.
Ahora, en lo relativo a la inmigración que llega a Galicia procedente del extranjero, nos encontramos con una doble composición. Por una parte, está una corriente formada por aquellas personas que tienen lazos más o menos directos con los procesos previos de emigración, y que pueden ser desde personas retornadas o sus descendientes hasta en cuarta generación, o simplemente personas que tienen un vínculo personal o familiar más difuso con Galicia. Por otra, una corriente de inmigración internacional autónoma, sin vínculos con la historia migratoria gallega previa, y que responde, en buena medida, a procesos de migración económica y laboral. Esta última está formada, principalmente, por personas procedentes de países latinoamericanos, pero también de Marruecos, Rumanía y del vecino Portugal. Se trata de personas también jóvenes, en general con cualificaciones medias o superiores, y que tienen el propósito de insertarse en el mercado laboral.
Pese a su nivel de cualificación, su inserción laboral se produce predominantemente en empleos de baja cualificación y escaso reconocimiento social, siendo su participación muy escasa en los puestos de mayor cualificación y valoración social. Siguiendo los datos de la Encuesta de Población Activa para el primer trimestre de 2024 (INE, 2024), las ocupaciones en las que la proporción de trabajadores/as migrantes registra un porcentaje más alto son las elementales, en las que trabaja un 13 % de la población migrante ocupada (un 10 % en el caso de los hombres migrantes y un 15 % entre las mujeres migrantes). En esta categoría se encuentran aquellas ocupaciones de menor cualificación, salarios más bajos y mayor precariedad. También registran una alta presencia en aquellos empleos relacionados con la hostelería y los servicios personales, en los que un 9 % de la población ocupada es inmigrante, siendo este porcentaje de semejante magnitud en ambos sexos. A continuación, estarían los trabajos que se enmarcan en el sector primario (agrícola, ganadero, forestal y pesquero, donde la mano de obra migrante representa un 5,5 % sobre el total, aquí debida casi en exclusiva a la participación de los hombres migrantes, con un 8,3 %). Por último, la contribución del trabajo migrante en ocupaciones relacionadas con la construcción también es importante y, en el caso de los hombres, supera la media.
Retomando la pregunta que me formulaba al comienzo de este apartado en torno a la convivencia contradictoria de flujos de inmigración y de emigración y, a la luz de lo aquí expuesto, podemos avanzar la idea de que el proceso de circulación global de las cualificaciones está causando una doble devaluación de las mismas al servicio tanto del abaratamiento de la reproducción social como de la generación de redundancia, de acuerdo con las ideas avanzadas por Domingo (2022). Por una parte, los diplomas de los/as jóvenes gallegos/as se deprecian con su salida al extranjero, siendo necesarios años de experiencia laboral en destino para alcanzar un nivel que permita retornar alcanzando la movilidad social deseada. Por otra, la inmigración que llega a Galicia, pese a su nivel de cualificación, se inserta en el mercado laboral secundario, en empleos que, además de no ser deseados por la mano de obra nativa, se localizan predominantemente en los sectores de los cuidados, la atención personal, la restauración, el trabajo agrícola, ganadero y pesquero… esto es, son trabajos que aseguran la reproducción de la vida. Este proceso es facilitado por la existencia de fuertes trabas y grandes demoras en la homologación de títulos extranjeros, tal y como denuncia la organización Homologación Justa Ya y que se ha recogido en informes y trabajos académicos (Frías-Goitía, Añez-Torrico y Miranda-Alejo, 2024; Gandoy Valle, 2024). Estas trabas constituyen una verdadera frontera interna y un bloqueo a la posibilidad de acceder a ocupaciones cualificadas, que condena a la población migrante al mercado secundario de los empleos no cualificados y precarios, generalmente en ocupaciones esenciales para la economía.
Reflexiones finales
A lo largo de estas páginas he intentado presentar una reflexión renovada sobre el concepto de reproducción social y su aplicabilidad a los estudios demográficos y de población, partiendo, por una parte, de los trabajos que se han venido publicando en los últimos años enmarcados en la teoría de la reproducción social desde una óptica feminista y, por otra, en el estudio de caso de la población gallega y el papel que en su reproducción social ha jugado la emigración a lo largo de sus tres últimas olas, entre finales del siglo XIX y comienzos del XXI.
Los nuevos aportes en torno a la reproducción social no sólo cuestionan la estrechez de alguna de sus acepciones, sino que apelan a una articulación compleja de significados, niveles analíticos (macro-meso-micro) y sistemas de opresión (sexo-género, clase y étnico-racial, al menos). El debate sobre un concepto ampliado y unificado de la reproducción social parece lejos de cerrarse, pero sus implicaciones están ya alcanzando a ámbitos de estudio dentro de las Ciencias Sociales que van más allá de los estudios feministas y de género y que debieran también apelar a la demografía y los estudios de población para reconsiderar y actualizar la explicación de la reproducción social -y el papel de las migraciones en ella- en el contexto del capitalismo neoliberal.
A continuación, he realizado un recorrido por algunas de las contribuciones al estudio de las migraciones gallegas de los siglos XIX y XX que fueron elaboradas partiendo de alguno de los múltiples significados de reproducción social y que, en líneas generales, se orientaban a su concepción ligada al mantenimiento de las estructuras sociales en una esfera macroscópica, y a las estrategias reproductivas de los hogares (las casas) y los individuos para los niveles meso y micro. También se señalaron algunas aportaciones que aludían a la dimensión estrictamente demográfica o de reemplazo de la reproducción social, particularmente para el caso de la emigración americana.
Por último, se ha presentado un análisis del proceso más reciente de emigración que ha vivido Galicia: el que arranca con intensidad a raíz de la entrada en recesión económica en el año 2007. Con un concepto ampliado de la reproducción social, se hace referencia tanto a la dimensión demográfica de los flujos, resaltando la coincidencia en el tiempo de flujos elevados de inmigración y también de emigración, como a la doble devaluación del capital social y formativo que se produce en el circuito internacional de movilidad de las personas cualificadas y también al carácter reproductivo de muchas de las migraciones laborales contemporáneas.
No obstante, quedan todavía interrogantes por resolver. ¿Cómo podríamos emprender un análisis de las migraciones reproductivas que tuvieron lugar en épocas históricas en Galicia? ¿Cómo se articulan los diversos mecanismos y estrategias reproductivas a escala global y qué tensiones, conflictos y contradicciones se producen? ¿Cuáles son las implicaciones en términos de derechos sociales y de ciudadanía social de estas formas de migración reproductiva?
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1 Estas entrevistas se enmarcan en el trabajo de campo realizado para el proyecto de I+D+i que he coordinado bajo el título “La nueva emigración desde España. Perfiles, estrategias de movilidad y activismo político transnacional, desarrollado entre 2017-2020 con financiación del Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO).
2 De acuerdo con la periodización que se establece por parte de buena parte del feminismo en Europa, que cuenta a las pioneras de la Ilustración como parte de una primera ola, el feminismo radical de los años sesenta y setenta constituye la tercera ola (Garrido-Rodríguez, 2021).
3 El trabajo de Cagiao Vila (2009) presenta una buena síntesis de los trabajos sobre la emigración gallega a América en esta línea.
AREAS Revista Internacional de Ciencias Sociales, 48/2025 “Migraciones y reproducción social”, pp. 125-140. DOI: https://doi.org/10.6018/areas.636691.